El Fiath Abarth 124 Rally estaba basado en el Fiat 124 Spider 1600, un descapotable con un motor de 1,6 litros y cuatro cilindros que entregaba 95 CV y con caja de cambios de cinco marchas. Fue un verdadero objeto de deseo para los aficionados y para los periodistas del motor, sobre todo porque de estos últimos fueron pocos los privilegiados en probarlo a fondo.
Su creación y existencia se debió a la necesidad de la marca transalpina de tener un futuro modelo de competición para seguir militando en el Gr.4 de competición (Gran Turismo Especial). El modelo aprovechó las posibilidades de desarrollo basadas en una cilindrada superior -hasta 2 litros- y poder utilizar una suspensión más moderna y eficiente, sustituyendo el eje trasero rígido por uno independiente. Igualmente se redujeron elementos no necesarios para reducir el peso hasta alcanzar el mínimo de homologación, alcanzando unos estimables 938 kg, con un reparto de pesos de 58 % delante y 42 % detrás.
Se desarrolló para poder seguir compitiendo en el Gr.4 de ralis en su versión de competición. Nuestra versión de calle estaba aligerada al máximo -938 kg-
Era un vehículo compacto con carrocería de dos puertas. Medía 3.911 mm de longitud, 1.632 mm de anchura y 1.240 mm de altura. En cuanto a la plataforma, la batalla era de 2.280 mm, con unas vías de 1.415 mm en ambos ejes. La sobriedad rezumaba por sus cuatro costados, pero sin descuidar el control e información de toda la mecánica, así como la seguridad, con la presencia de un robusto arco de seguridad. La postura de conducción no era la ideal, pues la disposición del pedalier era mejorable y el volante iba en una posición alta, pero a cambio se ofrecían -de forma opcional- unos estupendos asientos Recaro.
El habitáculo resultaba generoso, con espacio suficiente para para guardar y/o colocar todos los aperos necesarios para la competición. La visibilidad delantera solo era aceptable debido a la posición baja y reclinada del asiento del conductor; hacia atrás no se podía tener queja gracias a un generoso espejo retrovisor central, aunque la luneta trasera de material plástico no era ideal en tiempo lluvioso o húmedo a causa de su empañamiento.
La dirección ofrecía un tacto duro, aunque era rápida de respuesta gracias a su baja desmultiplicación, traducida a un número bajo de vueltas del volante. Su dureza era causada básicamente por sus neumáticos de medidas 185/70 VR 13 y el elevado peso del motor sobre el eje delantero. También adolecía de una falta de retorno en curvas cerradas.
Este modelo se fabricó entre 1972 y 1973. Llevaba un motor de cuatro cilindros y 1,8 litros de cilindrada (1.756 cm3) con código interno 132 AC4.000. Entregaba 130 CV a 6.200 RPM y 159 Nm de par máximo al mismo régimen. Su admisión era atmosférica, la alimentación a través de dos carburadores Weber 44 IDF 20, y la distribución mediante un doble árbol de levas en culata con dos válvulas por cilindro.
La caja de cambios era manual de cinco marchas, con propulsión a las ruedas traseras, igual que el modelo base. El manejo de la palanca era rápido y preciso, quedaba muy a mano. Los desarrollos eran tirando a largos, más orientados a alcanzar unas buenas velocidades punta que a un comportamiento de rali. El escalonamiento de las marchas era adecuado para su uso de turismo rápido, a pesar de su teórica necesidad de mantenerlo a un régimen alto para su funcionamiento óptimo.
Su motor era una evolución del 1.6 del Fiat 124 Spider 1600, subido hasta los 1,8 litros. Rendía 130 CV y era capaz de alcanzar los 200 km/h de aguja, resultando bastante elástico. Su dura suspensión no lo hacía nada cómodo fuera de las vías con buen firme
La cosa es que resultaba bastante elástico y no resultaba difícil ver la aguja del velocímetro encima de los 200 km/h. Las aceleraciones resultaban brillantísimas, pues bajar de los 30 segundos para recorrer los 1.000 metros desde parado permitía pasar a la consideración de un coche rápido, casi deportivo; en este caso bajaba de los 29 segundos y dedicaba 8 segundos para alcanzar los 100 km/h desde parado. El eficaz diseño del doble árbol de levas y del colector de escape también contribuían a estos resultados.
La suspensión era independiente en ambos ejes, con muelles helicoidales, brazos oscilantes y amortiguadores telescópicos de doble efecto, con barras estabilizadoras. Si por las largas rectas de las vías rápidas la dureza de la suspensión era una ventaja, por las carreteras secundarias de montañas de curvas de medio radio o las retorcidas y sinuosas pistas forestales se convertía en un problema.
En curvas sueltas su carácter subvirador imponía cierta anticipación a la hora de gestionarla; la situación era diferente cuando se enfrentaba a una serie de curvas encadenadas, donde el manejo del volante tenía que ser decidido con volantazos rápidos, lo que en una conducción deportiva se traducía en sobrevirajes.
Lo que no estaba para nada a la altura de este tipo de conducción era el equipo de frenos, pues llevaba unos ridículos discos delanteros de 228 mm de diámetro, comunes en modelos tan dispares como los Fiat 850 Special, 127 o 132. Al menos los discos también estaban presentes en el eje trasero, algo inusual y adoptado del Fiat 124 de cuatro puertas.
Durante un uso intensivo perdían con rapidez la eficacia (fading) y las pastillas duraban menos que un iPhone abandonado a la puerta de un instituto. Los consumos en este tipo de conducción eran elevados, como nos podemos imaginar, y no solo de gasolina -22 l/100 km- sino de aceite, apreciable en el cuadro de instrumentos en una notable bajada de presión del mismo.
La versión de competición para Rally Gr.4 partía del mismo bloque de 1,8 litros, pero con la potencia aumentada hasta los 170 CV. Se le cambió la suspensión, se le quitaron los paragolpes, se le añadieron protectores de plástico a las aletas, se sustituyeron los asientos por otros de competición y el techo de lona por otro rígido. Esta versión debutó en el Rally de Montecarlo de 1973.
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Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS