En el salón del automóvil de París, Citroën daba a conocer un coche que, a simple vista, no ofrecía nada fuera de lo normal. Para estar firmado por la marca francesa, se podía considerar clásico y convencional, aunque realmente era diferente a todo lo demás. Era el Citroën Xantia, un coche que ha cumplido nada menos que 30 años, pero que no ha envejecido nada mal y es totalmente reconocible como un Citroën.
Cuando se desarrolló el Xantia, lo que se buscaba era un reemplazo para el rompedor Citroën BX, pero en esta ocasión, todo era un poco más convencional, más anónimo, pero solo visualmente, claro. Bajo esa apariencia “del montón”, el Xantia era un compendio de saber hacer, aunque nunca contó con una versión deportiva. Una lástima, porque equipado con la famosa suspensión Activa, habría sido un coche realmente rápido, pues eficaz ya lo eran sin necesidad de convertirse en un coche para devorar curvas.
De todas formas, aunque nunca tuvo una variante deportiva, si contó con opciones bastante interesantes, algunas de las cuales, han pasado bastante desapercibidas. La más deseada es, claramente, la equipada con el propulsor V6, que representaba el máximo dentro de la gama del Xantia. En aquellos años, los fabricantes generalistas montaba en sus sedanes y berlinas de tamaño medio, motores V6 que, por lo general, alcanzaban los tres litros y rendían entre 190 y 210 CV. Era algo así como una costumbre que se ha pedido, al igual que ofrecer modelos con este tipo de carrocería, eclipsados por completo por los SUV.
El caso es que el Citroën Xantia tenía otra versión bastante interesante, e incluso algo potenciable, para aquellos que siempre buscan sacar un extra de su motor. Nos referimos al Citroën Xantia Activa Turbo CT –Constant Torque, de par constante–, que montaba un propulsor de cuatro cilindros, 1.998 centímetros cúbicos y un turbo Garret T2 que soplaba solo a 0, bar, suficiente para rendir 150 CV a 5.300 revoluciones y un par de 240 Nm entre 2.500 y 3.500 revoluciones. El Garret T2 era un turbo de pequeño tamaño y, por tanto, con muy baja inercia, con el que se lograba, según afirman los medios de la época, una buena flexibilidad y un sonido bastante contenido, muy en consonancia con las características que se imprimieron en el Xantia. Motor, por cierto, que había estrenado el Citroën XM.
No era un coche que podamos considerar rápido, pero tampoco era lento. La punta se cifraba en 214 km/h, con un 0 a 100 km/h en 9,5 segundos, recuperaciones de 80 a 120 km/h en quinta en 10,5 segundos y el kilómetro con salida parada lo completaba en 30,8 segundos. Por otro lado, los consumos, dato que resulta interesante analizar, alcanzaba los 8,4 litros a 120 km/h, pero solo 6,9 litros cada 100 kilómetros a 90 km/h –antes se daban tres cifras de consumo: 90 km/h, 120 km/h y ciudad–, aunque en ciudad se disparaba hasta los 12,5 litros.
Esta versión se combinaba con la suspensión Activa. Así, a sus prestaciones, decentes para un coche de su categoría y planteamiento, se unía un comportamiento en carretera que, como ya habréis oído mil veces, era espectacular. Y no es una leyenda urbana, aunque también es cierto que había que acostumbrarse a su paso por curva y una nula inclinación de la carrocería. Pero si no se optaba por el sistema Activa, el Xantia Turbo CT era ligeramente mejor que sus hermanos de gama, ya que montaba el eje delantero ensanchado del 2.1 TD y del V6.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS