Kia ha sido una marca que ha reaccionado a las exigencias del mercado de una manera rápida, adelantándose incluso a otros fabricantes más consolidados en algunos aspectos, sobre todo en los últimos años. La gama de la marca coreana a finales del siglo pasado había crecido considerablemente con respecto a los primeros pasos que fue dando con timidez en nuestro país, cuando desembarcó apenas con el Sportage y el Sephia.
Al contrario que hoy día, en aquella época la moda no estaba en los SUV, sino en los monovolúmenes, y ante las expectativas creadas por el creciente segmento de los monoespacios compactos, los coreanos nos trajeron, además del Carnival, un par de integrantes más con el que rascar ventas a modelos consolidados como el Renault Mégane Scénic o los nuevos integrantes Citroën Xsara Picasso y Opel Zafira. De este modo, desembarcó el conocido Carens, pero poco antes habían tenido presencia con una auténtica rareza en nuestras carreteras: el Kia Joice.
Aparecido a finales de 1999, el Joice utilizaba la plataforma del Hyundai Santamo, que a su vez no era más que un Mitsubishi Space Wagon de segunda generación relogotipado y que no llegó a Europa, ocupando su lugar el Galloper Santamo. Aunque la plataforma y motor fuesen idénticos, los de Kia remozaron su carrocería para dotarle de una imagen totalmente distinta capaz de ocultar su origen. En su mercado doméstico se llamó Kia Carstar.
El Joice era un monovolumen de 4,57 metros de longitud, 1,72 de anchura y una altura de 1,64 metros. Por tanto, por tamaño se alejaba de los recientes compactos con los que sí podía competir por precio. Tenía cabida para siete ocupantes, si bien, y como ocurre en la mayoría de estos casos, la tercera fila resultaba medianamente cómoda solo para niños.
En las plazas delanteras se disfrutaba de un generoso espacio en cuanto a altura, pero la anchura, sin ser crítica, no destacaba frente a una berlina de tamaño similar. Lo mismo ocurría en la segunda fila, concebida para tres aunque sus formas sugirieran que únicamente dos adultos viajarían con comodidad.
Y es que se ofrecía una sola banqueta, regulable en distancia, eso sí, con respaldos divididos en proporciones 50:50, quedando así cortado justo donde el pasajero central debería apoyar la espalda. Además, este detalle impedía poder contar con reposacabezas para dicha plaza.
Por su parte, la última fila estaba también compuesta por una única base y dos respaldos abatibles. En esta posición no quedaban ocultos como en un Zafira, pero sí enrasaban lo suficiente como para ofrecer una superficie relativamente plana para dar cabida al equipaje.
Con esta configuración el maletero albergaba 531 litros de capacidad, pero sus formas resultaban muy irregulares y la toldilla que lo cubría se situaba tan baja que la capacidad se veía mermada en un buen puñado de litros. Con los siete asientos en posición vertical, apenas quedaba espacio para un par de bolsas o mochilas, detalle común en la mayoría de monovolúmenes con tres filas de asientos.
Delante encontrábamos un salpicadero similar en muchos detalles al del mencionado Mitsubishi, aunque con formas ligeramente distintas en la consola central, salidas de ventilación o las inserciones de imitación a madera tan extendidas en aquella época. En general, no destacaba por calidad, aunque la impresión de solidez superaba a los turismos que Kia vendía por entonces.
Hallar una buena postura al volante resultaba fácil por la regulación de volante y asiento, que te dejaban en una posición más parecida a la de un turismo tradicional por altura, aunque la inclinación del aro era demasiado horizontal. A este sensación contribuía la excelente visibilidad con un pilar A asimilable a otro tipo de vehículo que no fuese un monovolumen, al no contar con un pequeño cristal dividido como en el Zafira o un triángulo entre el marco del parabrisas y la puerta como era el caso del Xsara Picasso.
Debido a la reducida altura del conjunto, el comportamiento del Joice también distaba de los minivans para asemejarse más al de los turismos, con las lógicas limitaciones de este tipo de coche. Al conducirlo, no encontrábamos balanceos en la carrocería ni reacciones comprometidas, aunque los neumáticos que equipaba de serie, como en muchos otros coches de la época procedentes de Corea, eran bastante mejorables.
Solo la versión básica del Galloper Santamo con 92 CV ofrecía siete plazas a un precio inferior que este Kia
Empleaba un único motor de origen Mitsubishi, un 2 litros de gasolina que prometía 139 caballos de potencia, que no estaba mal, si bien las prestaciones no eran su fuerte más por una mala aerodinámica que un elevado peso, tarado en 1.340 kilos. Hablar de cifras en un vehículo de planteamiento familiar como este Joice está de más, pero matizar que, a pesar de todo, se movía con dignidad si olvidábamos que bajo el capó se escondían casi 140 caballos. Eso sí, el consumo resultaba elevado en toda circunstancia, con medias reales que superaban los 11 litros cada 100 kilómetros. No había alternativas de gasóleo.
Su mayor baza era su precio, lo cual no es ninguna sorpresa. Costaba en el año 2000 unos 2,5 millones de pesetas, o sea, 15.000 euros de entonces y 22.140 euros de hoy. Para hacernos una idea, era una tarifa similar a versiones básicas de gasolina de Scénic o Xsara Picasso.
Lo más cercano por tamaño y potencia estaba en el Toyota Picnic, 6.400 euros más costoso, pero con mejores prestaciones y una calidad superior. En cuanto al equipamiento del Joice, no había nada de lujos (a excepción de la citada madera de dudoso efecto), siendo el aire acondicionado y el ABS opcionales.
La vida del Joice fue bastante efímera dentro y fuera de nuestras fronteras. La culpa no fue porque se tratara de un mal producto, sino del solapamiento de gamas con un Carens que llegó unos pocos meses después, algo más pequeño y en principio solo con cinco plazas. Para viajar siete cómodamente quedó el Carnival.
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Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.COMENTARIOS