El Maserati Ghibli 2.8 V6 (AM336) que nos toca hoy corresponde a lo que sería la segunda generación del modelo. Era un coupé con motor V6 biturbo que se produjo de 1992 hasta 1998. La primera generación se conocía como AM115, un Gran Turismo con motor V8 fabricado de 1966 a 1973. Ghibli es el nombre árabe que se le da a un viento cálido y seco del suroeste del desierto de Libia, antigua colonia italiana.
Este coupé de dos puertas y cuatro plazas se dio a conocer en el Salón del Automóvil de Turín, celebrado en el mes de abril de 1992. Se presentó con dos mecánicas diferentes, un V6 de 2 litros biturbo con caja de cambios manual de seis relaciones destinado al mercado italiano (por su menor fiscalidad), y un V6 de 2,8 litros con caja manual de cinco relaciones, sustituida en 1996 por otra de seis, y la opción de una automática de cuatro. El Ghibli con este último motor se destinó a la exportación.
Su estampa se caracterizaba por sus líneas y ángulos rectos. El frontal estaba presidido por una parrilla central con el logo del tridente en el centro, flanqueado por dos grupos ópticos trapezoidales. Su parte inferior estaba rematada por un generoso paragolpes que incluían los faros antiniebla y los pilotos intermitentes.
Este artesanal y compacto coupé deportivo conjugaba unos acabados de calidad con una mecánica de primer orden que transmitía un verdadero placer en su conducción
La vista lateral resultaba bastante equilibrada al mostrar unos voladizos de longitud semejante, y por su amplia superficie acristalada. La zaga era prácticamente vertical, con los grupos ópticos en las esquinas de la parte central y rematado por su parte inferior por un paragolpes con dos salidas circulares de escape dobles.
Su carrocería ofrecía unas dimensiones compactas, con un aspecto ancho y bajito. Medía 4.273 mm de largo, 1.775 mm de ancho y 1.300 mm de ancho, y una plataforma de 2.514 mm de batalla y 1.520 mm de separación en ambas vías. El maletero contaba con 420 litros de capacidad, suficiente para el equipaje de sus ocupantes para un largo fin de semana. En báscula marcaba 1.365 kg.
Como todo coche fabricado bajo pedido -el 80 % de la producción- y realizado de forma artesanal, demostraba su particular acabado con algunos detalles a mejorar. Se podía elegir entre 10 colores de carrocería y cuatro para la tapicería de cuero.
El interior contemplaba materiales propios de su categoría: tapicería de cuero de impecable aspecto a la vista, tacto y olfato, inserciones de maderas nobles, también presente en el volante, y un reloj analógico de forma ovalada que era una auténtica joya. La posición del volante no estaba muy conseguida, pues el aro tapaba los relojes periféricos de la instrumentación.
No faltaban los manómetros de presión de aceite y del turbo. En la consola central encontrábamos los mandos de apertura del maletero y del depósito de combustible, testigo de aviso de hielo en carretera, mandos de regulación eléctrica de los respaldos de los asientos delanteros y los de la climatización.
Veamos lo más interesante del coche, su corazón. Este V6 en posición delantera longitudinal llevaba el bloque y la culata en aleación de aluminio. Los árboles de levas eran cuatro, al igual que el número de válvulas por cilindro. Su cilindrada era de 2.790 cm3, entregando 284 CV a 6.000 RPM y 413 Nm a 3.500 RPM de par máximo. Estaba alimentado mediante un sistema de inyección electrónica multipunto y un doble turbocompresor.
La caja de cambios podía ser manual de cinco marchas en un primer momento, sustituida por otra de seis en 1996, como comentamos al principio. La caja automática de cuatro era opcional. Los frenos eran de discos ventilados en ambos ejes (307 mm de diámetro delante y 316 mm detrás), con ABS. La amortiguación era McPherson, muelles, amortiguadores hidráulicos y barra estabilizadora delante; detrás llevaba brazos trapezoidales oscilantes, muelles y amortiguadores de doble tubo. Calzaba ruedas con neumáticos de medidas 225/50 ZR16.
Los 284 CV de su V6 empujaban sus 1.365 kg hasta los 265 km/h y alcanzaba los 100 km/h en menos de 6 segundos con total seguridad
Lo mejor eran las sensaciones de conducción. Solo con escuchar el ronroneo de sus seis cilindros ya cambiaba la expresión de nuestro rostro. La posición de conducción era correcta, aunque no cómoda, a causa de un pedalier demasiado vertical. El volante se podía regular en altura, con posibilidad de ir forrado en piel si no nos gustaba el tacto de la madera.
Una vez instalado cómodamente detrás del volante el motor respondía con una alegría y prontitud inusitada a la presión del pie derecho. El diferencial autoblocante y sus neumáticos permitían controlar la respetable caballería y ofrecer al mismo tiempo unas espectaculares aceleraciones. No resultaba difícil ver la aguja de la presión del turbo llegando a la zona roja y con intenciones de superarla.
Las relaciones del cambio tiraban más bien a cortitas, lo cual acentuaba su temperamental respuesta, siendo lo más placentero de su conducción. Se sentía plenamente el empuje de las ruedas traseras sin detectar la más mínima pérdida de adherencia, gracias a un nuevo diferencial más suave y silencioso que el de sus predecesores. No era necesario exprimirlo para sentir una conducción intensa y profunda.
El reparto de pesos era bastante equilibrado, que junto a un chasis de elevada rigidez y unas suspensiones excepcionalmente firmes -y duras- le permitían ir por la trazada correcta gracias a su buen apoyo, a pesar de su corta distancia entre ejes. Ni siquiera la opción de la suspensión de control electrónico ayudaba a mitigar esta firmeza. La precisa dirección asistida redondeaba una conducción de capricho para el amante de la conducción deportiva, sobre todo en carreteras con buen firme y con curvas enlazadas de medio radio.
Las prestaciones avalan su espíritu deportivo. Alcanzaba una velocidad máxima de 265 km/h y necesitaba 5,8 segundos para alcanzar los 100 km/h desde parado; los 1.000 metros los recorría en 25,4 segundos. Tampoco era manco a la hora de recuperar, dedicando 5,8 segundos para pasar de 80 a 120 km/h en cuarta y 9,1 segundos para el mismo registro en quinta.
Los consumos iban acordes con semejante potencial, con unos valores de 18 l/100 km en ciudad y 11 l/100 km a 120 km/h de crucero. En conducción deportiva no era difícil acercarse a los 20 l/100 km. Al menos, 80 litros de combustible permitían espaciar las visitas a la gasolinera. El Maserati Ghibli 2.8 V6 merece un sitio en el exclusivo grupo de coches con espíritu RACER sin ninguna duda.
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Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS