El Ford Escort 1.8 D Ghia conjuntaba la practicidad y polivalencia de un modelo tan popular como el Escort con una motorización económica como premisa fundamental. Su principal atractivo era el bajísimo consumo de gasóleo comparado con sus hermanos de gasolina.
Nuestro protagonista de hoy pertenecía a la quinta generación del popularísimo modelo de Ford, que salió al mercado en septiembre de 1990. Esta nueva generación no tenía nada que ver con la anterior, conservando solamente el estilo en el diseño de la parte posterior, de tipo fastback, con la característica caída trasera de este tipo de carrocería, integrando el maletero en un portón con su luneta. El sedán se llamaba Orion.
Se suavizaron las líneas y creció en todas sus dimensiones, sin que ello supusiera un cambio de segmento. Se utilizó la práctica habitual de aumentar su tamaño en cada nuevo cambio de generación; sus nuevas dimensiones eran 4.040 mm de largo, 1.692 mm de ancho y 1.395 mm de alto, frente a los 4.020 mm de largo, 1.640 mm de alto y 1.380 mm de alto de su predecesor.
Esta nueva generación presentaba como virtudes, aparte de sus bajos consumos, unas calidades de materiales empleados y de ajustes de las piezas bastante elevados, junto a una gran habitabilidad, al igual que la capacidad del maletero. Era un coche fabricado con la idea de que durase muchos años con un uso intensivo.
Al tener el nivel de terminación Ghia el nivel de equipamiento era elevado, como cuentarrevoluciones (elemento no habitual en los coches con motores diésel de esta época), termómetro de refrigerante, volante y asiento del conductor regulables en altura, cierre centralizado, elevalunas eléctricos delanteros y asiento posterior divisible como equipamiento de serie.
Entre las opciones más interesantes encontrábamos el aire acondicionado, el ABS o los cinturones de seguridad traseros
El motor 1.8 D, con una arquitectura de cuatro cilindros en línea en posición delantera longitudinal y 1.753 cm3, entregaba unos modestos 60 CV de potencia máxima y 110 Nm a 2.500 RPM de par máximo. El bloque estaba fabricado en fundición de hierro y la culata en aluminio. La distribución se realizaba mediante un árbol de levas en cabeza, con dos válvulas por cilindro, y la alimentación se encomendaba a una inyección mecánica de gasóleo.
Orientado a la optimización del consumo, era un motor claramente perezoso a bajo régimen. Rodando por ciudad o al ralentí se acusaban con claridad unas molestas vibraciones y una dirección que pedía a gritos una servoasistencia, pues resultaba excesivamente dura en maniobras a baja velocidad.
Resultaba cuanto menos extraño el hecho de no poder solicitar conjuntamente la dirección asistida o el aire acondicionado por falta de espacio debajo del capó. Para mantener un buen ritmo en carretera abierta era necesario mantener el régimen por encima de las 4.000 RPM, siendo inútil intentar ir más allá de las 4.800 RPM.
Lo cierto es que era un régimen demasiado alto para resultar cómodo de utilizar, con la consiguiente necesidad de un uso intensivo del cambio para obtener una mínima respuesta decente. A esto había que añadir el elevado nivel sonoro del motor, atenuado por un relativamente eficaz aislamiento acústico (72,4 dB a 120 km/h).
El carácter progresivo del motor no transmitía mucha alegría al conductor, aunque mirando las cifras objetivas estas no eran tan malas. La velocidad máxima era de 156 km/h y requería de 16 segundos para pasar de 0 a 100 km/h, mientras que para recorrer 1.000 metros desde parado necesitaba más de 37 segundos.
Las cifras de recuperación se movían en la misma línea: 39 segundos para recorrer 1.000 metros desde 40 km/h en cuarta y casi 44 segundos en quinta para el mismo registro, necesitando 18 segundos para pasar de 80 a 120 km/h en cuarta y casi 27 segundos para la misma medición en quinta. Y eran unos valores -medidos por la prensa especializada- superiores a los declarados por la marca.
Sus prestaciones nos parecerían hoy en día mas propias de una tortuga reumática, pero no olvidemos que estamos hablando de un motor de 60 CV y 110 Nm de par motor entregados además a alto régimen
A su favor contaba con un peso contenido, que superaba por poco los 1.000 kg, y unos consumos contenidos, rozando por debajo los 6 l/100 km en ciudad, 4,5 l/100 km en carretera abierta a 90 km/h de crucero y de 7,2 l/100 km a 120 km/h de crucero. El depósito de combustible de 55 litros le otorgaba una autonomía media de unos 800 km.
El sobrepeso que suponía sobre el eje delantero del motor diésel se traducía en una tendencia subviradora bastante acusada en las curvas cerradas y más aún si estaban bacheadas. En el eje delantero se mantuvo el esquema McPherson con sus correspondientes muelles helicoidales, amortiguadores telescópicos y barra estabilizadora. En el eje trasero, inexplicablemente se sustituyó el esquema independiente de la generación anterior por otro semi independiente de brazos arrastrados conectados a un eje de torsión.
El equipo de frenos contaba con discos en el eje delantero y tambores en el trasero. El reparto de pesos se vio modificado a causa del motor diésel, cargando más el eje delantero, razón por la cual cuando íbamos sin carga los tambores traseros tendían a bloquearse cuando necesitábamos realizar una frenada brusca. Ello hacía casi imprescindible elegir la opción del ABS para tener una frenada de confianza en cualquier situación (68 metros a 120 km/h). Los neumáticos eran de medidas 175/70 R13, calzando unas llantas de chapa de acero.
Este Ford Escort 1.8D Ghia ofrecía un buen espacio para los ocupantes y su equipaje, con un grado elevado de confort y equipamiento, movido por una mecánica orientada a obtener unos consumos parcos y unas prestaciones aceptables para el momento. Su precio en 1991 era de 1.762.787 pesetas que al cambio de hoy serían 22.410 euros.
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Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...El que ha escrito esto no ha tenido un escort diesel ni lo ha visto de lejos. Consumos de 4,5/5 litros en carretera como máximo hace, cuesta lanzarlo si hace subida y demás, pero mantenerse a 130/140km/h lo hace perfectamente. Un depósito en viaje se estira mas de 800km, en ciudad si haces menos de 750km es que estas perdiendo gasoil por algún lado. A la hora de remolcar tiene fuerza, el par máximo lo entrega muy arriba, pero desde bajas rpm tiene casi el par máximo. De hecho en quinta a 120km/h va a 3000rpm y va bien. Luego… Leer más »
Joer, cómo ha cambiado el mundo. Es de justicia reconocer que los diésel antíguos eran una soberana basura. Ni tenían par ni tenían potencia. Y esos 7 litros a 120 tampoco es que fuera una cifra “económica”. Sin turbo y common rail estos motores jamás habrían llegado a gran cosa en automoción.
Es fácil decir eso con una red de autopistas en las que la potencia se nota mucho. En 1991 todavía no existía dicha red más que la AP-7 (de peaje) y poco más. De Madrid a cualquier destino lejano había que ir en carreteras de doble sentido, y a veces esa potencia hasta sobraba. En 1992 ya se pudo ir por autovía de Madrid a Sevilla, eso sí, pasando por Despeñaperros…
Peor me lo pones. No me quiero imaginar a este coche subiendo cargado cualquier puerto de montaña por una carretera de doble sentido.
Por no hablar de como eran este tipo de vías a comienzos de los 90, atestadas de tráfico y de camiones. que menos que algo de potencia para poder adelantar con dignidad.
Cualquier 1.6 de aquella época ya te estaba dando 90 CV en su versión de 8 valvulas (par digno, no como los 16V). Y estos coches en autovía no gastaban mucho más a 120.
Pues subir, subían… a su ritmo. Se ha alimentado demasiado el mito de que con menos de 110-120 CV en un compacto te vas jugando la vida (para algunos ese umbral está en los 150 CV). Solo has de conducir acorde a la potencia disponible. Si la gente ha viajado por España con coches muchísimo menos potentes, sobrecargados, y llegar, llegaban, pero con medias de 120 de puerta a puerta va a ser que no. Uno de los coches de ese tipo menos potentes que he llevado es el Dacia Logan 1.4 con 75 CV. Con menos de 85 kg… Leer más »
Si claro, eran una soberana basura. No tenían potencia, verdad, pero no lo rompías ni siquiera queriendo. Y te llevaban adonde tu quieras sin pedirte otra cosa que combustible y el mínimo mantenimiento. Hoy en día y dentro de 30 años podemos seguir viendo Escorts, 205, Asconas, etc por las calles. Veremos si los coches actuales resisten.