El Citroën LNA 11RE era un modelo, digamos, poco Citroën. Lo fabricaba Talbot en Villaverde, tenía muchas cosas en común con el Samba, pero en realidad era un Peugeot 104 adaptado al catálogo de Citroën. Era la forma que tenían en PSA de ahorrar costes en un segmento, el A, que no suele dar grandes ingresos pero que, a finales de los años 70 y comienzos de los 80, tenía buena aceptación entre el público.
Peugeot se hizo con la mayor parte de Citroën en 1976 y se puso en marcha, casi de inmediato, una serie de cambios para renovar y reforzar la gama de Citroën, marca que pasaba por algunos apuros económicos después de llevar a cabo algunas acciones un tanto locas, como hacerse con el control de Maserati y de Michelin. Y entre esos cambios, entre los cuales estaba quitarse de encima a Maserati y Michelin, apareció el primer automóvil fabricado por la firma de los chevrones para el control de Peugeot: el Citroën LN. Se presentó en el mismo 1976 y, básicamente, era un Peugeot 104 con algunos retoques para integrarse en el catálogo de Citroën.
Citroën llevaba tiempo manos a la obra con el desarrollo de un modelo urbano, primero con FIAT, acuerdo que no llegó a buen puerto y luego, obviamente, con Peugeot. Además, se usaron los motores del Citroën 2CV, bastante escasos de potencia, así que se modificó poco después para subir esa potencia hasta un poco más allá de los 35 CV. Hubo que esperar hasta 1982 para ver la llegada de un motor con un rendimiento mucho más decente, en busca de revitalizar unas ventas que no despegaban, básicamente, por el poco poderío los motores. Eso se sumó a un cambio de estrategia en Peugeot, que empezó a reducir poco a poco la presencia del 104 en las tiendas para dejar terreno libre al Peugeot 205. La llegada del Talbot Samba tampoco afectó en exceso, pues su talante era mucho más juvenil y deportivo.
Dimensiones muy contenidas, espacio más o menos justo para cuatro adultos y un maletero muy pequeño; el Citroën LNA 11RE era, claramente, un coche para desplazamientos urbanos

Así, una de las versiones más interesantes del pequeño modelo francés con los chevrones en el frontal, es el Citroën LNA 11RE, pues contaba con un equipamiento decente –elevalunas eléctricos, servofreno, luneta térmica, llantas de aleación ligera… aunque no todo era de serie– y un motor más potente, aunque acompañado de un cambio manual de cuatro relaciones que limitaba las prestaciones; era un mal endémico del LN, las prestaciones reducidas…
El motor se iba en esta ocasión hasta los 1.124 centímetros cúbicos, bastantes más que los 652 centímetros cúbicos de las primeras versiones del LNA. La alimentación corría a cargo de un carburador Solex, tenía árbol de levas en culata y dos válvulas por cilindros y la compresión era bastante baja: 8,2:1. Los datos anunciados por la marca eran de 48 CV a 5.750 revoluciones y de 7,8 mkg a 2.500 revoluciones, lo que dejaba claro que se trataba de un motor pensado claramente para un uso urbano. Quizá por eso una caja de cambios de cuatro relaciones, aunque tiene más pinta de ahorro de costes que de enfoque urbano. Además, el desarrollo de 31,64 kilómetros/hora en cuarta, no era precisamente un desarrollo para ciudad.
Las prestaciones eran justitas. La velocidad máxima no llegaba a 136 kilómetros/hora, el 0 a 400 metros se completaba en 19 segundos y los 1.000 metros, también con salida parada, en 39,8 segundos. Las recuperaciones eran igualmente lentas, con 21,4 segundos para los 400 metros en cuarta desde 40 kilómetros/hora y unos eternos 43,6 segundos para los 1.000 metros en cuarta desde 40 kilómetros/hora.
Obviamente, era un coche que en el centro de la urba daba el do de pecho, con una elevada agilidad, una dirección precisa y rápida, así como unas suspensiones cómodas y muy ruteras. El consumo se consideró elevado –así lo dicen en la prueba que publicó la revista Autopista en su número 1.287– y por precio de ventas, 700.141 pesetas, tampoco era el más barato. El Renault 5 TL era más accesible –526.663 pesetas–, al igual que el SEAT Fura FL –617.960 pesetas– o el Opel Corsa 1.0 –673.206 pesetas–. Solo el Autobianchi Junior o el FIAT Uno 45 era bastante más caros –721.402 pesetas y 794.975 pesetas respectivamente–.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS