Un diseñador de la talla de William Towns es, como mínimo, alguien con la capacidad de concebir modelos muy diferentes aunque, al mismo tiempo, unidos por finas pero evidentes líneas de similitud. Así las cosas, no hace falta tener la vista muy afinada para adivinar en el Microdot algunas doctrinas básicas compartidas con el Aston Martin Bulldog. Uno de los diseños que, junto a la primera generación del sedán Lagonda o el DBS de finales de los sesenta, fueron renovando la gama de la casa británica tras la sensacional saga de los DB4, DB5 y DB6. Pero vayamos por partes.
Para empezar, hemos de situarnos en 1976. Año el que Towns y la empresa de ingeniería Mallalieu presentaron los primeros bocetos serios de lo que, ese mismo año, iba a ser el prototipo del Microdot. Un diseño, por cierto, completamente funcional desde el principio. Así las cosas, lo cierto es que las ciudades británicas – especialmente Londres – habían visto crecer enormemente la congestión de su tráfico al mismo tiempo que aumentaban los desplazamientos entre el centro y la periferia de las mismas. De esta manera, ofrecer un microcoche futurista y cómodo – mucho más avanzado que el sempiterno triciclo Reliant – se antojaba como una buena idea comercial.
No en vano, según los estudios de mercados multitud de familias estarían dispuestas a adquirir un vehículo económico, práctico y de mantenimiento sencillo a fin de dejar en el garaje su automóvil del segmento C o D. Más aún con los efectos de la Crisis del Petróleo aún pesando en las cuentas de la clase media. Llegados a este punto, todo apuntaba a la conveniencia de producir en serie al Microdot. Ideado para albergar con total comodidad a tres adultos sentados en paralelo realizando pequeños desplazamientos por áreas urbanas. Además, dotado con un motor híbrido – nada nuevo, recordemos cómo ya había híbridos en la transición del siglo XIX al XX – para maximizar así el ahorro en combustible.
Con un diseño de lo más interesante en términos de maximizar el espacio, este microcoche se presentaba con motorización híbrida ya en los años setenta
Microdot, un microcoche con mucho estilo
Si la Crisis del Petróleo tuvo algún efecto positivo, éste fue el espolear a los fabricantes en su replanteamiento sobre los niveles de consumo de sus automóviles. De esta manera, a partir de 1973 se vivió una preocupación creciente en los departamentos de ingeniería por mantener la potencia al tiempo que se rebajaban el cubicaje y el consumo. De hecho, fruto de este interés vino el desarrollo y posterior aplicación masiva del turbocompresor aún cuando, en verdad, esta tecnología existía desde hacía décadas.
No obstante, en aquella época con la reducción del consumo por bandera apenas se vieron ejemplos sobre vehículos híbridos. Por ello, la aparición del Microdot en 1976 guarda un mayor interés que el que, a priori, pudiera tener otro de los muchos ensayos urbanos de la época. Es más, este diseño de William Towns bien puede formar parte del grupo de ensayos urbanos realizados durante los setenta, destacando de entre todos el Vettura Urbana de Michelotto. Una versión futurista – y eléctrica – del popular 126 realizada por Giovanni Michelotti para FIAT.
En este sentido, al Microdot se le quiso dotar con un motor de 400 centímetros cúbicos que, a su vez, se combinaba con un generador de 3,5 Kw. De todos modos, decimos lo de “ se le quiso dotar “ porque, finalmente, los últimos prototipos abandonaron aquella idea para montar un bloque de combustión procedente de la empresa Reliant. Ironías del destino, justo aquella a la que se quería adelantar en clave eficiente y futurista.
Finalmente su coste de fabricación era tan elevado debido a lo sofisticado de sus planteamientos que tuvo que ser desechado de la fabricación en serie
Y es que el Microdot fue un prototipo demasiado ambicioso. De hecho, fue justo esto lo que finalmente acabó finiquitando la idea de poder llevarlo a serie. No en vano, su precio se calculó en unas 4.000 libras aunque, finalmente, la complejidad del diseño hizo que éste se tuviera que haber disparado hasta las 10.000. Una verdadera barbaridad pues, al fin y al cabo, venía a ser lo que costaban los modelos más baratos de Porsche o, ni más ni menos, cinco unidades del urbano FIAT 126. De todos modos, este diseño de William Towns queda en el recuerdo como un microcoche que, de haber llegado a serie, no sólo hubiera sido un híbrido en los setenta sino que, incluso, le hubiera dado avisos sonoros a sus ocupantes sobre diversas incidencias usando las voces de actores y actrices de moda. En fin, claramente demasiado lujoso para lo que debería haber sido una sencilla opción para el tráfico de Londres.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS