Quizá no te fijaste en su momento, pero la aparición del Bugatti Veyron lo puso todo patas arriba. El coche de los 1.000 CV no solo rompió todos los límites, también abrió la puerta hacia la locura, pues tras su puesta de largo, comenzaron a aparecer infinidad de coches que pretendían batir al francés en cuanto a potencia y velocidad. Los había de toda clase y condición, pero los que más empeño pusieron en ello fueron las empresas pequeñas especializadas en tuning, como los alemanes de 9ff.
9ff, aunque ya no tiene la repercusión que tuvo entre 2004 y 2010, ha cumplido 20 años y todavía, al menos así lo parece a través de su web oficial, sigue en activo. No obstante, el do de pecho lo dieron hace muchos años, en el año 2010, con el lanzamiento del 9ff GT9 R, uno de los coches más brutales de aquellos y uno también de lo más espectaculares. Sobre todo si tenemos en cuenta que bajo la llamativa y aerodinámica carrocería, se escondía un Porsche 991 –generación 997–. Esta compañía alemana estaba muy vinculada a Porsche y todos sus trabajos se basaban en modelos salidos de Stuttgart.
Porsche cuenta con una gran cantidad de empresas especializadas que saben sacar la quintaesencia de sus coches. A veces, solo se centran en el apartado estético, otras, aprovechan algunos componentes y acaban desarrollando sus propios productos –como RUF, por ejemplo, o como Singer– y otras, como es el caso de 9ff, se centran en explotar todas las posibilidades de los coches de Porsche, hasta dejarlos casi irreconocibles.
El 9ff GT R es un ejemplo de lo que decimos. Bajo esa estampa hay un Porsche 997 GT3 RS, el cual sufre una transformación realmente brutal que no solo se centra en el apartado estético o en potenciar el motor. Por ejemplo, la parte trasera recibía un chasis tubular auxiliar, que además de alargar el coche, también servía para dar soporte a una serie de elementos de nuevo cuño y, por si fuera poco, a cumplir con las normativas de impacto. Sí, cumplía la normativa de homologación europea y también la estadounidense, así que podía circular por vías públicas.
Aprovechando ese chasis tubular adicional, se colocaba un motor biturbo, basado en el seis cilindros boxer de 3,6 litros del 997 GT3 RS, que se ofrecía con tres configuraciones. Todas las versiones amplían su cubicaje hasta los 4.000 centímetros cúbicos, pero se modificaban turbos, programación de la gestión electrónica, admisión, escape… la propia 9ff aconsejaba a los clientes inexpertos quedarse con la opción menos poderosa, denominada “stage 1”, que rendía “solo” 750 CV. No obstante, si tienes que lo que hay que tener –experiencia al volante de máquinas muy espectaculares y rápidas, así como muchos reflejos–, entonces podías optar al “stage 3”, que exprimía el motor hasta los 1.120 CV. Una locura de motor que lanzaba al 9ff GT9 R hasta los 410 km/h.
Ese potencia y esa capacidad para ir rápido, obligaba a desarrollar una carrocería y unas soluciones adecuadas a las nuevas exigencias. Toda la carrocería, que apenas recuerda al Porsche 911 original, se fabricaba con fibra de carbono y, obviamente, estaba diseñada para ser lo más aerodinámicamente posible. La parte trasera estaba completamente abierta, con el objetivo de ofrecer un flujo de aire más limpio, lo que ayudaba a reducir la resistencia. Por supuesto, se reforzaron suspensiones, frenos, chasis… y se montaron unas interesantes llantas traseras lenticulares, que en las fotos que se repartieron en su momento, tenía el diseño de las llantas –unas características BBS– dibujado.
Hay una anécdota que cuenta como el fundador de la empresa, Jan Fatthauer, durante la presentación a la prensa, se puso al volante de una de las unidades y fue capaz de alcanzar en pista los 409 km/h, solo 1 km/h por debajo de la cifra anunciada por la marca. Eso supuso un récord mundial, al superar los 407 km/h del Bugatti Veyron. Se dice, que después de este logro, empleando el mismo coche, se pasó por un McDonals a por unas hamburguesas.
El 9ff GT9 R fue el más rápido de todas las versiones. Básicamente, era el mismo GT9 pero con una carrocería más aerodinámica y ligera y un motor “stage 3”. Con esta configuración, era capaz de completar el 0 a 300 km/h en 16 segundos y podía llegar a rondar 420 km/h.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS