“Apenas lo he conducido, salvo para las inspecciones y el mantenimiento”. Una confesión que, fuera de contexto, le falta a la verdad. Supongamos, de momento, que tal contexto no existe, que solo debemos limitarnos a juzgar al hecho por sí mismo, sin considerar los razonables motivos, que, por cierto, develan las buenas intenciones del dueño.
¿Quién no consideraría imperdonable poseer durante década y media un Nissan R34 Skyline GT-R y no darle el vuelo que se merece? Contemplación o vértigo, y los argumentos detrás. El coche de culto está condenado a esa maldición. ¿Qué tan bien le hace la sobreprotección y hasta dónde llega el límite que advierte los riesgos de llevarlo a la carretera más de lo recomendado?
Coincidimos en que el R34 Skyline es un deportivo de culto y, como tal, se ha ganado su lugar en las vitrinas. Pero, al mismo tiempo, cuesta imaginar en ella, su vitrina, la etiqueta que dice que SE MIRA Y NO SE TOCA, porque no hay que ser un erudito del mundo del motor para entender que este japonés nació para correr. Resguardarlo, sí, pero antes llevarlo a su verdadero hábitat, si no es molestia.
Si el modelo oficial es de culto, qué decir entonces del Nissan R34 Skyline GT-R en su versión Tommykaira R-Z. Solo hay una escuela que está a la altura del tuning alemán y es la japonesa. Y la casa Tommykaira, fiel representante, decidió cerrar el siglo con la expresión definitiva de la interpretación del R34 GT-R. De los que salieron de sus instalaciones en Kioto, no hubo mejor versión que la Tommykaira R-Z V-Spect 1999.

Un Nissan R34 Skyline GT-R único
La variante R-Z de esta empresa fue el tope de gama de su Serie R, la que mejoraba la propuesta de los R a secas y los R-S, de nivel de potencia intermedio, alcanzando los 530 caballos máximos, la cúspide del Skyline GT-R. Si a le agregabas la configuración V-Spec, pues, tocabas el cielo. Motor con diámetro aumentado, turbo optimizado, cigüeñal personalizado, llantas utilizadas en la Fórmula 1, aluminio en paneles interiores, palanca de cambios y puntales del alerón trasero, carrocería ensanchada…
Especificaciones que no han sido profanadas. Este Tommykaira RZ jamás ha sido modificado. Si en su momento se lanzó como exclusivísima edición limitada –si las 35 unidades de toda la Serie R ya los convertía en piezas de privilegio, cada uno de los 11 ejemplares del R-Z debe ser considerado como Santo Grial–, por su originalidad y el celoso cuidado que se le dio, dudo que haya uno igual.
Al respecto, aquí es cuando volvemos a la cita de introducción. “Apenas lo he conducido, salvo para las inspecciones y el mantenimiento”, le detalló el dueño a Bingo Sports, donde figura en venta. A pesar de su bajo kilometraje y de la sobreprotección que le dedicó, la virtud del propietario residió en siempre tenerlo listo para la acción. Con inspecciones periódicas, el coche siempre estuvo preparado para lo que realmente había sido creado: experimentar su conducción.
Es lo que, según manifiesta la reseña, le habría gustado, pero al vivir en la región de Tohoku, las condiciones climáticas adversas le imposibilitaban sacarlo a la calle con frecuencia. Ser un R-Z V-Spect, el envidiable mantenimiento… Todo lo que forma parte de su historial, en conclusión, contribuyó a su destino, que al parecer estaba escrito: ser un Nissan R34 Skyline GT-R único en el mundo.
Mauro Blanco
Veo arte en los coches y en sus diseños una potencia que va más allá de las cifras. Ex conductor de Renault 12 rojo modelo 1995 de épicos e imprevisibles episodios, al que recuerdo por la hostilidad de su volante, pero, sobre todo, por nunca haberme dejado en el camino.COMENTARIOS