Coche del día: Saab 900 Cabrio (1994)

Coche del día: Saab 900 Cabrio (1994)

Mejor ¿imposible?


Tiempo de lectura: 4 min.

Existen películas que se asocian indiscutiblemente a un coche y coches que dejan volar tu imaginación directamente a una película. Quizá uno los más claros ejemplos sea el DeLorean DMC-12 de “Regreso al futuro”, pero al que escribe le han marcado dos: el Jeep Cherokee de “Los Goonies” y el Saab 900 Cabrio de “Mejor Imposible”.

Este último probablemente sea un caso más aislado, pero ahí entran mis gustos particulares y la atracción que he sentido siempre hacia los modelos de la marca sueca y en especial sus descapotables de las últimas décadas. Porque descapotables los ha habido más bonitos, más deportivos, más económicos, pero el 900 captó mi atención desde que lo vi como vehículo espía en una publicación impresa en la transición de mi infancia a la adolescencia.

Y después de esta divagación casi nostálgica hablemos ya del coche. El Saab 900 NG fue lanzado en 1994 usando ya plataformas de General Motors, manteniendo esa estética tan característica de modelos precedentes.

El Convertible o Cabrio se puso a la venta poco después con unas líneas menos fluidas que algunos rivales fruto de derivar de un modelo de dos volúmenes y no de un sedán, que era lo más habitual. Debido a ello se mantuvo una zaga elevada que provocaba una línea lateral ascendente aunque había perdido la caída del portón de la generación anterior. Quizá fue este el motivo por el cual la capota desplegada no le sentaba mal del todo, remarcando con ella sus curiosas proporciones a causa de la corta distancia entre ejes y los largos voladizos.

Saab 900 S Cabrio 2

El Saab 900 Cabrio medía 4,64 metros de longitud para 2,6 metros de batalla, así que gran parte de su envergadura quedaba “al aire”, reforzándose su silueta por unos paragolpes especialmente prominentes. Había mucha chapa a la vista que le dotaba de una imagen robusta, aunque se trató de suavizar en la zaga por los plásticos que unían los pilotos traseros continuando el patrón de sus colores rojo y grisáceo -un rasgo de las versiones americanas-. Las llantas del modelo concreto de la película de Jack Nicholson eran las de tres radios con orificios muy pequeños tan características de Saab (ver detalle), pero que tampoco ayudaba a descargar la imagen de su vista lateral.

En cuanto al interior, el salpicadero de los Saab 900 era un ejemplo de la perfecta conjugación entre diseño y ergonomía. La distribución de los mandos, de aspiración aeronáutica por la vasta experiencia de la marca en la fabricación de aviones, estaba orientada y centrada en el conductor y divididas en dos zonas claramente diferenciadas, ambas de formas muy verticales. Bien rematado, su sobriedad era interrumpida por las salidas de aireación ovaladas.

Eran especialmente grandes, como la mayoría de los mandos que activaban las funciones de la radio en la zona alta o el climatizador en la parte inferior. No obstante, había otras curiosidades más cuestionables como la escala regresiva del velocímetro (aumenta la percepción de velocidad) o la posición del bombín de la llave de contacto entre los asientos. Como primicia, el 900 contaba también con el denominado Black Panel, un recurso que permitía oscurecer la instrumentación dejando solamente visible la información básica para evitar distracciones.

Saab 900 S Cabrio 3

El espacio no estaba mal para cuatro ocupantes. Detrás había poca anchura, pero suficiente para dos, mientras que el hueco para las piernas resultaba generoso pese a que la escena de la película nos hiciese pensar lo contrario cuando Jack Nicholson pegaba el asiento del conductor hacia el volante para que la rubia se encontrase cómoda. Para el maletero se declaraban entre 295 y 354 litros, una cifra discreta para su tamaño y lo voluminoso de su zaga. La visibilidad a través de la luneta trasera era el punto más criticable, cosa que se resolvió en el lavado de cara del 98 al situarla en un plano más elevado.

La oferta mecánica comprendía tres motores cuyas potencias se encontraban entre los 150 y los 185 CV. Un rango algo exiguo para cubrirlo con tres opciones, pero todas ellas eran bien distintas. Por un lado, el acceso a la gama Cabrio estaba cubierto por un 2.3 de cuatro cilindros, 900 S. Por encima se situaba el sedoso V6 de 2.498 cm3 que erogaba 170 CV (900 SE). Y por último, un inevitable bloque turboalimentado, aunque fue un 2.0 el que coronaba la gama con sus 185 CV (900 SE Turbo).

El 2.3 resultaba suficiente para el carácter de este descapotable, pero debido a la relativamente escasa diferencia de precio con respecto a los otros dos, merecía la pena hacer el esfuerzo, ya fuese porque se buscasen prestaciones puras gracias al turbo o la suavidad y refinamiento del seis cilindros. Más tarde, ya como 9-3, se ofreció una explosiva edición denominada Viggen en la que el poderoso 2.3 Turbo ponía en demasiados aprietos al bastidor.

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Ángel Martínez

Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.

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