Coche del día: BMW 525 tds (e39)

Coche del día: BMW 525 tds (e39)

Incluso con un motor de inyección indirecta, las prestaciones estaban al nivel de los mejores, solo fallaba en consumos


Tiempo de lectura: 3 min.

El BMW 525 tds de la generación e39, era de unas referencias del segmento sedán ejecutivo con motor turbodiésel. Sin embargo, cuando salió al mercado a mediados de los 90, todavía empleaba la técnica de la precámara de combustión en lugar de montar inyección directa. Aun así, por prestaciones y consumos, el motor del 525 tds estaba a la altura de los mejores inyección directa del mercado en prestaciones, pero perdía la batalla claramente en consumos.

Los motores turbodiésel evolucionaron casi sin límites a partir de finales de los 90, cuando la competitividad era máxima y los usuarios empezaron a comprar diésel como si fuera la panacea automovilística. Fueron los sistemas de inyección directa, entre otras cosas, como el turbo de geometría variable o el intercooler, lo que permitió esa evolución y sobre todo, esa reducción de consumos. De todas formas, hubo quien mantuvo su inyección indirecta durante algunos años más, y para colmo, con la capacidad de hacer sombra a los mejores propulsores del momento.

Mercedes, por ejemplo, mantuvo la inyección indirecta durante algunos años en su gama más alta, mientras que BMW ofreció solamente la inyección indirecta en sus coches hasta el inicio del Siglo XXI. El BMW 525 TDS e39 es uno de esos coches con motor diésel de precámara que, además, era uno de los más potentes y uno de los que mejores consumos alcanzaban en su categoría.

BMW siempre ha estado entre los mejores hiciera lo que hiciera, y en motores turbodiésel no fue diferente

BMW 525 tds

Ese motor era un seis cilindros en línea de 2.498 centímetros cúbicos, culata de dos válvulas y un árbol de levas, compresión de 22 a 1 turbo, capaz de entregar 143 CV a 4.600 revoluciones y 280 nm de par a 2.200 revoluciones. La caja de cambios era manual con cinco relaciones y por supuesto, todo el poderío el motor se enviaba a las ruedas traseras –ruedas, por cierto, en medidas 205/65 R15–.

Por prestaciones, el BMW 525 tds era de los mejores del mercado. La velocidad máxima era de 211 km/h, el 0 a 100 km/h lo completaba en 9,8 segundos, el 0 a 400 metros en 17 segundos y los 1.000 metros con salida parada en 31 segundos. No obstante, como se ha comentado al inicio, en consumos no podía competir contra los mejores inyección directa. La media era de 8,9 litros cada 100 kilómetros –los mejores inyección directa rondaban los siete litros–, en ciudad subía hasta los 10,7 litros y en carretera abierta, estaba entre los siete y los 8,5 litros.

La pega, por tanto, eran los consumos, pero hablamos de un coche que costaba, en 1997, 6.013.000 pesetas, un auténtico dineral, que se traduce en 36.139 euros de aquellos años –sería 66.750 euros con IPC incluido–, es decir, se trataba de un coche destinado a gente con alto poder adquisitivo, que se podía permitir un poco más de gasto en combustible y apostar, así, por el clásico comportamiento deportivo de todo BMW y que, por su puesto, estaba por encima de la media.

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Sobre mí

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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