Entre los conocimientos básicos de todo tifosi, bien básico debiera ser el referido a los orígenes del término testa rossa. Para la segunda mitad de la década de 1950, una evolución en carrocería y en mecánica llevaría a los de Maranello a sustituir al Ferrari Mondial 500 por el Ferrari 500 TR 1956. Era el comienzo de una nueva era y, entre aquellos cambios, la culata de motor en rojo se instalaba en el fabricante italiano como estandarte simbólico a perpetuidad.
Para finales de junio de 1958, el Testa Rossa ya se inscribía en la lista de privilegio. Al cabo de cuatro temporadas más y con todas sus variaciones, acabaría convirtiéndose en el Ferrari más galardonado en el circuito de la Sarthe, título que al día de hoy conserva. La saga de los TR merece en esta sección su reconocimiento, pero en esta ocasión los invito a ir un poco más allá para no limitar el asunto a las consagraciones de estos míticos prototipos italianos. La propuesta, tomar un momento mítico de la 28° edición de Las 24 Horas de Le Mans.
La edición de 1960 fue para la dupla belga Gendebien/Frère –uno de los tantos equipos privados– al volante del Ferrari 250 TR número 11, que ya desde la cuarta hora tomó el primer lugar que jamás iban a ceder. Otro 250 TR se quedaría con el segundo puesto, pero lo hecho por los Ferrari 250 GT “passo corto” fue también para destacar. Cuatro SWB cruzaron la bandera a cuadros en fila de la cuarta a la séptima posición. Aunque hubo un “passo corto” que no corrió con la misma suerte, pues debió abandonar en la vigésima primera hora, siendo el de mejor desempeño de los que no lograron completar la carrera, con 258 vueltas.
Su final prematuro fue sin dudas violento y ocurrió, para más placer, en la recta de Mulsanne. No violento producto de un choque, sino por las consecuencias inmediatas que le trajo una explosión en el motor V12, cuando corría a más de 240 km/h. Aquel Ferrari SWB número 15 era el que había estado comandando la hilera de los 250 GT de batalla corta hasta la medianoche y se había adentrado en una cacería contra el “passo corto” que luego pasó a liderar la manada, manteniéndose en el cuarto lugar de la general, posición que iba a conservar hasta el final. Fue aquel Ferrari SWB azul número 16 el que ganaría en la categoría GT 3000 para cilindradas de tres litros.
La 21° hora transcurría durante el mediodía del domingo 26 de junio de 1960. Restaban unos quince minutos para la una de la tarde cuando el motor comenzó a hacer explosiones tan fuertes por el carburador que el capó terminó volando mientras, valga la redundancia, el Ferrari volaba por la legendaria recta. He indagado y, de momento, no he dado con el motivo. Desconozco si la explosión se debió a una fuga por alguna de las válvulas o a alguna otra falla en la combustión, pero de algo no hay dudas: aquel infortunio hizo que el británico Henry Taylor se viera obligado a abandonar de inmediato. Para el cavallino de exterior plateado, la carrera estaba terminada.
Habitualmente, en esta sección de Mitos de Le Mans damos lugar y enfoque a glorias de la célebre carrera de resistencia, pero en lo personal también me atrae este tipo de escenas asumidas como verídicas por la historia ocurrieron y de las cuales, al mismo tiempo, no se tiene demasiado registro más que la propia palabra, lo que contribuye al mito, precisamente. Así como no he obtenido detalles que pudieran confirmarme qué llevó a la contraexplosión por carburador del V12, tampoco he podido encontrar material fílmico o fotográfico de ese momento fatídico en la extensa recta. Un momento que narran medios especializados como Forza Magazine en un artículo publicado en 2020, cuyo aporte incluye imágenes actuales del número 15 y una postal del coche corriendo sobre la mojada pista francesa en aquel junio de 1960.
Mauro Blanco
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