Durante la primera década de los 2000, Audi se mostraba exultante. Con el Audi A4 B5 dieron un paso enorme en cuanto a calidad, categoría, imagen de marca, prestaciones… fue un auténtico golpe sobre la mesa que se vio continuado con las siguientes evoluciones del modelo. Casi en el ecuador de la década, la marca volvía a dar otro salto, pero esta vez, notablemente más alto, que se coronó, entre otras cosas, con el regreso al mercado del Audi RS4.
La generación RS4 B5 supuso recuperar el concepto de familiar de altos vueltos, capaz de poner patas arriba a cualquier deportivo de postín, mientras llevas a la familia contigo, pero no hubo nada similar en la generación B6, y daba la impresión que Audi, nuevamente, seguiría el mismo camino que siguió con el Audi RS2, es decir, no sería un modelo fijo en la gama, sino uno especial que se podría lanzar de vez en cuanto. Esa idea se reforzó en 2005, cuando la marca presenta el Audi RS4 –B7– en durante la celebración de la Noche Quattro. Era un primer acercamiento a lo que vendría después, ya que, en teoría, era un prototipo.
Como cabe esperar, ese prototipo dio mucho tema de conversión, hasta que un año después –el prototipo se presentó en febrero de 2005 y ahora era enero de 2006– se dio a conocer la versión definitiva de producción del Audi RS4. Una generación de un coche que, por primera vez, abandonaba el turbo para hacer uso de un motor atmosférico. Fue el primer Audi RS en montar un motor de aspiración natural y además, también fue el primero en contar con una carrocería que de verdad dejaba ver lo que realmente escondía. Los Audi RS, hasta el momento, habían contado con diseños relativamente discretos, pero en este caso se optó por tirar la discreción a la basura.
Los pasos de ruedas eran musculosos, anchos y muy marcados, las llantas eran muy grandes y los neumáticos muy anchos, había dos colas de escape de generoso tamaño que asomaban por el paragolpes trasero y el frontal era un espectáculo, con la enorme calandra que la marca estrenó en aquellos años, flanqueda por entradas de aire de gran tamaño. No hacía falta saber de coches para darse cuenta que el RS4 B7no era un coche convencional. Y no, no lo era, pues bajo el capó había un gran V8 de 4,2 litros de altas revoluciones.
Una de las características que fue un poco criticado, aunque supuso un éxito de ventas, fue que esta generación del Audi RS4 contaba con más opciones que la carrocería familiar. Como ocurrió con el Audi RS6, el nuevo RS4 B7 también se ofrecía como sedán y por si fuera poco, como descapotable, y fue la primera y la última vez que la marca hacía algo así. Después de esta generación, el RS4 regresó a ser únicamente un deportivo camuflado de coche familiar.
Bajo su guerrera estampa, había cosas muy interesantes, como el sistema Dynamic Ride Control, que se basa en una interconexión de los amortiguadores en X –el delantero derecho conectaba con el trasero izquierdo, mientras que el trasero derecho conectaba con el delantero izquierdo– que contrarrestaba el movimiento de la carrocería. Igualmente, tras las bonitas llantas, se podían ver unas pinzas delanteras de ocho pistones que prometían distancias muy cortas para cualquier frenada.
Antes hemos mencionado que el Audi RS4 B7 fue el primer RS en montar un motor atmosférico, un V8 4,2 litros. Pues bien, este motor acabó colocado en posición trasera central en el chasis del Audi R8 y posteriormente, desapareció del catálogo de Audi. Tenía un ángulo entre bancadas de 90 grados y detalles como un sistema de retorno de combustible de baja presión, un cárter con deflectores, inyección derivada del Audi R8 LMP1 –ganador en las 24 Horas de Le Mans–, se pasó a cuatro válvulas por cilindro en lugar de cinco, sincronización variable para los árboles de levas, colector de admisión de aleación de magnesio…
Los alemanes no dejaron nada al azar. Con un cubicaje de 4.163 centímetros cúbicos –84,5 por 92,8 milímetros para diámetro y carrera respectivamente– y una compresión de 12,5:1, el V8 del Audi RS4 B7 rendía 309 kW –420 CV– a 7.800 revoluciones y un par de 430 Nm a 5.500 revoluciones. La marca afirmaba que al menos el 90% del par, estaba disponible entre las 2.250 y las 7.600 revoluciones, mientras que el régimen máximo se situaba en las 8.250 revoluciones. Audi no había tenido un propulsor similar hasta ese momento y la crítica fue muy buena. Además, movía el conjunto con muchísima soltura gracias a una relación peso-potencia de 3,93 kilos/CV. El peso del coche era de 1.650 kilos y eso que tenía tracción a las cuatro ruedas.
Como cabe esperar, era rápido: 0 a 100 km/h en 4,8 segundos para el sedán y 4,9 para el Avant. Los 200 km/h se alcanzaban en 16,2 segundos y la velocidad máxima estaba limitada a 250 km/h. No olvidemos que aquí no había cambio automático, sino manual de seis relaciones.
La tracción total antes mencionada, empleaba un diferencial Torsen asimétrico, para dar lugar a lo que Audi llamaba “sistema asimétrico con distribución dinámica de par”. El funcionamiento era sencillo. En condiciones normales, el reparto de par era del 40% delante y del 60% detrás, pero cuando uno de los dos ejes excedía cierto limite, el diferencial cambiaba ese reparto.
Se fabricaron en total unos 10.000 ejemplares hasta su cese de producción en 2008. La siguiente generación del Audi RS4 llegó en 2012, lo que demostraba una tendencia clara de la marca en cuanto lanzamiento de este tipo de coches.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS