A principios de nuestro siglo la marca Jeep planeó una fuerte ofensiva con el lanzamiento de varios modelos que doblarían su oferta, limitada por entonces a solo tres coches. De esta manera vieron la luz el Commander, un modelo grande con cabida para siete pasajeros, la versión cuatro puertas del Wrangler (Unlimited), y dos SUV idénticos desde el punto de vista mecánico pero muy distintos en apariencia: el Compass y este Jeep Patriot que nos ocupa hoy.
Conscientes del tirón que ya tenían los crossover o SUV en aquellos años (el Patriot se puso a la venta en 2007), y considerados por muchos los pioneros con el lanzamiento del Cherokee XJ en 1984, Jeep planeó su desembarco en el segmento compacto con dos modelos que atraerían a una gran parte del público.
Por un lado estaba el Compass, con una imagen más urbana y fiel a la filosofía de este creciente segmento, y por otro lado el Patriot, que apuntaba a aquellos que seguían prefiriendo la imagen robusta y clásica de los todoterreno de verdad. Medía 4.441 mm de longitud, 1.756 mm de ancho y tenía una altura de 1.669 mm, cotas similares a las de un RAV4 de tercera generación (2006) o un Suzuki Grand Vitara, los reyes del segmento en cuanto a ventas en aquella época.
El Patriot seguía más la línea del segundo gracias a su imagen de 4×4 tradicional, con formas cuadradas, aristas, mucha chapa y elementos que recordaban a los Jeep de toda la vida, como la parrilla con siete láminas verticales o faros redondos.
Sin embargo, todo se quedaba en apariencia, pues su base era la de un SUV al uso con la salvedad de que solo se ofrecía con tracción total permanente, pero sin reductora. Jeep denominaba a este sistema Freedom Drive I (el Freedom Drive II se ofreció en otros mercados junto a la posibilidad de versiones de tracción delantera). En condiciones normales el sistema de tracción tenía un reparto 90:10 al eje delantero, pudiendo variar automáticamente hasta enviar un 60 % al eje trasero sobre firmes con baja adherencia.
Adicionalmente contaba con la función “Lock”, que permitía bloquear el diferencial de manera manual para repartir el par al 50 % entre ambos ejes hasta los 16 km/h. Esta era su mayor concesión a la conducción offroad, pues ni los ángulos de ataque o salida ni la altura libre al suelo acompañaban para superar una conducción por campo con mayores garantías que en otros SUV.
En cualquier caso, fuese en el terrero que fuese, el Patriot se movía gracias a un motor diésel de origen Volkswagen que los americanos denominaron CRD. No era otro que el conocido 2.0 TDI de 140 CV (BKD, sin common-rail), suficientes para empujar con cierta soltura sus casi 1.600 kilos.
Declaraba una velocidad máxima de 189 km/h y una aceleración de 0 a 100 en 11 segundos. El consumo en ciclo mixto se estimó en 5,6 litros cada 100 kilómetros, una media similar a la del RAV4 de 136 CV. Para el Model Year 2011 el bloque de 2 litros se sustituyó por un 2.2 de origen Mercedes con 163 CV. La alternativa era un motor 2.4 de gasolina (World Engine) con doble distribución de válvulas variables (VVT), sin turbo y 170 CV. Homologaba 6,7 l/100 km.
Quizá en el apartado mecánico estuviese a la altura de rivales europeos o japoneses, pero al acceder al interior nos dábamos cuenta de que a Jeep le faltaba cierto camino por recorrer. No había quejas acerca del diseño o la ergonomía, pero sí la profusión de plásticos duros de aspecto mejorable.
Contaba con algunos detalles conseguidos como la posición elevada de la palanca de cambios, la luz interior trasera escamoteable para hacer las funciones de linterna, el asiento del acompañante abatible para poder transportar objetos largos o los múltiples huecos portaobjetos. Algún otro era más cuestionable, como que los altavoces de la tapa del maletero pudiesen descolgarse con el portón abierto, prestación disponible también en el Dodge Caliber.
En cuanto a la habitabilidad, el Patriot podía acomodar a cuatro adultos sin dificultad, pero no así su equipaje si nos ceñíamos a su capacidad hasta la bandeja cubreobjetos. Con un volumen de 329 litros, se quedaba claramente insuficiente para un uso familiar.
Estaba disponible con dos niveles de acabado denominados Sport y Limited, que equipaban de serie lo esperable en la categoría a ese nivel de precios, pero sin lujos. Así, en ambos venían de fábrica los seis airbag, llantas de aleación de 17 pulgadas o sistema de control de presión de neumáticos. El acabado Limited sumaba volante de cuero, control de velocidad de crucero, faros antiniebla o cristales traseros tintados. Ninguno podía montar climatizador automático o volante regulable en profundidad, aunque como particularidad la tapicería antimanchas Yes Essentials era de serie.
Los precios del Patriot oscilaban entre 25.840 y 27.000 euros de 2007 (entre 30.000 y 31.500 de ahora), lo que le posicionaba en una situación equivalente a los citados Grand Vitara o RAV4. No llegó a ser un súper ventas como estos, ni alcanzó en Europa la popularidad de su hermano el Compass, cuya estética atrajo más a un público que buscaba un SUV que además lo pareciese, y no uno de esos TT que se iban quedando en un segundo plano. Al menos los de Jeep consiguieron su objetivo con uno de ellos.
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Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.COMENTARIOS