El Volvo SCC o Safety Concept Car se presentó en el Salón del Automóvil de Detroit de 2001, y en el otoño del mismo año también en el aeropuerto de Sevilla. Era un prototipo que centró su atención en la seguridad y en una “visión superior”. Además, fue un claro adelanto del futuro compacto de Volvo, el C30, que se planifico para salir al mercado en 2002.
Este coche conceptual se encuadra en el segmento C, y presentaba un aspecto de shooting brake cuanto menos llamativo; otras personas lo definían como un coupé hatchback de cinco puertas. Pero lo que más llamaba la atención era la elevada carga de tecnología que llevaba, toda ella con el objetivo en la máxima seguridad para ocupantes y peatones. Fue el primer y único coche en llevar un cinturón de seguridad de cuatro puntos cruzado sobre el pecho con la hebilla de cierre en el centro, formando una “V”.
Para el diseño del Volvo Safety Concept Car se hizo hincapié en el principio de la información visual, pues entre el 80-90 % del total de la información que recibimos por nuestros sentidos nos llega por la vista. De esta forma su diseño no está solamente basado en la estética, sino que se diseñó alrededor de los ojos del conductor para garantizar unas perfectas visión y visibilidad.
Si se mejoraba la calidad de la información visual también se mejorará la capacidad de conductor para hacer lo correcto frente a decisiones vitales, evitando posibles colisiones. Para ello se construyeron unos pilares A con espacios sin acero ocupados por plexiglás transparente que permitían una mejor visibilidad hacia adelante.
El Volvo SCC (Safety Concept Car) era un compendio abrumador de tecnologías orientadas a la seguridad de ocupantes y peatones, muchos de ellos aplicados a los vehículos de serie y vigentes hoy en día
El sistema de acceso a su interior se realizaba por cuatro puertas, aunque las traseras llevaban un curioso sistema de apertura suicida con un extraño ángulo de apertura, conectado con una barra por su parte inferior de tipo corredera. Se desarrolló un arco de seguridad muy discreto, porque aun siendo un coupé llevaba pilar B curvo siguiendo el contorno de los asientos delanteros. Según Volvo era tan seguro como los pilares B convencionales.
Cuando el conductor se subía al asiento una cámara identificaba la posición de los ojos, de forma que el asiento se ajustaba automáticamente a la ubicación de los ojos para que el conductor obtuviese el mejor campo de visión posible. Una vez hecho esto, se ponían en movimiento el pedalier, el volante y la consola central, incluida la palanca de cambios, para garantizar una posición ergonómica perfecta.
Esta era la opinión de Hans Gustavsson, jefe de investigación y desarrollo de Volvo Cars: “Con el rápido ritmo del desarrollo tecnológico, estamos constantemente obteniendo acceso a ordenadores más pequeños, pero más potentes, nuevos sensores, etc. El enfoque de Volvo es utilizar los avances de una manera inteligente y sensata. Combinamos electrónica avanzada con nuevos materiales y nuevas soluciones de diseño mecánico para crear beneficios para el cliente. Un ejemplo de esto es el Volvo SCC y su visibilidad panorámica mejorada única”.
Entre toda esta batería de elementos tecnológicos destacaban algunos muy evolucionados, como la alerta de colisión -futuro asistente de frenada de emergencia- o el airbag exterior -para peatones-. Otros muchos de estos elementos nos resultan muy comunes hoy, pero hace 20 años eran una auténtica primicia. También se preocuparon de los peques, con la existencia de unos sistemas de retención infantiles perfectamente integrados en el coche, con dos cojines individuales que ofrecían regulación en altura.
Así encontramos el acceso de manos libres mediante llave inteligente, conocida como Volvo Personal Communicator (VPC), que poseía un sensor de huella dactilar y permitía abrir el coche con tan solo actuar la manija de la puerta o arrancar el motor sin necesidad de la llave. También memorizaba parámetros de configuración personal del conductor al automóvil, ajustando asiento, volante y el conjunto de pedales.
Asimismo, permitía configurar el navegador con diferentes destinos preconfigurados previamente con tan solo abrir la puerta del conductor. Hasta llevaba un sensor de intrusos en su interior que se activaba al captar los latidos del corazón, ya sean humanos o de animales, muy útil como alarma o como detector de “mascota o niño olvidado”.
También contaba con una cámara de vídeo delante que alertaba al conductor si se desviaba de la vía, a modo de complemento del detector de alerta por fatiga, y otra detrás con 180 grados de visión panorámica. No faltaba el Volvo on Call, que era una asistencia de emergencia en caso de accidente, actualmente es obligatorio para coches nuevos.
Incluía cositas como las luces de freno intermitentes en situación de frenada de emergencia, detección del ángulo muerto, el Head-up Display -o proyección de la información más importante para el conductor en el parabrisas-, control de crucero adaptativo en distancia y velocidad…
La configuración personalizada del puesto del conductor se realizaba mediante el Volvo Personal Communicator (VPC), que se activaba mediante huella dactilar a través de una llave inteligente
No faltaba un sistema de iluminación con unos faros direccionables, que giraban solidarios con la dirección. El volante era regulable en altura y profundidad y el asiento trasero contaba con regulación en altura. La interfaz hombre-máquina (HMI, de Interfaz hombre-máquina) se perfeccionó a un gran nivel, pudiéndose comunicar el coche mediante el teléfono móvil. De toda esta retahíla tecnológica, hasta 16 de ellas se incorporaron a los vehículos de calle de forma casi inmediata.
Resulta abrumador la cantidad de elementos de seguridad que ofrecía el prototipo, tanto a nivel activo como pasivo. Volvo siempre se ha caracterizado por su obsesión por la seguridad de ocupantes y peatones, y el SCC mostraba una auténtica batería con la última hornada de tecnología al servicio de la seguridad.
Para el futuro más cercano Volvo ambiciona que en pocos años nadie muera a bordo de un último modelo. Uno de los primeros pasos en esa dirección ha sido la limitación de fábrica a 180 km/h de todos sus coches, ya que es una velocidad suficientemente alta, y más fabricantes están pensando hacer lo mismo.
Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS