Hace ya tiempo, el mercado del automóvil parecía destinado a ser dominado por los monovolúmenes. Estos vehículos, de claras aspiraciones familiares y prácticas, empezaron a ser el coche para todo y para todos, incluso usuarios que no tenían familia ni necesidad de coche grande, conducían un monovolumen. Algo tan sinsentido como ocurre actualmente con los SUV, aunque sin llegar a los extremos que están llegando los Sport Utility Vehicles. Sin embargo, sí que hubo alguna idea loca, como deportivos con aspecto de monovolumen.
Entonces, todos los fabricantes empezaron a ofrecer sus propias propuestas de monovolumen, cada cual a su manera, destacando alguna opción por su talante y su tacto de conducción, como el SEAT Altea. El Altea llagó al mercado en 2004, siendo presentado durante el salón de Ginebra. Llegaba adoptando un diseño que ya nos había adelantado la marca mediante diferentes concept car, como el SEAT Salsa, el SEAT Tango o el SEAT Altea Concept, todos ellos diseñados por Walter da Silva, que se había establecido como el responsable de diseño de la marca y quien dio forma al SEAT Altea, al SEAT León, al Ibiza y sí, también a aquella generación del SEAT Toledo que recibió toda clase de críticas.
Cuando el Altea llegó al mercado, muchos decían que no era realmente un monovolumen, pues algunas de las características de estos coches no estaban presentes en el modelo español, decían que en realidad era un turismo espacioso, con un puesto de conducción más alto y un diseño exterior “a la moda”. Vamos, lo que viene siendo un SUV, pero en lugar de parecer un todoterreno pequeño, parecía un monovolumen.
Para su desarrollo, se tomó como base de partida la plataforma del SEAT León, la misma que usaban modelos como el Volkswagen Golf o el Audi A3, algo que ya resulta lo más normal del mundo. Ese punto de partida, le granjeó una muy buena crítica entre los medios especializados de la época, siendo muy común que fuera alabado por su comportamiento y las sensaciones que se tenían al volante. El SEAT Altea estaba muy cerca de un turismo convencional y eso le hacía ser mejor que muchos rivales en lo que a conducción se refiere. No obstante, no faltaron las críticas por contar, entre otras cosas, con un salpicadero de plásticos duros y por unas calidades que podrían ser un poco mejores.
Desde el momento de su lanzamiento, la acogida fue realmente buena, sorprendiendo incluso a la propia marca. Llegó a ser premiado con el galardón al “Coche más bello” en 2004 y se convirtió en el primer coche de SEAT en lucir las deseadas cinco estrellas Europ NCAP. Fue gracias a que, por primera vez, un SEAT estaba equipado con seis airbags de serie en todas las versiones, por ejemplo, aunque la estructura del coche y su construcción tuvieron también muchísimo que ver en la puntuación.
En aquellos años, SEAT ofrecía un marcado talante deportivo, tanto por diseño como por la puesta a punto de sus coches o los acabados que se ofrecían. Y eso, por supuesto, se notó en el Altea, que contaba con dos acabados: Sport y Sport-Up, que contaba con unas suspensiones más firmes que la media, ofreciendo un comportamiento en carretera muy efectivo y veloz. Era, claramente, un monovolumen deportivo y eso, acabó calando entre los usuarios, porque se vendieron más de 500.000 unidades a lo largo de 11 años de producción (en Martorell). Un tiempo durante el cual, recibió un restyling en 2006, apareciendo la versión FR, una clarísima declaración de intenciones.
Las versiones más vendidas estaba equipadas con el motor 1.9 TDI de 105 CV, aunque también contó con una gran popularidad el 2.0 TDI con 140 CV. Era la época del diésel, la hibridación todavía no era una tecnología de futuro aunque Toyota estuviera apostando por ella desde hacía tiempo y hasta el SEAT Aleta FR tuvo su versión diésel, con nada menos que 170 CV. En gasolina, las opciones podían llegar a los 160 V del propulsor 1.8 turbo, pasando por un 2.0 de 150 CV y dejando el 2.0 turbo de 200 CV para el SEAT Altea FR.
Para 2009, el SEAT Altea recibe un nuevo restyling, aunque en esta ocasión, bastante somero. Para entonces, ya se había adoptado la denominación TFSI para los motores de gasolina y se había lanzado al mercado el SEAT Altea Freetrack, que era básicamente un crossover sobre la base de una versión alargada que se puso en circulación en 2006: el SEAT Altea XL, con el que intentar captar al público que empezaba a mirar al segmento de los SUV/crossover con interés. De hecho, los SUV fueron los que acabaron con el Altea, abandonando la producción en noviembre de 2015.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS