El Ford Thunderbird Turbo Coupé es una de las versiones más ambiciosas del modelo norteamericano. No llegó a Europa, pero algunas de sus características podrían haber generado interés en el Viejo Mundo. No en balde, como ocurre con otros modelos norteamericanos –como el Linoln Mark VIII, por ejemplo–, el Thunderbird Turbo Coupé fue la respuesta de Ford a la “moda turbo” y a muchos coupés deportivos europeos.
Seguramente, el nombre de Thunderbird te trae a la memoria un descapotable de los años 50 al más puro estilo estadounidense. Y así nació en 1955, como un roadster al más puro estilo norteamericano, casi al mismo tiempo que el Corvette y por motivos similares: reinterpretar aquellos descapotables europeos que tanto gustaban. Sin embargo, el Thunderbird no era un deportivo puro y nunca se vendió como tal.
El caso es que el Thunderbird también se vendía como coupé desde la segunda generación y así aguantó hasta el final de sus días, en 1997, con la saga “Super Birds”. Es cierto que luego hubo una generación más, el Thunderbird fabricado entre 2002 y 2005 –conocido como Retro Birds–, pero no tuvo, ni de lejos, la misma aceptación de las demás. Y no es podía decir que fuera mal coche, pero, por lo que fuera, no cayó en gracia. ¿Cosa de los puristas?
De todas las generaciones, la penúltima – o antepenúltima, si cuentas el Retro Bird–, cuando más se acercó a la idea de coupé europeo con la versión Turbo Coupé, la cual, además, fue premiada como Coche del Año en 1987 por la revista Motor Trend, gracias a sus prestaciones y a lo innovador de algunas soluciones.
El Thunderbird Turbo Coupé no era precisamente pequeño. Medía 5,13 metros de largo y pesaba más de 1.500 kilos, en 1986…
Por ejemplo, el Thunderbird Turbo Coupé fue el primer automóvil estadounidense en montar suspensión de control automático y gestionado electrónicamente. Según cuenta en revistas como Hot Rod, la suspensión trabajaba de forma suave en línea recta, pero al detectar una curva cerrada, aumentaba la dureza para contener los movimientos de la carrocería y asegura el agarre. También permitía seleccionar la dureza desde el habitáculo.
El Ford Thunderbird Turbo Coupé también presumía de frenos ABS y destacaba por su motor, que no era un V8, pero tampoco era un V6. Bajo el capó se escondía un cuatro cilindros en línea con 2.299 centímetros cúbicos, con culata de ocho válvulas, inyección y sobrealimentación por turbo con su respectivo intercooler. Rendía 193 CV a 4.600 revoluciones y 325 Nm de par a 3.400 revoluciones y se gestionaba todo con un cambio manual de cinco relaciones.
La revista Hemmings lo cataloga como “un tesoro para los fanáticos, pues se trata de un coche raro y poco visto en Estados Unidos, por su talante dinámico pero sin llegar a ser radical, con una aerodinámica bastante cuidada y unos interiores que, sin llegar a la calidad de los europeos, estaba un poco por encima de la media yankee.
El Ford Thunderbird Turbo Coupé, si tenemos en cuenta lo declarado por la marca, no era lento. La velocidad máxima estaba cifrada en 232 kilómetros/hora. Los 400 metros los completaba en 16,2 segundos y alcanzaba los 180 kilómetros/hora después de 3,2 segundos de aceleración a fondo. Se dice que Jackie Stewart rodó con él a fondo para demostrar su deportividad…


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Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS