Resumir el impacto del Ford Falcon resulta harto complejo en un texto breve. Por ello, hemos decidido centrarnos en la recepción que del modelo se hizo en Argentina, siendo la primera piedra en un largo camino de éxitos comerciales y deportivos prolongado hasta los años ochenta. Así las cosas, lo mejor será irnos hasta los años diez. Más o menos medio siglo antes de la aparición en los Estados Unidos de la primera generación del Ford Falcon en 1959.
Vayamos por partes. Protagonista de la popularización del automóvil gracias al sistema de producción en cadena, Ford había conseguido hacer de su Model T todo un fenómeno global. Algo que no resultaba para nada fácil, puesto que cuando se presentó el automovilismo sólo estaba al alcance de las clases más pudientes en los países más desarrollados. Así las cosas, la industrialización del proceso de ensamblaje y venta puso las bases del negocio automovilístico tal y como lo conocemos hoy en día, viendo la aparición del primer modelo realmente masivo. Un hecho histórico prolongado con la implantación de diversas factorías por todo el mundo, haciendo aún más popular al mencionado Model T.
De esta manera, en 1913 Ford abrió en Buenos Aires su primera fábrica en Sudamérica. Destinada a hacer negocio en el creciente mercado protagonizado por las clases medias argentinas del momento, fue allí donde se ensamblaron los primeros Ford con acento rioplatense. Gracias a ello Ford se ancló con fuerza en el mercado argentino, estando presente durante décadas a pesar de ciertos momentos dominados por la inestabilidad política y económica. De hecho, la implantación corrió rauda hasta los años cincuenta, cuando la Ford Motor de Argentina observó con atención las posibilidades que podría tener el Falcon dentro de su mercado.
Cuando fue lanzado en los Estados Unidos llegó para ocupar el hueco visible entre los compactos de importación y los grandes sedanes de fabricación nacional
Ford Falcón de primera generación, seis para seis
Para finales de los cincuenta la dirección de Ford identifica un nuevo nicho de mercado en los Estados Unidos. Y es que, entre los compactos europeos que poco a poco iban ganando terreno en las cuotas de importación y los enormes sedanes de producción local existía un hueco posible para un familiar intermedio. Algo así a lo que, hoy en día, sería una berlina del segmento D. Bajo este contexto, en 1959 apareció el Ford Falcon dotado de todo aquello a lo que el conductor norteamericano solía aspirar pero, al tiempo, sobre un tamaño algo más escueto.
Es más, en su mercado de origen el Ford Falcon se ofreció en sedán de dos y cuatro puertas, coupé, descapotable, ranchera e incluso pick-up. Llegados a este punto, no se podía dudar de lo adecuado y exitoso de su fórmula, pudiendo llevar a seis personas – tres de ellas delante gracias a la típica bancada corrida de la época – gracias a su motor de seis cilindros en línea. Un bloque que variaba desde los 101 CV hasta los 166 CV según la versión, dando unos consumos de en torno a 10 litros en ciclo combinado. No está nada mal para un americano de aquella época.
Así las cosas, Ford Motor de Argentina empezó a sopesar la idea de traer el Ford Falcon a su mercado. Algo que no era una mala idea, puesto que mientras en los Estados Unidos este modelo servía para cubrir las gamas medias, en Argentina podría ofrecerse en las altas sin demasiados problemas. Con todo ello, y tras realizar unas intensas pruebas para la adaptación de las suspensiones al firme de las carreteras argentinas, el Ford Falcon se empezó a ensamblar en Buenos Aires en 1962.
Poco a poco fueron añadiéndose más y más piezas de fabricación nacional hasta llegar al punto de poder hablar de un modelo de fabricación – y no sólo ensamblaje – en la Argentina
Y sí, decimos ensamblar porque de aquellas primeras unidades sólo eran de fabricación argentina los neumáticos, la tapicería, la batería y los cristales ya que el resto de piezas se importaban en conjuntos desarmados. Sin embargo, para 1963 el número de componentes propios de aquel Falcon comenzó a crecer, pudiéndose hablar así cada vez más de un verdadero modelo de fabricación nacional. Respecto a la mecánica escogida, el lanzamiento del Falcon argentino en 1962 sólo contempló la más básica con los 101 CV antes nombrados para el bloque con 2,7 litros de cilindrada. Primer capítulo en la historia de un modelo que, durante décadas, fue clave en el automovilismo argentino gracias a sus importantes ventas entre familias, profesionales e, incluso, adaptaciones exitosas a las competiciones de turismos. Algo de lo cual hablaremos con calma en próximas ocasiones.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS