Hoy, Nissan es una firma bastante conocida en España, sobre todo gracias al Nissan Patrol, que en su momento fue un auténtico éxito de ventas, y por el Nissan Qashqai, que actualmente es uno de los modelos más exitosos de la compañía japonesa –el SUV más vendido de España durante nada menos que 15 años–. Sin embargo, allá por los años 80, Nissan era una total desconocida. Es cierto que se hicieron con Motor Ibérica y comenzaron a fabricar el Patrol allí, pero su presencia en el país era muy limitada y las importaciones desde Japón lo eran más todavía.
Uno de los primeros coches que trajo Nissan desde fuera de nuestras fronteras fue el Nissan Bluebird. Es posible que no te suene de nada, es muy complicado encontrarse unidades por las calles, pero si naciste en los 80, o antes, has visto unidades del Bluebird por las calles con toda seguridad. Por entonces, las importaciones desde Japón estaban algo limitadas para proteger un poco las fábricas europeas –algo similar a lo que quieren hacer con los coches eléctricos chinos–, sin embargo, el Bluebird se fabricaba en Reino Unido, así que se veía influido por esos cupos. Y si piensas en Canarias, allí, aunque firman parte de España, van un poco a su ritmo y disfrutaron de coches que en la península no se vieron oficialmente. De hecho, muchos de los Bluebird que se pueden 40 años después de su fabricación, tienen matrícula de Gran Canaria o Tenerife.
Pero dejemos esto de lado, porque lo importante, el coche, era un producto de calidad notable. El Bluebird que tuvimos en España, la generación T12, se fabricó entre 1986 y 1990 y se ofreció con cuatro mecánicas. Contaba, por ejemplo, con un dos litros diésel de 67 CV, que según parece, destacaba por suavidad de funcionamiento y por consumos, pero como cabe esperar por su cifra de potencia, no se podía decir lo mismo de sus prestaciones. Eso quedaba reservado para el Bluebird con motor 1.8 turbo, –1.8 Turbo SGX–, que rendía 135 CV y casi 200 Nm de par, una cifra que no estaba nada mal en su momento y que le permitía presumir de una velocidad máxima de 192 km/h. Entre medias, había un gasolina 1.6 con 84 CV y un 2.0 con 102 CV.
El diseño, quizá, pueda ser tildado de soso e incluso de feo, según quien lo mire, pero era un coche típicamente japonés, incluso una vez dentro, en su habitáculo. Ahí, las calidades de los materiales eran bastante altas, incluso las tapicerías, lo que ha permitido que muchas de las unidades vendidas hayan aguantado a la perfección el paso del tiempo. No obstante, como decíamos antes, es muy complicado encontrar unidades por las calles, ni siquiera en eventos de clásicos, y eso es porque se vendieron pocos. Era un coche muy caro en España y no tuvo tanta popularidad, aunque se llegaron a fabricar 40.000 unidades anuales para Europa.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS