Nos encontramos ante un híbrido nada convencional, el Leyat Helica, pues unía características de un automóvil con cuatro ruedas, dirección y habitáculo para los pasajeros junto a un sistema de impulsión propio de un avión, con un motor específico para ello que movía una hélice. En realidad tenemos que hablar de varios modelos que se llamaron Leyat Helica.
Marcel Leyat fue un pionero de la aviación y construyó este prototipo experimental de coche/avión o avión/coche, como más nos guste definirlo. Su construcción se realizó antes de la Primera Guerra Mundial, aunque no fue hasta principios de los años 20 cuando se empezó a producir de forma real. Estos artefactos tan particulares fueron fabricados entre los años 1913 y 1917 en una nave situada en el Quai (muelle) de Grenelle, situado en París.
Este híbrido entre coche y avión podía alcanzar una velocidad de 171 km/h, algo impensable en la época
Este singular vehículo con aspecto de avión sin alas lo montó por primera vez en 1913. La verdad es que construyó un misil con cuatro ruedas, ruidoso y veloz como él solo, pues fue capaz de alcanzar los 171 km/h allá por el año 1927 con un modelo evolucionado. Finalizada la Primera Guerra Mundial Mr. Leyat creó la sociedad “Mecánica Aeronáutica para el Automóvil” con el objetivo de producir y comercializar su Voiture à hélice Leyat (Vehículo a hélice Marcel Leyat).
Para disponer de piezas para su construcción se dedicó a buscar entre chatarrerías y desguaces donde se depositaban centenares de aeroplanos, excedentes ya innecesarios de guerra. Este material lo podía adquirir a precios bajos, algo que le vino muy bien a causa de la escasez de materias primas después de la guerra.
Esta especie de Frankenstein contaba con un fuselaje de madera y en su interior se podían acoplar dos personas en distribución tándem. El motor fue construido de forma específica por Fiat para este prototipo, y era un bloque bicilíndrico de cilindros opuestos. Este motor, fabricado por Scorpion, generaba una potencia de 8 CV y tenía un consumo de 6 l/100 km.
Su peso total era de tan solo 225 kg, razón del buen nivel de sus prestaciones. La gran hélice propulsora iba protegida por un gran aro metálico. Se construyeron muy pocas unidades y todavía queda rulando alguna unidad por la geografía mundial.
Se pudo adquirir en tres versiones diferentes: berlina, abierta y furgoneta. Su suspensión era independiente a las cuatro ruedas, las ruedas directrices eran las traseras y los frenos se situaban en el eje delantero. Con el paso de los años el Helica fue evolucionando, destacando una versión de tres ruedas y un motor JAP del que solo construyó una unidad.
En 1915 construyó la segunda versión del Hélicocyle, con un solo ejemplar también. En 1919 fabricó seis unidades de un Helica de cuatro ruedas y motor MAG, y en 1921 la llamada Voiture à hélice Leyat con cuatro ruedas y motor ABC, de las cuales diez unidades eran de versión sedán (cerrada) y tres en versión sport (abierta).
También fabricó en 1925 la Draisine rail/route, adaptada para moverse por raíles y que fue un encargo del director de las minas de oro en el Congo (África). En 1925 Marcel Leyat abandona la fabricación de este híbrido para centrarse de forma exclusiva al desarrollo de aviones de diseño aeronáutico innovador.
En su momento la prensa lo presentó casi como el “coche del futuro”, aunque tan solo vendió una treintena de unidades, debido a su extrema ligereza, elevada velocidad y el peligro que suponía llevar una hélice de gran diámetro delante de los pasajeros. Marcel Leyat pasó el resto de su vida, una vez retirado del diseño aeronáutico, a recopilar información de la próxima gran conquista de la humanidad: el espacio exterior.
Tan solo quedan dos unidades hoy en día, aparte de diferentes réplicas. Una de ellas es la que utilizó un aventurero argentino de nombre Gustave Courau, que se dedicó a recorrer Francia a bordo de uno de ellos a mediados de los años 20, donándolo posteriormente a un museo.
Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS