Para bien o para mal, la Ranquel Pick-Up fue síntoma de sus tiempos. Un último intento por resucitar a uno de los vehículos más queridos en la Argentina, habiendo servido tanto para uso familiar como, especialmente, industrial. Hablamos del Rastrojero. Un modelo pensado por y para las vastas zonas rurales del país sudamericano, siendo la opción perfecta para gestionar la movilidad en las propiedades agrícolas aún más recónditas. Pero vayamos a paso a paso. En primer lugar hemos de situarnos en la Argentina de 1952. Momento en el que bajo el gobierno de Perón y su fomento de la industria nacional se crea bajo el patrocinio público Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado.
Concebida a la forma y manera que en España significaba la ENASA creada al amparo del Instituto Nacional de Industrial, la IAME no sólo buscó crear un parque móvil adecuado a las necesidades de la población argentina sino también construir aeronaves con una plantilla que alcanzó hasta los 12.000 trabajadores. Sin duda un esquema muy ambicioso, el cual lució al Rastrojero como su principal y más querido producto. Fabricado desde la inauguración de la IAME hasta finales de los años setenta, este utilitario de carga estaba dirigido a las clases populares, contando con un buen precio de acceso a fin de que las familias agrarias pudieran adquirirlo y mejorar así la explotación de sus terrenos. Es decir, se trataba de un vehículo puesto al servicio del desarrollismo económico.
Basado en un motor diésel Borgward de bajo consumo y poco mantenimiento, el Rastrojero se dispuso en múltiples carrocerías donde el espacio reservado bien a la carga o bien a los pasajeros se repartía de distintas maneras. De hecho, dentro de su amplia gama desarrollada a lo largo de casi tres décadas también encontramos opciones de gasolina. Todo ello para crear un vehículo querido incluso por quienes nunca lo llegaron a tener, exactamente igual que pueda pasar en España con el SEAT 600 al haber logrado ser, más que un coche, un símbolo del país. No obstante, incluso los iconos más venerados no son para siempre, por lo que en 1979 cesó la producción del Rastrojero.
Durante los años ochenta se vivió la privatización de multitud de empresas públicas automotrices en multitud de países caracterizados por el auge del libre mercado. Un fenómeno dado tanto en España como en Argentina por citar dos ejemplos muy cercanos
Ranquel Pick-Up, un intento de resurrección
En 1979, el acceso de Margaret Tatcher al liderazgo del Reino Unido marcó la consolidación definitiva de lo que iban a ser las políticas neoliberales. De esta manera, los estados comenzaron a adelgazar su participación en la economía productiva mediante una política de privatizaciones masivas, dada tanto en países con gobiernos de izquierda como de derecha. En suma, las regulaciones públicas sobre los mercados nacionales e internacionales se hacían cada vez más laxas, favoreciendo la desaparición de los grandes consorcios estatales fundados después de la Segunda Guerra Mundial.
En España esto lo vimos con la privatización por etapas de Pegaso y SEAT, exactamente igual que en Argentina ocurrió con la IAME. Así las cosas, en 1980 la dictadura de Rafael Videla privatizó aquella empresa estatal vendiendo además los bienes de equipo de la misma. De esta manera, todo lo necesario para montar una cadena de producción automotriz cayó en manos de Giudice-Pace. Responsable de montar varios centenares de la antigua Pick-Up Rastrojero usando restos de producción de todo tipo.
Sin embargo, aquello tuvo que ver más con una producción de preserie que con una comercialización masiva. De esta manera, la definitiva resurrección del popular modelo tuvo que esperar hasta 1989. Año en el que Imetal S.A presentó la Ranquel Pick-Up, la cual sería ofrecida a través de la red de concesionarios de la agrícola Massey Ferguson. Además, aunque este nuevo modelo se realizó a calco y copia del Rastrojero, lo cierto es que se incluyeron algunos cambios cosméticos tanto en el interior como en el exterior, destacando eso sí la incorporación de un nuevo motor Borgward diésel de 2,4 litros y 70 CV.
Aunque resucitar a aquel vehículo popular y muy insertado en el imaginario nacional pudiera parecer una buena idea, lo cierto es que su diseño estaba profundamente anticuado, por lo que en ningún momento pudo ser competitivo
Llegados a este punto, se podría pensar que la Ranquel Pick-Up estaba destinada a ser un éxito de ventas gracias a cómo establecía un hilo conductor con el querido Rastrojero. No obstante, si la nostalgia no va unida a la innovación suele servir de muy poco en el ámbito del vehículo con kilómetro cero. Por ello, hay que entender que la Ranquel Pick-Up nació ya antigua. Además, en un contexto comercial diferente, donde las tasas aplicadas a las importación se habían relajado abriendo así el mercado argentino a todo tipo de vehículos. Con todo ello, huelga decir que la Ranquel Pick-Up no fue una opción competitiva en los ya avanzados años noventa. De esta manera, al poco de su estreno vio su ocaso. Eso sí, sin duda fue un excelente homenaje al Rastrojero, uno de los vehículos más queridos en toda la historia automotriz de Argentina.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS