Los días de su compra, los años de la juventud, el olvido y la oscuridad del garaje, la revitalización y el adiós. Varios momentos resumen esta historia de larga, larguísima posesión. Habría que revisar el libro de los récords Guinness, pero una posesión de más de 80 años es difícil de rastrear. La familia Moir es toda una elegida, privilegiada de haberlo realizado.
Lo más reciente acerca de este Cadillac V16 Roadster de 1930 con carrocería Fleetwood data de 2023, cuando en Amelia Island, Florida, se subastó con una oferta final de 1.105.000 dólares, pero lo más importante sobre este coche en términos de dinero lo hallamos al otro extremo de su línea cronológica. No siempre se invierte tan eficientemente y esta familia norteamericana obtuvo este convertible haciendo uso de los 500 dólares mejor gastados. Eran otros tiempos, claro, pero aun así no dejaba de ser un monto notablemente bajo para un lujoso Cadillac V-16.
Verano de 1934. Un pequeño John Moir Jr. posa con el Cadillac de fondo. El roadster es nuevo en la familia, ha sido adquirido un año atrás bajo lo que podría considerarse un golpe de suerte. El V-16 es lujo, pero también rendimiento, y es este rendimiento uno de los factores que ha llevado a su anterior dueño, de una familia económicamente bien posicionada, a decidir venderlo y buscar un Ford algo más tranquilo. El contexto histórico, otro factor. Son tiempos de Gran Depresión y el ser visto al volante de un vehículo tan lujoso le habría generado una presión social suficiente como para quitárselo de encima.

El Cadillac V16 Roadster: una “ganga” y “una ganancia”
Esto explica la desvalorización del coche, pero, en sus memorias, Moir Jr. agrega algo más: “En 1933, los coches grandes y devoradores de gasolina eran difíciles de vender, así que papá consiguió una ganga”. Moir padre manejó el Cadillac hasta el final de la Segunda Guerra antes de dárselo a su hijo, que lo utilizó para transportarse de casa a la escuela de Harvard. Para ese entonces, el roadster era algo viejo, lo que habrá hecho que Moir hijo llamara la atención al llegar a sus jornadas de estudio. Durante tres años y medio, este Cadillac se movió como un coche universitario y fue en 1950 cuando, por iniciativa de Moir Sr., el joven John empezó a conducir algo más moderno: un AC Buckland Tourer.
Sobre la compra del Buckland y los Moir, la reseña de RM Sotheby’s da cuenta de algo que es clave para entender la posesión de 80 años: “eran una familia que, una vez que adquirían algo, rara vez se deshacían de ello, y el Cadillac no sería la excepción”. Una de las imágenes adjuntas ilustra la conservación. Es una foto de 1964 y en ella se ve a un adulto John Moir Jr. posando al volante del Cadillac. Luego, el mencionado olvido hasta los primeros años de la década de 1990, cuando el propio Moir Jr. decidió encargar una revisión y una restauración con específicos pedidos, como recuperar la desvanecida combinación original del marrón con el granate.
Casi todos los componentes de fábrica estaban allí y entre los pocos trabajos obligados destacó la reconstrucción de la chapa metálica de la Diosa, el clásico emblema de Cadillac. “Creo que obtuvimos una ganancia”, fue lo que dijo un longevo Moir Jr. acerca de aquella ganga de los años treinta, luego de vender el Cadillac en 2014, cortando la propiedad de 81 años. Por su edad, junto al Cadillac había puesto a la venta el resto de su colección. Me pregunto si algo queda actualmente en su familia, pues no era una colección ordinaria: según Sotheby’s, John Moir Jr. tenía un coche por cada letra del abecedario.
Mauro Blanco
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