Los compactos deportivos modernos son, sin lugar a dudas, máquinas de escándalo. Presumen de potencias que hasta hace unos años estaban prohibidas para coches de tracción, son tan eficaces en pista como para plantar cara a modelos que, igualmente, eran lo más de lo más hace unos años. Sin embargo, han perdido algo de deportividad, en favor de mejores acabados, unos andares más refinados, cuero, equipamiento de automóvil de representación… además, solo se ofrecen con carrocerías de cinco puertas y con cambio automático; no son coches tan pasionales como antes…
Es algo que ha pasado en todos los segmentos, se han vuelto más correctos, más coherentes, aunque mecánicamente de coherente tengan poco. Son, en definitiva, más usables en el día a día y en el fondo, menos deportivos. Por eso, coches como el Mugen Civic Type R FN2, levantan pasiones allá por donde pasan, porque mantienen esa esencia radical, ese tacto de coche pensado para disfrutar, para ofrecer un torrente de sensaciones al tiempo que se revientan los cronos. Ya no hay coches como el Civic Type R FN2, y por supuesto, muchos menos como la variante creada por Mugen, que es todavía más racing y más pensada para el disfrute de la conducción. Y eso que el Honda Civic Type R FN2 ya era un coche tirando a radical.
Cuando apareció el Type R FN2, allá por 2007, fue recibido con algunas críticas, que posteriormente, cuando los medios comenzaron a probarlo, empezaron a surgir. Por un lado, la potencia era la misma del Type R anterior, el EP3, y las prestaciones muy similares. Además, técnicamente era un paso atrás, al menos sobre el papel, pues se perdían las suspensiones por paralelogramo y se optaba por McPherson delante y un eje rígido detrás. Ni siquiera la magia de los motores atmosféricos de altas revoluciones pudo contentar a la prensa y, por tanto, tampoco a los aficionados.
Mugen, como siempre, tenía su particular visión del Civic Type R FN2, que, en parte, eliminaba toda esa sensación de tener delante el mismo EP3 con otra carrocería. Y lo mejor de todo, la “solución” que presentó el especialista en Honda, también llegó a Europa, aunque fueron tan solo 20 unidades. No obstante, fue la primera vez que Mugen ofrecía una de sus creaciones fuera de Japón de forma oficial y eso, junto con su escasísima tirada, lo convierte en un objeto de colección.
Lo primero fue retocar el motor. El bloque K20Z4 recibió un tratamiento bastante importante, tan importante como para extraer 240 CV a 8.300 revoluciones y 212 Nm de par a 6.250 revoluciones. Se ponía el nivel, al menos cuento a cifras, del Honda S2000, aunque con algo más de cubicaje. Mugen desarrolló y montó en este motor nuevos pistones –con los que se subió la cilindrada hasta los 2.156 centímetros cúbicos–, árboles de levas con más cruce, escape completo, admisión y por supuesto, reprogramación de la gestión electrónica. Todo ello, obviamente, sin añadir la sobrealimentación. El cambio era manual de seis relaciones, lo que convierte a este Civic Type R en un coche para auténticos puristas –un motor que necesita muchas revoluciones y con cambio manual–.
Pero no se contentaron, simplemente, con hacerlo más potente. Mugen es el AMG de Honda, por así decirlo, también tocaron el chasis. Así, amortiguadores y muelles nuevos tomaron sus posiciones para un mayor control de la carrocería gracias a unos tarados tirando a radicales, y con una altura de la carrocería rebajada. Los frenos también se cambiaron por unos más potentes, compuestos por pinzas monobloque de cuatro pistones y rotores ranurados delante con 310 milímetros, obra de la misma Mugen. Frenos que se podían ver a través de las llantas de aleación forjadas con 18 pulgadas, que eran igualmente una obra de Mugen.
Todo ello se aderezó con una imagen algo más racing, con elementos que, en teoría, mejoran la aerodinámica del Honda Civic Type R FN2.
Solo se fabricaron 20 unidades, así que no es sencillo encontrar alguna a la venta y como cabe esperar, tampoco será barato.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS