El Subaru Legacy 2.2 GX SW 4WD fue un coche minoritario en España, como todos los Subaru allá por los 90, pero representaba una opción de lo más interesante si necesitabas un coche de talante familiar, pero querías un tacto más directo y algo de deportividad. Pesaba sobre él una imagen algo anodina, un motor grande que presumía de par pero no de potencia y un precio, 3.600.000 pesetas, algo por encima de rivales más conocidos en nuestro país.
Subaru siempre ha sido una marca poco vista por las carreteras españolas, todo lo contrario que algunos compatriotas como puede ser Toyota, al tiempo que también adoptaba soluciones técnicas bastante particulares, como su conocido y eterno motor boxer. No podemos olvidar la tracción total, igualmente muy presente en sus modelos y que, al menos en los años 90, mantenía un diseño que le daba claramente un aire de modelo oriental que no gustaba a todo el mundo. Coches cargados de personalidad, que al final eran escogidos por gente que buscaba algo muy concreto y que solo lo encontraban en la firma nipona.
Coches como el Subaru Legacy SW, un modelo de carrocería familiar, pero que podía contar con tracción total y hasta una reductora, algo muy raro de encontrar incluso más de 20 años después, en el segmento de los familiares –por no decir inexistente–. Dos cosas que se combinaban con un motor de 2,2 litros gasolina y sin opción diésel, algo que, en pleno auge de la tecnología de “encendido por compresión” no ayudó a su popularidad. Menos todavía cuando las cifras de consumo homologadas, para colmo, estaban algo por encima de todos sus rivales con un motor similar.
La reductora acortaba el desarrollo de las marchas en un 16,5%, suficiente para superar casi cualquier cosa
Ese motor de 2,2 litros tenía, exactamente, 2.212 centímetros cúbicos, la admisión era atmosférica, la culata tenía cuatro válvulas por cilindro y un árbol de levas en cada una de ellas –tenía dos, era boxer, recordad– y como curiosidad, era de carrera corta, con 96,9 milímetros de diámetro y 75 milímetros de carrera. Sin embargo, la potencia era de 128 CV a solo 5.200 revoluciones y el par ascendía hasta los 19,54 mkg a 4.400 revoluciones. Si lo comparamos, por ejemplo, con uno de los referentes entre los familiares de tamaño medio como el Peugeot 406 SW con motor dos litros, vemos que con menos cubicaje rendía 135 CV a 5.500 revoluciones y 18,7 mkg a 4.200 revoluciones, pero además, tenía cotas cuadradas de 86 milímetros para diámetro y carrera.
No obstante, las prestaciones se podían considerar buenas, con un 0 a 100 kilómetros/hora en algo más de 11 segundos o un 0 a 14 kilómetros/hora en 25,7 segundos. Los 400 metros con salida parada los completaba en 17,9 segundos, los 1.000 metros desde 50 kilómetros/hora en quinta en poco más de 37 segundos y el 80 a 120 kilómetros/hora en quinta lo realizaba en 17,26 segundos; todo ello son mejores cifras que las obtenidas por el mencionado Peugeot 406 familiar. No había grandes diferentes, pero el Subaru era más rápido.
Sin embargo, donde más destacaba el Legacy SW con tracción total era, obviamente, en terrenos de poca adherencia, donde pocos coches podían seguirle. No era un deportivo puro, pero a poco que su conductor fuera mínimamente hábil, seguir el ritmo que se podía marcar era complicado para todos sus rivales. ¿Un coche de rallies camuflado de familiar?


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Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS