«El renacimiento del coche americano» fue el eslogan escogido por Chrysler para el lanzamiento en 1993 de una nueva generación de vehículos bajo el nombre de Chrysler Concorde, Dodge Intrepid o Eagle Vision. En Europa sería simplemente Chrysler Vision.
La osada campaña publicitaria respondía a un nuevo lenguaje de diseño empleado por la marca que le desligaba de modelos existentes con líneas rectas, lunas traseras casi verticales y tapas de maletero enormes. Asimismo, los responsables de Chrysler apostaron por un coche global que pudiera gustar en el Viejo Continente, pero sin perder su sabor genuinamente americano.
Con el Vision se estrenaba el concepto de “cab forward” o cabina adelantada que redundaba en un interior muy espacioso y condicionaba igualmente su diseño. Con 5,09 metros de largo y una distancia entre ejes de 2.870 mm, el habitáculo se desplazaba hacia adelante quedando el parabrisas prácticamente por encima del eje delantero, mientras que el trasero y sus pasos de rueda no intercedía en las plazas posteriores al estar situado detrás de estas. Por tanto, los trazos resultaban también particulares, y la prensa americana de la época situó a Chrysler como “líder en diseño por primera vez en cuarenta años”. Gustase o no, lo que no se podía negar es que sus líneas resultaban llamativas y espectacularmente modernas.
El motor empleado para mover al Vision era también de nueva factura y detalles tecnológicos que le alejaban de los viejos V6 que empleaba la marca. Se trataba de un 3.5 multiválvulas con doble árbol de levas e inyección electrónica multipunto con una carrera muy corta y una elevada relación de compresión para tratarse de un bloque de origen americano. Se declaraban 208 CV y un par de casi 300 Nm. Más allá de la búsqueda de potencia, se optó por ofrecer un motor con fuerza a bajo y medio régimen, lo cual se conseguía mostrando una respuesta contundente hasta las 6.000 RPM. Pero de nuevo nos encontrábamos con un cambio automático que no estaba a la altura, principalmente por los desmedidos desarrollos, pues en 4ª giraba a 50 km/h. Quizá por ello sus 214 km/h de velocidad máxima o un 0 a 100 en 9,5 segundos no eran nada del otro mundo.
Donde no defraudaba era en su elevado nivel de confort gracias al elaborado esquema de suspensiones con geometría de tipo McPherson en ambos ejes y unos tarados más enérgicos a los que nos tenían acostumbrados desde el otro lado del charco. Por tanto, las vías rápidas eran el terreno donde el Vision se encontraba más cómodo, con un comportamiento sin tacha en el que su amplia base de apoyo con una larga batalla y anchas vías proporcionaban un excelente aplomo, acentuado por su generosa monta de neumáticos.
El interior nos recibía con unos asientos enormes y muy largos de banqueta, ideales para brindar una buena dosis de comodidad. El salpicadero estaba bien rematado y su diseño resultaba sencillo y ergonómico. Únicamente desentonaba la plasticosa moldura de imitación a madera de aspecto mejorable. El equipamiento era abundante y podía completarse con el denominado Pack Premium que incluía tapicería de cuero, climatizador automático y asiento del acompañante con regulación eléctrica. El del conductor era de serie, así como el control de crucero, ordenador de a bordo o equipo de audio.
Todo ello a un precio sin competencia porque ninguna otra berlina con semejante longitud o nivel de potencia costaba lo mismo. Quizá lo más cercano fuese un Opel Senator, ya en su última etapa de vida. Aunque el Chrysler Vision no fue un modelo muy popular por aquí, sirvió como adelanto a coches con el mismo lenguaje de diseño que sí gozaron de cierto éxito como el Neon o Stratus.
Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.Una prueba de que los Chrysler modernos no tenían por que ser coches poco fiables porque alguno conozco con un buen puñado de kilometros.