Cuando Mercedes-Benz lanzó el Clase C en 1993, muchos vieron en la berlina media un cambio de rumbo en cuanto a estilo que supondría un punto de inflexión para la historia de la marca de la estrella. El salto con respecto al 190 era evidente pese a que sus dimensiones no variaban demasiado y el diseño del nuevo “Baby Benz” era fácilmente reconocible como Mercedes. Sin embargo, ofrecer varias líneas de equipamiento de personalidades bien distintas dejaba claro que los de Stuttgart pretendían abrir mercado para llegar a un nuevo tipo de comprador más joven, alejando la imagen de coche para viejos con dinero.
Pero el Clase C no se quedó sólo en eso, pues se aprovechó su base para lanzar un coche de carácter deportivo con el que la marca no había contado desde hacía cuarenta años tras el lanzamiento del 300 SL. Hablo de tintes deportivos, pues coches potentes y rápidos sí que habían estado siempre presentes en su catálogo. Y así, tomando como punto de partida un C 280 Sport, se recurrió al preparador AMG para desarrollar el C 36 AMG, el primero de una larga saga que a día de hoy está indiscutiblemente ligada a la estrella de tres puntas.
Estéticamente se diferenciaba por los paragolpes de nuevo diseño, faldones laterales, doble salida de escape y las llantas de aleación de 17 pulgadas. Mantenía su imagen elegante de berlina Premium pero con esos toques suficientes para ser capaces de distinguir a esta versión tan especial.
Lo verdaderamente importante se hallaba debajo del largo capó: el bloque de seis cilindros del 280 evolucionado y adaptado para su transformación en un deportivo. La cilindrada pasaba de 2.8 a 3.6 litros y la potencia escalaba hasta los 280 CV. Las modificaciones se centraron en el árbol de levas o admisión variables, entre otros. Los discos ventilados de sus frenos provenían del potente 600 SL y del E 420, y la suspensión se rebajó 10 mm con respecto al Sport, que ya de por sí resultaba 25 mm más baja que el resto de la gama.
La mayor crítica venía por parte del cambio automático de cuatro velocidades heredado de otros Mercedes V8, porque la automática de cinco velocidades que ya tenía la marca no era capaz de soportar los casi 40 mkg de par. Una marcha menos significaba que sus relaciones quedasen demasiado abiertas, y aunque el funcionamiento era exquisito y fuerza había siempre al acelerar, a la hora de tratar de controlar las retenciones o los saltos entre marchas, la ausencia de una quinta se echaba en falta.
El comportamiento era otra de sus virtudes, con esa fantástica estabilidad de los modelos de propulsión que hasta entonces proporcionaban más confort que sensaciones. Aunque capado por el control de tracción, Mercedes y AMG le dotaron de un comportamiento forzadamente subvirador con mediadas de neumáticos diferentes en cada eje y un reparto de pesos 54,5/45,5. Poner al bastidor en apuros significaba ser muy salvaje con el pedal del acelerador, lo cual resultaba de lo más tentador por el empuje y su nivel de prestaciones.
Para asustarse de verdad sólo había que echar un vistazo al precio: 10.600.000 pesetas de la época (63.000 euros al cambio) que dejaban patente que, pese a todo, Mercedes era una marca exclusiva, pues su principal rival -y probablemente al que tenían en su punto de mira-, el BMW M3 de 286 CV costaba 18.000 euros menos, así que podíamos tener un Compact y un M3 por lo que costaba el C 36 AMG o un C 280 y un Mazda MX-5. ¿Recuerdas de cuando hablamos de la guerra de potencias?
No obstante, el encanto de este primer Mercedes AMG era precisamente aunar en un solo coche la elegancia de una berlina de representación con la que poder llevar a la familia en el día a día y al mismo tiempo poder sacarle jugo al potente seis cilindros en una carretera de montaña al amparo de su delicioso sonido.
El C 36 AMG se vendió en nuestro mercado bajo pedido, pero a nivel global superó con creces las expectativas de ventas de la marca, logrando comercializar unas 5.000 unidades antes de la llegada de su sucesor en 1998, el C 43 AMG, ya con un poderoso motor V8.
Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.Que bella época cuando “deportivo” no significaba inmensas tomas de aire… y encima falsas! Lo necesario, todo con sentido común.
Nunca he logrado digerir los faros traseros de esta generación, Pero en esta versión AMG se lo perdono.
En las fotos se ve tal como lo recordaba del Gran Turismo 2, aunque claro, con mucha mejor resolución ahora desde el pc