El Mercedes-Benz 280SE 3.5 era todo un sedán del fabricante alemán, que vio la luz en julio de 1970 y dejó de producirse en septiembre de 1972. Esta gran berlina con carrocería sedán estaba dotada de una elegancia clásica difícil de superar hoy en día, y poseedora de una robustez que la hacía casi indestructible, pensada para durar y durar.
Podríamos dedicar cientos y cientos de palabras para describir todos los aspectos interesantes de su carrocería. En el frontal destacamos su enorme parrilla cromada con tres finas molduras cromadas en posición horizontal y una vertical, y un gran marco cromado. Esta parrilla quedaba flanqueada por dos generosos faros antiniebla circulares. Los faros principales, también circulares, estaban agrupados en parejas y colocados de forma vertical, con los intermitentes situados en la parte central exterior. La parte inferior quedaba rematada por un paragolpes cromado. No podía faltar su imprescindible tapón de radiador en forma de estrella de tres puntas.
El lateral mostraba líneas rectas ligeramente suavizadas en las aletas, con una fina moldura cromada que recorría toda su longitud y rodeaba la zaga. Toda la parte baja, así como los guardabarros, iban protegidos por otra moldura cromada. No podían faltar las molduras cromadas en los marcos de lunas y ventanillas. La zaga quedaba rematada con unos grupos ópticos rectangulares, también enmarcados en cromo, al igual que el paragolpes. En el centro de la parte inferior del portón del maletero encontrábamos la omnipresente estrella.
Era un coche de dimensiones generosas para la época, pues tenía 4.900 mm de longitud, 1.810 de anchura y 1.440 de altura. La plataforma contaba con una batalla de 2.750 mm y unas vías delantera y trasera de 1.482 y 1.485 mm, respectivamente. El peso no le iba a la zaga pues marcaba 1.550 kg en orden de marcha (con el depósito de combustible lleno y el conductor).
Los 200 CV de su V8 lo impulsaba hasta los 100 km/h en nueve segundos y podía superar los 200 km/h de velocidad máxima, valores nada malos para mover los 1.500 kg que marcaba en báscula
Una vez traspasado el umbral de las puertas llamaba la atención el gran espacio interior, algo lógico dado sus dimensiones exteriores y el buen aprovechamiento interior. Una nota negativa eran sus asientos, poco envolventes, un mullido muy duro y una tapicería de polipiel desagradable al tacto, fría en invierno y calurosa en invierno. A su favor podemos decir la extrema atención prestada al acompañante, pues disponía de su propia calefacción independiente, todo un lujo.
A nivel de equipamiento curiosamente carecía de cuentarrevoluciones y el sistema de limpieza del parabrisas se realizaba mediante una bomba accionada por el pie. La transmisión automática, el diferencial autoblocante, la climatización, los elevalunas o el techo corredizo eléctricos eran opcionales Algunos botones / interruptores tenían poca utilidad. El maletero era una auténtica caverna pues contaba con 521 litros de capacidad.
A ver que nos cuenta el propulsor. Bajo el capó encontrábamos un V8 en posición longitudinal de 3,5 litros (3.499 cm3), que rendía 200 CV a 5.800 RPM de potencia máxima y 288 Nm a 4.000 RPM de par máximo. La distribución se encomendaba a un árbol de levas en cabeza por cada bancada de cilindros, y la alimentación mediante inyección electrónica indirecta multipunto de la casa Bosch.
La potencia se trasladaba al eje trasero a través de una caja de cambios manual de cuatro marchas, con la palanca de cambios situada en el piso. Su tacto y manejo era tosco y desagradable, sobre todo cuando el conjunto motor / caja de cambios había cogido la temperatura óptima de funcionamiento.
Sorprende que una marca orientada al máximo confort de sus ocupantes descuidase la estabilidad y tuviese un bajo límite de adherencia en curvas, sobre todo en firme mojado. La falta de rigidez de la amortiguación y una dirección muy sensible eran los principales culpables de ello
En cuanto a la suspensión en el eje delantero era independiente de doble horquilla, con tirantes longitudinales y tirantes inferiores, con muelles helicoidales; detrás llevaba un puente De Dion con tirantes de empuje longitudinales, muelles helicoidales con compensador neumático y ajuste de altura. En la práctica se traducía en una suspensión suave, con una cierta tendencia al balanceo, pero ofreciendo un elevado nivel de comodidad a sus pasajeros para afrontar largos viajes. Los neumáticos eran de 185 mm de ancho, sobre llantas de 14 pulgadas.
La estabilidad salía perjudicada por esta suspensión, penalizada por la dirección asistida excesivamente suave y provocando una falta de estabilidad en línea recta. Parecía que iba “pisando huevos”. El Mercedes-Benz 280 SE 3.5 no estaba pensado para una conducción dinámica, y los límites de agarre en curva aparecían en seguida, con una adherencia decente solo en firme seco. De frenos no iba mal servido, con discos en ambos ejes, siendo ventilados los delanteros. El tacto del pedal era suave y progresivo, a la vez que potentes y equilibrados, con una elevada resistencia a la fatiga.
Respecto a sus prestaciones alcanzaba los 207 km/h reales, y necesitaba 30,4 segundos para recorrer los 1.000 metros desde parado. Los 100 km/h desde parado los alcanzaba en nueve segundos. Su consumo no era precisamente frugal, alrededor de los 13 l/100 km de valor medio, pero sus 82 litros de capacidad del depósito de combustible le otorgaban una buena autonomía. Si deseábamos adquirir uno teníamos que desembolsar el equivalente de unos 85.000 euros a día de hoy.
Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS