La séptima generación del Honda Civic fue una familia bastante prolífica. Existieron las ya habituales carrocerías de tres y cinco puertas, el Coupe y un sedán que no se vendió en nuestro mercado salvo en versión híbrida IMA. Por el camino se perdió el familiar Aero Deck, pero a cambio se ganó un monovolumen. Y también podríamos contar con el CR-V que usó la misma plataforma. Hasta aquí nada especial, pues el segmento de los compactos da mucho de sí en bastantes ocasiones. Lo curioso viene por el planteamiento de estos integrantes.
La carrocería llamada a ser la más popular, la del cinco puertas, se convirtió en una suerte de rara avis en la categoría. Altura inusual, larguísima batalla, y un frontal muy inclinado le asemejaban más a los monovolúmenes que tan de moda estaban por entonces. Esto tampoco es extraño, pues a estos recursos estéticos habían sucumbido otras marcas. Para esa propuesta, una variante deportiva no terminaba de cuadrar, lo cual de nuevo no fue nada extraordinario.
Por otro lado, el Coupe pecó de falta de carácter no solo en un diseño un tanto insulso, mientras que por fin el tres puertas fue el encargado de poner los tintes deportivos. ¿Y qué? Pues ahí viene mi extrañeza: el Stream se convertía en el miembro de la familia con más aspiraciones sport.
Sí, has leído bien. La propia marca lo definía como un cupé de siete plazas, y aunque esta afirmación era más marketing que otra cosa, la verdad es que el planteamiento del Stream estaba enfocado al uso y disfrute del conductor. Irónico, cuanto menos.
Lanzado en el año 2000, sus rivales eran bien pocos. De hecho, el único monovolumen compacto con siete plazas era el Opel Zafira, 25 centímetros más corto. Atendiendo solo a la longitud, los 4,57 metros del Stream le hacían superar a los Evasion, 806 o el Renault Espace, situándose más cerca de un Sintra que del Zafira. En cambio, era bastante más estrecho y bajo que los monovolúmenes grandes, y de ahí que sus proporciones le convirtieran en un coche un tanto especial.
Como contrapartida, el interior resultaba poco habitable en comparación. La segunda fila, con banqueta dividida en secciones 60/40, contaba con una anchura más propia de un compacto normalito. Las dos últimas plazas se ocultaban en el maletero, pero al contrario que en un Zafira, en el Stream eran de una sola pieza.
Ya que hablo del Opel, resulta curioso que la marca del rayo vendiese los Meriva y Zafira OPC y que en el Astra G la versión más prestacional fuese un descafeinado 2.0 de 136 CV y en el Corsa C GSi se recurriese a un voluntarioso 1.8 de 125 CV. O sea, que como hizo Honda con el Stream, parecía que las posibilidades de triunfo estaban en los monoespacio, aunque fuera a base de hacer locuras. Cuestión de modas.
El Stream no era tan radical como un OPC, pero mientras en el cinco puertas el tope de gama se quedaba en un 1.6 de 110 CV, para el monovolumen se emplearon un 1.7 y un 2.0 con 125 y 156 CV, respectivamente. Cierto es que debía mover más peso y luchar con la peor aerodinámica, pero el manso 1.6 no hubiera desentonado para la gran mayoría de posibles conductores.
Como decía, el Stream estaba enfocado a quien se ponía al volante más allá de mimar a la familia que le acompañase. El tacto de los VTEC (para más inri el 2.0 llevaba el apellido Sport) tenía ese carácter de buen atmosférico de gasolina que lo da todo en la zona alta, si bien el sistema de distribución variable dulcificaba su patada con una sensación de empuje contundente en cualquier rango de revoluciones.
A esto se unía el delicioso manejo del cambio (con una posición elevada que incitaba a utilizarlo) y una puesta a punto del bastidor que para sí hubieran querido los demás integrantes de la familia Civic (Type R aparte). Las leyes de la física son inescrutables, así que la carrocería presentaba un balanceo que no aparecía en otras versiones porque las suspensiones estaban enfocadas al confort.
Haberlo hecho de otra manera hubiera supuesto rematar un sinsentido castigando innecesariamente a sus ocupantes. Aun así, el Stream presumía de un comportamiento por encima de cualquier otro monovolumen. Y si hablamos de prestaciones, comparándolo con un Zafira 2.2 de 147 CV, el Honda salía mejor parado en cualquier medición.
Asimismo, se situaba un poco por encima en precio, con un equipamiento en el que solo se echaba en falta el control de estabilidad. Como monovolumen el Stream no destacaba, pero como vehículo familiar podía suponer una alternativa a berlinas familiares con carácter ante las que no se amedrentaba haciendo sentir al conductor que se encontraba a los mandos de un modelo muy especial, aunque esto solo lo supiese él tras unos cuantos kilómetros.
Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.Sí, los Meriva OPC y Zafira OPC estaban muy bien, pero no olvidemos al primer Astra OPC, que venía a ser un Astra Coupé Turbo de 192 CV. No recuero exactamente si el primer Astra Coupé OPC llegó a España, pero Coupés Turbo de 192 CV se vendieron unos cuantos, así que no puede decirse que Opel olvidara la deportividad del Astra G.
De igual modo que en la séptima generación del Civic había una versión llamada Type R con 200 CV, más potente y más deportiva que el Stream.