La llegada del 200 R3 de 1995 supuso el lanzamiento de un modelo que muchos consideraron genuinamente Rover, pues la anterior Serie 200 no podía ocultar su parentesco con el Honda Concerto. Ante tal consideración de auténtico coche inglés, el nuevo compacto de la marca destilaba elegancia y cierto lujo, posicionándose frente a la competencia como un coche un tanto pijo aunque a un precio relativamente contenido.
Para su puesta en escena se recurrió a motores de gasolina de la Serie K en versiones 1.4 y 1.6 de hasta 111 CV, así como un diésel de 2 litros. No hubo rastro de aquel 216 GTi 16v de la generación anterior. Sí que se asoció poco después al 1.8 Vi de 145 CV con prestaciones más que dignas y un comportamiento sorprendente, pero exteriormente apenas se diferenciaba de sus hermanos de gama, por lo que la imagen de deportividad brillaba (por su ausencia) tanto como sus cromados o el barniz de la madera de sus salpicaderos. La solución recayó en el BRM (British Racing Motors) con una imagen algo radical, pero que tenía su porqué.
Era el homenaje de Rover a los BRM de competición de los años 50 y 60 que ya presumían del típico color verde inglés y el frontal en naranja. De ahí la moldura delantera del 200 BRM en ese llamativo tono. Ya que estamos hablando de la carrocería, en esta edición eran también distintivos los aditamentos en color aluminio en los laterales o los espejos, así como sus exclusivas llantas de 16 pulgadas.
En el interior había también mucho aluminio, y del bueno, nada de imitaciones de plástico de dudoso aspecto. De hecho, se pasaron un poco con las decoraciones al poner una moldura que desentonaba en la parte alta del salpicadero y que además provocaba molestos reflejos. Bastante llamativo era ya el color rojo del cuero en asientos, volante y puertas.
El aluminio y el color rojo dominaban un interior al más puro estilo británico, que asimismo contrastaba con el característico verde racing de la carrocería
Para motorizar al 200 BRM se mantuvo el 1.8 del Vi con 145 CV. Se declaraban 204 km/h de velocidad máxima y una aceleración de 0 a 100 en 7,9 segundos. Era un motor agradable de buena respuesta a medio y alto régimen, aunque en la zona baja del cuentarrevoluciones pecaba de falta de fuerza. Luego estiraba con soltura hasta cerca de las 7.000 RPM.
El comportamiento estaba condicionado por una rebaja de 20 mm de las suspensiones con respecto al Vi, que resultaban además firmes, pero no radicales y por ello incómodas. Contaba también con un diferencial Torsen que coartaba su respuesta en zonas viradas. Pese a su aspecto, podría decirse que el 200 BRM era un coche fácil de conducir.
Se lanzó en una serie limitada a unas 1.000 unidades, de las cuales un 70% se quedaría en las islas. Según la rumorología, esta versión iba a aparecer bajo la insignia de MG al igual que el roadster TF para crear una submarca, pero al parecer el proyecto fue capado cuando BMW tomó el control de Rover.
Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.COMENTARIOS