Durante el Salón de Tokio 2015 se presentó el Nissan Serenity. Un prototipo que hubiera pasado bastante desapercibido de no ser por la reivindicación del estilo japonés que interpretaba. Y es que el automovilismo nipón siempre ha dado sus mejores momentos cuando ha sabido desprenderse de inseguridades y modas extranjeras, buscando así su propio camino en base a valores tomados de la cultura tradicional. Algo que no se ha dado en muchas tradiciones automovilísticas nacionales, descartando el caso de Italia respecto a la “ pasión deportiva “ o el de Inglaterra en lo referido a la calidad y comodidad de los habitáculos más señoriales.
Sea como fuese, lo cierto es que el Nissan Serenity hace una apuesta por integrar elementos de la tradición arquitectónica japonesa y su forma de integrar la vida cotidiana en el medio ambiente. Un objetivo que parece no poco fantasioso al hablar de diseño industrial, aunque al tiempo podemos confirmarlo con sólo un vistazo a su interior. Y es que, más allá de la mecánica – este es un ejercicio de diseño, por lo que Nissan siquiera ofreció datos respecto a la motorización – aquí vemos un especial cuidado al habitáculo.
Amplio, luminoso, de colores suaves y proporciones muy armónicas, en él la mayoría de sus superficies son lo más diáfanas y limpias de líneas posibles. Todo ello plasmado incluso en detalles como los asientos, especialmente anchos y recostados. Así las cosas, el Nissan Serenity está directamente inspirado en la tradición paisajista del país. Donde las estructuras arquitectónicas han tendido a fundirse de forma poco invasiva con el entorno, dejando espacios abiertos donde la luz proveniente del jardín se fusiona con el interior lleno de maderas claras. Una concepción del diseño llena de preferencia por la serenidad, siendo ideal para un vehículo familiar que vaya a ser usado en el día a día.
En este prototipo se estudiaron formas y soluciones que transmitieran la mayor limpieza de líneas posible, especialmente en su interior, donde todo se enfoca a un ambiente tranquilo y despejado
Nissan Serenity, un paso más en la tradición del diseño japonés
Una de las cuestiones más interesantes del diseño automovilístico en Japón es la forma en la que se ha dotado de conceptos relacionados con la cultura tradicional. Así las cosas, Mazda tiene por bandera desde hace décadas el término Jinba Ittai. Especialmente visible en la saga de sus Miata, incidiendo en la necesaria compenetración que máquina y conductor han de tener. Una forma de diseñar sus vehículos en la que se da prioridad a la forma en la que éstos transmiten las sensaciones de la carretera al conductor, bebiendo de un concepto desarrollado por los guerreros y su forma de montar a caballo.
Según aquel, se suponía que jinete y montura debían ser uno, gozando de una comunicación plena y sencilla con tan sólo un toque o señal. Mazda supo llevarse esto al comportamiento de algunos de sus modelos, y al tiempo Toyota hacía lo mismo con el concepto de Waku Doki.
También tomado del acerbo tradicional nipón, este término viene a significar la emoción y efervescencia que alguien siente al realizar cualquier actividad que le reporte felicidad ya alegría. Algo que los de Toyota aplicaron desde los años sesenta especialmente a sus deportivos más livianos y ligeros, como el Sports 800 de 1965. Propulsado por un escueto bicilíndrico que, no obstante, aporta grandes dosis de diversión gracias a los tan sólo 580 kilos del modelo.
El automovilismo japonés tiene diversos elementos de caracterización tomados directamente de la tradición cultural del país, viéndose esto en Nissan pero también en Toyota o Mazda
Tras todo esto, Nissan regresa a la aplicación de conceptos tradicionales al automovilismo con el interior de su Nissan Serenity. Un vehículo familiar que, en pleno auge de los SUV y sus muchas veces agresivas formas y combinaciones de colores destinadas a retar los nervios de cualquiera, se presentó en una elegante combinación de colores plata y cerezo junto a una carrocería donde, según Nissan, se intentan fusionar los conceptos de sedán deportivo y monovolumen. Sin duda una apuesta interesante y diferenciada en un mundo donde los coches cada vez son más globales y parecidos en su definición.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS