El Opel Ascona 1.6 S era una de las opciones que tenían los españoles, en los años 80, para comprar un coche de importación, es decir, que no se fabricaba en España. Lo que hoy supone lo más normal del mundo, en aquel momento era, incluso, algo de lo que presumir, pues un coche de importación era, generalmente, más caro. Aun así, la prensa de la época decía que merecía la pena, si se podía, pagar el extra, pues el Ascona 1.6 S era un gran automóvil, con un equilibrio casi imbatible en su categoría.
La España de los años 80 era muy distinta a la actual –leas cuando leas esto–. Muchos la llaman “la década prodigiosa”, envuelta en la transición, marcada por numerosos cambios y, sobre todo, por la paulatina apertura de las fronteras. Se vivían tiempos de gran intensidad en casi todos los ámbitos, incluso en el mundo del automóvil, con la aparición de modelos emblemáticos, que ayudaron a dibujar una época única que, muy probablemente, no vuelva a repetirse. En aquellos años circulaban por las calles nacionales coches como el mítico Peugeot 205, apareció la segunda generación del Volkswagen Golf –modelo “de importación” en España–, en 1985 se lanzó el SEAT Málaga para reemplazar al SEAT 131, el Citroën CX mantenía su imagen y su esencia revolucionaría y Opel, a ojos de cualquier aficionado, era más Opel que nunca.
En aquellos años, la firma alemana tenía en catálogo la primera generación del Corsa, el espectacular Opel Senator y el más que interesante Opel Ascona, de los cuales, solo el Opel Corsa era un modelo de producción nacional, el resto, era coches de importación. El Senator era un modelo a alta gama, con pocas ventas, pero mucha presencia; el Opel Ascona era un modelo que entraba de lleno en uno de los segmentos más competidos y de mayor crecimiento en España: el segmento D, el de los sedanes y berlinas de tamaño medio. Es cierto que el Ascona se fabricaba desde los años 70, pero fue en los 80, con la tercera generación, el Ascona C, cuando alcanzó su apogeo.
A este tipo de carrocerías se les definía como ‘semibreak’ por su forma y por su capacidad de carga, que se iba hasta los 445 litros con todas las plazas

A nuestro país llegaba, al inicio de su comercialización, con carrocería de tres volúmenes y con carrocería de cinco puertas, junto al motor 1.6 S de 90 CV, que tenía un cambio manual de cuatro relaciones. Ya por entonces, el Ascona había pasado a montar tracción delantera al emplear la plataforma J de General Motors –plataforma que también tenía el Daewoo Aranos, por cierto– y presumía, entre otras cosas, de una batalla y una anchura que le conferían un importante aplomo en carretera. De hecho, leer una prueba del Opel Ascona 1.6S es leer sobre un coche con mucha estabilidad, con un equilibrio general por encima de la media y unas capacidades ruteras de referencia, aunque también era leer sobre un coche con una dirección algo lenta y un poco pesada de manejar en giros cerrados, al tiempo que se repetía en varias ocasiones que una quinta marcha en la caja de cambios haría maravillas.
El conjunto motor-caja de cambios hacía un buen trabajo, pero con pequeños cambios, habría sido todavía mejor. El motor era un cuatro cilindros de 1.598 centímetros cúbicos, culata sencilla –un árbol y dos válvulas por cilindro–, alimentación por carburador vertical y una compresión de 9,2 :1. Se anunciaban 90 CV a 5.800 revoluciones y 12,8 mkg a 3.800 revoluciones, que se enviaban al eje delantero mediante, como se ha dicho ya, un cambio manual de cuatro relaciones cuyo desarrollo final, en cuarta, era de 29,9 kilómetros/hora a 1.000 revoluciones. El motor, según la prensa de la época, era uno de los mejores que se podía encontrar en aquellos años, tanto por funcionamiento, como por tecnología y técnica –encendido electrónico, taqués hidráulicos–, consumo y prestaciones.
Hay que decir que no podemos considerar rápido al Opel Ascona 1.6S, aunque no por ello es lento. Por cifras, el coche estaba en la media, aunque superaba a coches como el Renault 18 o el Talbot Solara en aceleración. Los 400 metros con salida parada los completaba en 18,8 segundos, mientras que los 1.000 metros, en mismas condiciones, se alcanzaban en 34,3 segundos. Los 400 metros desde 40 kilómetros/hora, en cuarta, necesitaban 19,9 segundos y la velocidad máxima se quedaba en casi 170 kilómetros/hora.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS