El Napier-Railton Special fue un coche único, diseñado exclusivamente para batir récords de velocidad y ofrecer una resistencia sin precedentes en las carreras en las que mecánicas y pilotos se ponían al límite. Solamente se produjo una unidad, la cual ha sobrevivido a nuestros días. Con carné de identidad británico, se terminó en 1933 y su principal característica era su sistema de propulsión: un motor aeronáutico.
El piloto John Cobb deseaba tener un coche muy, muy especial para poder batir los récords de velocidad existentes. Mr. Cobb fue un piloto automóvilístico nacido en 1899 que contaba en su palmarés con tres títulos de récords de velocidad sobre tierra, todos ellos en la salinas de Bonneville (Utah, EEUU). Murió en un accidente náutico pilotando una lancha motora en el Lago Ness, buscando superar el récord sobre agua.
El diseño del Napier-Railton Special fue obra de Raid A. Railton, ingeniero jefe de la empresa británica Thomson & Taylor, a petición de John Cobb, que le explicó claramente su deseo: fabricar un vehículo con un chasis capaz de soportar el gran tamaño, peso y potencia brutal de un motor de aviación. La verdadera razón de Cobb era batir a su gran rival Tim Birkin, que competía con un Bentley Special dotado de compresor volumétrico y que siempre le ganaba.
Sus récords iniciales los realizó mayormente en la pista de carreras de Brooklands, situado en la localidad de Weybridge, en el condado inglés de Surrey. Este circuito tiene el honor de haber sido el primer autódromo construido de forma específica para carreras del motor en la historia de este deporte. Se inauguró el 17 de junio de 1917 y tenía una longitud de 4,43 km y tres curvas. Este óvalo pavimentado en cemento poseía dos curvas rápidas a la izquierda y una más cerrada y lenta a la derecha. Podía albergar hasta 287.000 espectadores.
No era fácil asociar un poderoso motor W12 aeronáutico a una caja de cambios adecuada y un chasis que soportase tal peso -2.054 kg- a unas velocidades superiores a los 230 km/h durante largos periodos de tiempo. El ingeniero jefe Raid A. Railton lo consiguió
El Napier-Railton Special conserva el récord de velocidad de la vuelta más rápida de Brooklands, con 230,84 km/h, conseguido en 1935. No se ha superado hasta la fecha, pues el circuito fue ocupado militarmente durante la Segunda Guerra Mundial, y desde entonces jamás se ha utilizado como circuito de velocidad. También batió diferentes récords a lo largo y ancho del mundo, en total 42 entre 1933 y 1937. En 1936 logró alcanzar los 248 km/h de media en las salinas de Bonneville.
El chasis en escalera, construido en aluminio, fue realizado por Gurney Nutting & Co. Limited, una empresa británica especializada en construir carrocerías personalizadas para modelos de alta gama de marcas como Bentley, Duesenberg, Daimler y Rolls-Royce. El proyecto incluía frenos de tambor en las ruedas traseras y unas ballestas semielípticas.
El automóvil estaba propulsado por un motor aeronáutico Napier-Lion XIA con arquitectura W12, y una cilindrada total de 23.944 cm3, casi 24 litros. Era de aspiración natural, nada de turbos ni compresores, y rendía 580 CV a 2.585 RPM medidos a 1.525 metros de altitud sobre el nivel del mar (5.000 pies). Estos 12 cilindros estaban agrupados en tres bancadas de cuatro cilindros cada una a 60º entre sí, en la configuración conocida como “flecha ancha”, muy poco frecuente. Mediante una puesta a punto especial se consiguieron alcanzar los 600 CV.
Este soberbio aeromotor se fabricaba de forma artesanal partiendo de una gran cantidad de tochos de aluminio, realizadas cada una de sus partes por personal altísimamente cualificado y la herramienta más sofisticada para ello: taladros, hornos y baños para el tratamiento de componentes metálicos, fresadoras para realizar cigüeñales, crisoles para fundir aluminio, tornos accionados por correas, pulidoras, moldes de arena para la fabricación y extracción de culatas…
Su motor W12 llevaba tres bancadas de cuatro cilindros cada una, doble árbol de levas y cuatro válvulas por cilindro. Podía generar hasta 600 CV a una caja de cambios específica de tres marchas. El robusto chasis de escalera estaba realizado en aluminio, para no elevar en exceso el peso del vehículo
La distribución se realizaba a través de doble árbol de levas por fila de cilindros y cuatro válvulas por cilindro. Su sistema de escape era triple, uno por bancada, y poseía algunas características aeronáuticas como encendido dual con magneto. Su caja de cambios de tres marchas era un suplicio para los pilotos a causa de su insufrible ruido generado por la ausencia de sincronización; si no se realizaban los cambios de forma correcta “rascaba” como si fuese a reventar. Tenía que ser robusta y por ello pesada, de aquí la necesidad de montar un ligero chasis de aluminio.
Otro quebradero de cabeza eran los neumáticos, pues tenían que soportar sus más de dos toneladas de peso y aguantar velocidades superiores a los 230 km/h durante largos períodos de tiempo. La solución vino de mano del fabricante Dunlop, que tras un tiempo de desarrollo e investigación consiguió suministrar tan deseadas gomas al cabo de unas pocas semanas.
El depósito de combustible tenía una capacidad de 65 galones -casi 250 litros-, e iba situado detrás del piloto. Ello convertía al Napier-Railton Special en una bomba inflamable sobre ruedas. Su consumo también era el de un avión, recorriendo 5 millas por galón, unos 47 litros cada 100 km. En teoría podía alcanzar los 270 km/h, y extrañamente solo llevaba frenos en el eje trasero. Su peso superaba las dos toneladas (2.054 kg).
Desde 1997 es propiedad del Museo de Brooklands, comprado gracias al apoyo del Fondo de Loterías del Reino Unido y una serie de donantes públicos y privados. Pasó antes por diversas manos, algunas tan importantes como el ex jefe de Aston Martin, Victor Gauntlett.
No es un automóvil estático, sino que funciona perfectamente, conduciéndose de forma regular y siendo uno de los participantes del evento deportivo del Goodwod Revival que se celebra todos los años en septiembre. Normalmente está en exhibición en una de las salas donde se muestran los modelos de los años 30.
Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS