El Renault 9 Turbo habla por sí solo acerca de lo prolífica que fue la adopción de esta tecnología en la gama de la casa del rombo durante los años 90. Y es que, al fin y al cabo, con modelos mucho más aptos para ser una base deportiva – como el R11 – ya luciendo el distintivo de Turbo, incorporarlo a un escueto y familiar sedán parecía innecesario. No obstante, la moda de los tiempos mandaba, pudiendo además ser parte de una insistente campaña publicitaria en la que hasta los modelos más masivos de la marca habían de cumplir con ese toque de potencia dado por el turbocompresor.
Una tecnología íntimamente ligada a Renault, la cual la había desarrollado en sus modelos de resistencia y F1 para luego aplicarla de forma masiva a los de serie ayudando a definir la que fue una década espectacular para la historia del automovilismo. Pero vayamos al comienzo del Renault 9. Variante con cuatro puertas y tres volúmenes del R11, vio la luz junto a éste en 1981 bajo el diseño de Robert Opron. Uno de los profesionales más influyentes en la historia del diseño automovilístico en Francia, responsable del espectacular Citroën SM y los recordados Renault Fuego o Alpine A310.
Pensado para rellenar la oferta del fabricante en el siempre disputado segmento C, con los años el Renault 9 se ha llevado mucha menos fama que el R11. Justo en el mismo sentido que lo ocurrido con el FIAT Marea, variante con tres volúmenes de los mucho más vendidos Bravo y Brava. No obstante, Renault hizo esfuerzos para dar una imagen más prestacional a este sencillo vehículo con consumos ajustados. Capaz de marcar unos seis litros a los cien conduciendo de forma sosegada por carreteras abiertas. Un dato que habla por sí sólo de lo que ofrecía el Renault 9: una mezcla de sobriedad, practicidad y sentido para el día a día.
Desde finales de los setenta Renault fue la marca puntera en el uso masivo del turbo, llevándolo a las carreras de resistencia, la F1 y finalmente casi toda su gama de turismos con versiones prestacionales
Renault 9 Turbo, llega el lado más vibrante
Decir que el Renault 9 Turbo es un modelo deportivo con todas las de le ley sería pecar de exceso de optimismo. Sin embargo, sí es cierto que esta versión ofrecía una cara más excitante que la prevista en un coche así. Para empezar, el motor de 1.387 centímetros cúbicos con cuatro cilindros en línea pasaba a rendir 105 CV a 5.500 revoluciones por minuto. Todo ello para mover los poco más de 900 kilos entregados por el conjunto.
Es decir, no estaba nada mal teniendo en cuenta que el Renault 9 no se hizo con ánimo deportivo, dejando esto a la variante dos puertas del R11 que, a la sazón, era igual en lo mecánico. De la sobrealimentación se encargaba un turbocompresor Garret T2 del cual no hemos encontrados indicios serios sobre su pertenencia a aquella leyenda negra siempre contada cuando el Supercinco GT sale a colación, teniendo más de eso, de leyenda, que de realidad.
Eso sí, obviamente la patada del turbo era una marca de la casa al acelerar, dando a coches como el Renault 9 Turbo el inconfundible sello de los años ochenta. Además, como era habitual en otras versiones Turbo de la gama Renault, la altura de miras mecánica iba acompasada con un equipamiento más sobresaliente que el resto de las versiones.
Con su carácter de tres volúmenes del segmento C, el Renault 9 estaba dominado por una practicidad a la que aquí se agregaron buenas dosis de potencia y garra gracias al turbocompresor Garrett T2
Por ello, el Renault 9 Turbo incorporaba un habitáculo más cuidado e incluso mando de cierre a distancia de las puertas. Eso sí, debido al notorio aumento de la potencia respecto a las versiones menos prestacionales de la gama, aquí los consumos se elevaban hasta poder pasar de los 13 litros a los cien exigiendo bastante al pedal de aceleración y casi 9 a un crucero de unos 120 kilómetros por hora. Así las cosas, resultaba evidente que disfrutar del turbo se llevaba por delante una de las mejores cualidades de los Renault 9 más básicos. No obstante, permitía disfrutar de la “ patada “ deportiva en un modelo de tres volúmenes sin necesidad de recurrir al segmento superior.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS