El Renault Emblème ha sido una presentación sorpresa, o al menos para mi sí que lo ha sido, pues no esperaba nada especial por parte de la firma francesa. Se trata de un prototipo, un coche “de exhibición”, con el que la marca pretende adelantar algunas cosas sobre su futuro y, ciertamente, resulta bastante interesante por distintos motivos, como su tecnología híbrida eléctrica enchufable-hidrógeno.
Actualmente, y esto seguramente no coja a nadie a contrapié, el sector del automóvil pasa por un momento algo confuso y delicado. La tecnología que Europa quiere imponernos, la eléctrica, no termina de despegar y muchos planes han empezado a cambiar. Por otro lado, las ventas de coches con motores tradicionales, los de combustión interna, tampoco son especialmente boyantes y no son pocos los fabricantes que han visto como sus ingresos caían.
Renault, por ejemplo, no está en su mejor momento, aunque tampoco se puede decir que estén pasándolo mal. Tienen una gama de productos que funciona y funciona bien –el Renault Austral, por ejemplo, es un buen coche– y su estrategia eléctrica sigue en marcha, aunque como en todos los casos, sin que representen grandes ventas. No obstante, mantienen el Renault Mégane eléctrico y han puesto unas opciones más en circulación, como el nuevo Renault Scénic, una versión del Renault Kangoo, pronto estará en las tiendas el nuevo Renault 5, se espera que llegue pronto el Renault 4 E-Tech y tienen un par de vehículos comerciales con motores eléctricos.
Además, no han retirado del catálogo coches como el Renault Clio y se han atrevido a lanzar un SUV de tipo coupé –que poco me gusta llamarlos así–, el Renault Rafale, que está equipado con grupos motores híbridos. Así no van mal, y mientras desarrollan su gama “cero emisiones” –cero emisiones locales, es decir, mientras se usa el coche–, tienen otros modelos que les permiten tener suficientes ingresos para no verse con el agua al cuello.
La cuestión es que hay que mirar al futuro, mientras se trabaja en el presente y eso es lo que viene a mostrarnos el Renault Emblème, el futuro en le que ahora mismo trabajan en la compañía francesa. Un futuro que estará marcado por un nuevo cambio en las líneas maestras de sus coches, que dejaran de lado las actuales rectas para recuperar las suaves y siempre interesantes curvas. No voy a decir que me resulta un vehículo atractivo, hay algo que no me termina de convencer, pero sí voy a decir que me gusta más que, por ejemplo, el nuevo frontal del Renault Captur.
El concepto de coche que adopta este Emblème me resulta un poco confuso. Hay quien lo define como shooting brake –la misma Renault lo menciona en su nota de prensa–, pero no estoy de acuerdo, no tiene nada de shooting brake, pero tampoco lo tiene de familiar o de compacto. Hay algo de crossover, como los pasos de rueda muy marcados y pintados de color negro, pero la altura con respecto al suelo es mínima y el hueco que queda entre el guardabarros y las ruedas es igualmente reducida. Aparenta ser un coche bastante largo –y lo es, mide 4,80 metros de longitud–, y muestra una presencia muy maciza, quizá un poco pesado visualmente.
Claro, todo esto son apreciaciones personales que, lógicamente, no tienen por qué ser iguales a las de todo el mundo. No obstante, es evidente que la marca busca una nueva identidad estética y parece que apostarán por una personalidad menos conservadora y algo más atrevida, aunque personalmente, veo poca coherencia entre el frontal y la trasera, mientras que las llantas parecen haberse puesto porque “es lo que tenían a mano”. Los volúmenes, al menos, resultan agradables a la vista.
De todas formas, lo realmente importante no se ve, y resulta muy interesante porque parece que Renault busca volver con sus innovaciones –no debemos olvidar que esta firma francesa siempre ha sido muy atrevida con sus lanzamientos–. Su silueta esconde lo que han llamado “motor eléctrico bioenergía”, una propulsión que se alimenta de dos maneras, pero ambas con la electricidad como principal base: una clásica batería recargable, más una pila de combustible alimentada por hidrógeno. No hay nada similar actualmente y es, obviamente, una innovación que podría ser importante.
Lo curioso es que no es un coche muy potente, incluso parece una motorización muy coherente, pues, según Renault, son 160 kW los que se generan, unos 218 CV, necesarios para mover los 1.750 kilos que pesa todo el conjunto. Los coches ligeros han desaparecido de la faz de la tierra, así que toca montar motores que puedan mover todos los kilos que traen consigo los coches actuales. Además, es un motor que prescinde de tierras raras y la batería que lo alimenta, de tipo NMC -níquel, manganeso y cobalto–, tiene 40 kWh de capacidad y desde la marca firman que es más barata, más ligera, menos voluminosa y más virtuosa, sea lo que sea lo que quieren decir con eso.
Esa batería ofrece “varios cientos de kilómetros” de autonomía, y se ve apoyada por una pila de combustible de 30 kW, que funciona gracias al hidrógeno que hay en su depósito de 2,8 kilos de capacidad. En teoría, son unos 350 kilómetros de autonomía solo con hidrógeno que se pueden recuperar en apenas cinco minutos, pues repostar hidrógeno es como repostar combustible fósil. Entre las dos tecnologías, la autonomía puede llegar a 1.000 kilómetros, según los datos facilitados por Renault.
Hay que dejar claro que el Renault Emblème no adelanta ningún modelo de producción, aunque sea un comentario común en redes sociales y foros, pero todos los concept cars esconden cosas más allá de las que la misma marca anuncia.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS