Hace exactamente 10 años el Nissan Qashqai se colaba por primera vez en el Top 10 de matriculaciones en nuestro país, un hecho sin precedentes del que ya conocemos lo que ha ocurrido después. Sin embargo, el revolucionario crossover no fue el único éxito de la marca en España, pues el Terrano lideró durante años el mercado de los 4×4.
Nissan ya había coqueteado con los SUV antes, aunque los primeros X-Trail no consiguieron desbancar a rivales como el Honda CR-V o Toyota RAV4. Se atrevieron incluso a plantarle cara a los recién llegados Premium con el Murano, pero antes que con este lo habían intentado con el Pathfinder.
El nombre puede llevar a confusión porque el primer Terrano que conocimos en Europa se llamó Pathfinder en USA y el Pathfinder que podíamos ver en los concesionarios de la marca (el R51) y que también gozó de cierta popularidad por aquí no era un SUV, sino un TT de verdad basado en el Navara. Podría decirse que el Pathfinder que nos ocupa hoy (denominado internamente como R50) fue el predecesor del primer Murano e hizo aparición en 1996.
Dicho esto, aclararé también lo que he mencionado acerca de los concesionarios, ya que este Pathfinder solo se traía a España bajo pedido; cosa lógica debido a la exclusividad del modelo y que solo estaba disponible con un motor de gasolina a un precio poco competitivo, ya que costaba más que un Mercedes M de potencia equivalente.
El Pathfinder era un vehículo de 4,53 metros de largo con un diseño sobrio al gusto americano, con la particularidad de la manilla trasera oculta en el marco de la ventanilla que también vimos en su sucesor. Para realzar la imagen lujosa que la marca pretendía su carrocería estaba decorada con elementos cromados en los paragolpes o las carcasas de los retrovisores.
En el interior se recurría al cuero y la madera o detalles de equipamiento como los asientos calefactados o el techo solar eléctrico para dotarle de ese toque distintivo; todo de serie en una sola versión cuya única opción era la pintura metalizada.
Montaba un motor 3.3 V6 pero solo entregaba 150 CV. El original que se vendía en Japón erogaba 170, pero tuvieron que caparlo para adaptarse a la normativa europea. Pese al elevado cubicaje y un par de 266 Nm, el Pathfinder debía lidiar con dos aspectos que no le hacían brillar en el tema de las prestaciones. Por un lado, un peso de 1.910 kilos, y por otro, el cambio automático de cuatro velocidades. De esta forma, se declaraba una velocidad máxima de 166 km/h y un 0-100 en 12 segundos, mientras que la media de consumo se cifraba en 13,2 l/100 km.
Su chasis monocasco iba montado sobre una plataforma de propulsión trasera con posibilidad de conectar el eje delantero mediante su sistema de tracción integral. Contaba con una notable altura libre al suelo y grandes recorridos de las suspensiones, por lo que pasaba más por un TT que lo que hoy entendemos por SUV. No obstante, en carretera su comportamiento era superior al de un Patrol, por ejemplo, si bien las suspensiones enfocadas al confort provocaban balanceos en la carrocería al enfrentarse a zonas sinuosas, un hábitat para el cual no estaba enfocado.
Con esta mezcla, podría decirse que el Pathfinder era un vehículo que podía funcionar como coche de representación por su exclusividad o nivel de equipamiento, así como un coche familiar debido a su generoso espacio interior con el plus de la tracción 4×4 que permite irse a esquiar o aventurarse por terrenos escarpados por donde hoy los propietarios de un Qashqai no se atreverían.
Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.COMENTARIOS