El BMW 528i Sport fue un coche que marcó la diferencia entre un sedán deportivo “de verdad”, y otro que lo parece. Quizá pueda parecer algo normal, al fin y al cabo hablamos de un BMW, pero la Bayerische no siempre tiene coches deportivos “de verdad”, lo que ofrece en catálogo son modelos con un talante dinámico y en ocasiones deportivo, que no es lo mismo. Sin embargo, el 528i Sport era algo distinto, pero lo mejor de todo es que no somos nosotros quienes afirman eso, sino Arturo de Andrés, quien lo pudo probar para el número 1.295 de la revista Autopista.
Desde siempre, BMW ha sido un fabricante cuyos productos han destacado por ser más deportivos que la media. Una dinámica más afilada que el resto, un tacto de conducción más directo, diseños más agresivos… Características que todo el mundo atribuiría a BMW sin mayores problemas, y no sin razón. La firma alemana ha trabajado esa imagen desde hace mucho tiempo y uno de los coches que más ha contribuido a ello no ha sido la Serie 3, sino el BMW Serie 5, y en especial, el E28, la segunda generación de la Serie 5, fabricada durante los años 80 –entre 1981 y 1988–. Es cierto que con la primera entrega de la Serie 5, el E12, ya sentó algunas bases, pero el E28 fue el modelo que sembró la semilla de la deportividad en BMW.
Sí, vale, el BMW 2002 también estuvo ahí, pero el E28 era un sedán ejecutivo, un segmento E, cuya conducción pedía, casi, que fueras a por tiempos a poco que aparecían curvas. Era un modelo de dinámica muy veloz y de tacto muy directo, cosas que decía la prensa siempre que lo probaba, aunque si hay que destacar una variante por interesante y, quizá, por desconocida, esa es la llamada, simplemente, “Sport”, del BMW 528i. El 528i era una de las versiones más interesantes de la gama E28, y la variante Sport se completaba mediante un paquete de opciones muy completo –en la España de los 80 costaba un millón de pesetas, 6.000 euros de 1984, sin sumar inflación–. El paquete, entre otras cosas, incorporaba una caja de cambios de relación cerrada y un kit de carrocería para mejorar la aerodinámica, al tiempo que sumaba diferente juego muelle amortiguador –de gas– para el tren de rodaje, llantas y neumáticos específicos, un diferencial de deslizamiento limitado, ABS y una serie de elementos para el habitáculo como asientos más envolventes y un volante de cuero natural.
Cambio de relación cerrada y diferencial de deslizamiento limitado, en un coche del segmento E; los años 80 tenía mucho encanto

La cuestión es muy interesante: ¿Quién querría un sedán ejecutivo, un coche que en aquel entonces medía 4,62 metros –era un coche muy grande–, cuyo principal objetivo era ofrecer un coche lujoso y cómodo, con un cambio de relación cerrada, diferencial de deslizamiento limitado y una puesta a punto más deportiva? Es ahí donde BMW se ganó la fama de marca deportiva, porque pocos habrían pensado en algo así.
Si tomamos como referencia el número 1.295 de la revista Autopista, el BMW 528i Sport era un coche que estaba muy cerca de poder ser considerado “deportivo de verdad”, un coche que pedía constantemente ser conducido “al ataque” tanto por tacto como por comportamiento y personalidad del motor. Un deportivo vestido de traje porque, además, no iba falto de motor. Escondía bajo el capo un seis cilindros de 2.788 centímetros cúbicos atmosférico, dos válvulas por cilindro, árbol de levas en culata, y capaz de rendir 184 CV a 5.800 revoluciones y 24,5 mkg a 4.200 revoluciones.
El cambio era manual de cinco relaciones y desarrollos más o menos ajustados –la quinta era de 35,2 kilómetros/hora a 1.000 revoluciones– y, por supuesto, era propulsión sin ningún tipo de ayudas electrónicas. Detalle que no impedía un 0 a 400 metros en 16,9 segundos o los 1.000 metros desde 40 kilómetros/hora en quinta en 36,8 segundos.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS