Con más de 210 años de historia a sus espaldas, Peugeot es una de esas empresas que ha tenido que inventarse y reinventarse multitud de veces. No sólo en lo relativo a sus gamas automovilísticas, sino también en su catálogo de productos donde han llegado a convivir elementos tan dispares como las bicicletas con los molinillos de café. Así las cosas, el Peugeot 305 es un buen ejemplo para ilustrar la que fue una de las décadas de mayor incertidumbre de diseño para la casa del león. Hablamos de los años setenta del pasado siglo, ya que este familiar fue lanzado al mercado en 1977 para sobrevivir – sorprendentemente – hasta un avanzado 1987.
No obstante, vayamos a la génesis del Peugeot 305. Y es que, para mediados de los años setenta era obvio que la gama del fabricante francés necesitaba de una severa reestructuración. Algo que no sería fácil, pues al fin y al cabo ésta estaba muy bien escalonada con modelos como el 304 y el 404. Apuestas seguras para los segmentos C y D, tributarios en lo estético de la línea Florida marcada por Pininfarina, mientras que en lo mecánico gozaban de un apreciado estatus como modelos cuasi indestructibles. Sobrios, con escaso brío y sencillos en su planteamiento. Pero al tiempo capaces de imponerse en pruebas tan duras como el Rallye Safari gracias a su pertinaz capacidad de aguante sin presentar averías.
Además, la verdad es que si bien Peugeot podía seguir tirando de este hilo para definir su imagen de marca, lo cierto es que la entrada en los años setenta invitaba a presentar algunas variantes prestacionales tanto en los segmentos más urbanos como en los más enfocados a las autopistas. Algo que vieron muy bien en Italia si nos centramos en el segmento B – con el Autobianchi A112 Abarth – y en Alemania si nos decantamos por el mundo de las carrocerías con tres volúmenes, viendo el nacimiento de las primeras berlinas deportivas bajo el amparo de BMW y su apuesta de diferenciación respecto a la más señorial Mercedes. Así las cosas, ¿qué haría Peugeot?
A mediados de los setenta Peugeot tenía una gama donde algunos modelos se solapaban con otros, aunque al mismo tiempo contaba con la gran virtud de tener una consolidada imagen de marca basada en una fiabilidad a toda prueba
Peugeot 305, un modelo que nació calculadamente indefinido
Desde que en los años treinta la casa del león tuviera en su catálogo los 401 y 601 destinados a cubrir nichos de mercado en las gamas altas, ésta no había desarrollado grandes berlinas hasta 1975 y el lanzamiento del 604 destinado al segmento E. Además, en lo que se refiere al punto contrario, al de los pequeños utilitarios urbanos del segmento B, la situación estaba cubierta desde que en 1972 se presentase el 104 con diseño del lápiz de Pininfarina Paolo Martin. Así las cosas, para mediados de la década Peugeot necesitaba renovar sus opciones intermedias dando relevo a los efectivos pero anticuados 304, 404 y 504. Las antiguas apuestas para los segmentos C y D.
Obviamente, ese conjunto de modelos generaba no pocas dudas y solapamientos, por lo que con el Peugeot 305 se intentaron abarcar diversas cualidades. De esta manera, este modelo nace con la base de un segmento C, aunque por su equipamiento, precio y carrocería con tres volúmenes va picando claramente hacia el D. Algo que se demuestra por las buenas condiciones ruteras que exhibió, destacando en diversas pruebas del momento como un modelo silencioso, confortable y dotado de una gran habitabilidad.
Todo ello sobre su chasis monocasco en acero, al cual se añadieron mecánicas de 1.3 litros a 1.6 en el caso de las variantes de gasolina, mientras que la única opción dada en diésel se quedó en 1.6 litros. Eso sí, posteriormente subió la cilindrada hasta una opción de 1.9 litros No obstante, el Peugeot 305 más exitoso en ventas fue el de 1.5 litros, con culata de aluminio y cigüeñal de cinco apoyos para dar 74 CV a 6.000 revoluciones por minuto con una relación de compresión de 9,2:1. Todo ello alimentado por un carburador vertical Solex 35.
A España casi no llegaron unidades ya que debía pagar los costosos impuestos inherentes a todo vehículo importando. De esta manera, su precio podía llegar a ser superior al de los Lancia fabricados por SEAT en la factoría navarra de Landaben
Con estas cifras, obviamente no estamos hablando de una berlina capaz de mirarse de tú a tú con las alemanas, claramente más prestacionales. Pero sí tenemos entre manos un modelo familiar de excelentes cualidades en materia de fiabilidad al que, además, se le había potenciado bastante el cuidado por la seguridad, resaltando los resultados dados en test de choque por su monocasco de acero, el cual mereció incluso más elogios que el del BMW Serie 3 del momento. Sin duda un modelo adecuado para cubrir diferentes nichos de mercado, siendo protagonista de aquellos años de transición en la casa francesa, la cual encontraría un excelente momento de esplendor al mediar los ochenta con la renovación completa de su gama y los éxitos deportivos en el Campeonato Mundial de Rallyes, el París-Dakar y Le Mans.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS