El Peugeot 406 2.2 16v esta destinado a cubrir el hueco existente entre la versión de 137 CV y el V6 de 210 CV. Una opción que hubiera merecido mucha más atención de la que tuvo, pero apareció en pleno dominio de los motores turbodiésel y los 406 HDi era los que dominaban las ventas del sedán francés.
Heredero directo del Peugeot 405, el 406 era uno de los pilares de ventas de la firma francesa, en una época en la que todavía había hueco para carrocerías de tres volúmenes, pero no para motores de gasolina. Hablamos de La era del diésel, y por eso, el Peugeot 406 2.2 16v pasó tan desapercibido. Y eso que, según pruebas de la época, era un coche muy agradable de conducir, con un motor silencioso, sin vibraciones y con una respuesta inmediata al acelerador.
El 406 2.2 16v es una versión de la que poca gente se acuerda. El dos de 137 CV era el que se llevaba parte de la atención por su buen equilibrio entre prestaciones y precio, mientras que el V6 de 210 CV era el culmen del Peugeot 406 y el que protagonizaba muchas conversaciones por el simple hecho de ser el más potente y veloz. Eso dejaba al 22 16v un poco abandonado, aunque por su relación precio-prestaciones-equipamiento, era el más interesante de los aquí mencionados.
No era un coche deportivo ni tampoco lo pretendía. Peugeot le dio una personalidad totalmente distinta, muy rutera, suave y fácil de controlar, es decir, “muy Peugeot” de la época. Aun así, se trata de una versión con una buena cifra de potencia y unas prestaciones respetables. Su motor, un cuatro cilindros con 2.230 centímetros cúbicos, culata de cuatro válvulas por cilindro y dos árboles de levas, rendía 160 CV a 5.650 revoluciones y 22,1 mkg a 3.900 revoluciones.
El 406 2.2 16v solo se ofrecía con el llamado “pack sport”, que tenía suspensiones algo más duras pero poco más
Potencia y par que llegaban a las ruedas delanteras mediante un cambio manual de cinco relaciones, con unos desarrollos bastante bien ajustados –una quinta de 36,41 km/h a 1.000 revoluciones– que permitían unas prestaciones interesantes, aunque, aclararlo de nuevo, sin ningún atisbo de deportividad. La velocidad máxima se cifraba en 218 km/h y el 0 a 100 km/h en 10 segundos, el 0 a 400 metros lo completaba en 16,83 segundos y el 0 a 1.000 metros en 30,86 segundos.
No son malas cifras para un sedán 4,60 metros, 1.370 kilos y un claro talante rutero. El motor no solo tenía potencia para mover el conjunto con soltura, también tenía ejes de equilibrado para eliminar vibraciones, ofrecía, al menos, 20 mkg de par entre 2.200 y 5.500 revoluciones. Si hacemos caso a lo que decía la revista Autopista, el Peugeot 406 2.2 16v era un coche que permitía ir muy rápido de forma muy fácil, aunque los consumos, si no se tenía cuidado, podían dispararse hasta no menos de 18 litros cuando se exprimía al máximo las prestaciones del motor.
La poca popularidad del Peugeot 406 2.2 16v se debía, no solo al auge de los turbodiésel, sino a que tenía ante sí una larga lista de rivales, a cada cual mejor preparado. Por ejemplo, se tenía que ver las caras con el SAAB 9.3 con 154 CV, con el Volkswagen Passat 1.8T con 150 CV, con el Opel Vectra 2.2 16v de 147 CV, con el Volvo S40 turbo de 160 CV, con el Alfa Romeo 156 2.0 16v de 150 CV… Una lista larga y de rivales no precisamente fáciles de derrotar.
Por otro lado, el Peugeot 406 2.2 16v tampoco era un coche barato, pues la marca pedía 3.850.000 pesetas, 23.139 euros
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS