El Ferrari F50 es, posiblemente, uno de los superdeportivos menos valorados de la historia de Ferrari. ¿Menos valorado? Te preguntarás, pero así es, apareció justo cuando hizo acto de presencia uno de los coches más espectaculares de la historia: el McLaren F1. En seguida fue criticado porque no era tan potente ni tan rápido como el británico y por su escueto equipamiento, aunque en realidad el Ferrari F50 jugaba a otro juego, el de trasladar la tecnología y las sensaciones de un Fórmula 1 a un coche de calle. Y es ahí donde el F50 es insuperable, porque pocos automóviles pueden presumir de tener un motor derivado, directamente, del usado en Fórmula 1.
Puesto en escena allá por 1995, el F50, con su carrocería diseñada por Pininfarina, era lo máximo de la firma italiana en ese momento y nacía por el mismo motivo que nació el F40 y luego el Enzo Ferrari o el LaFerrari, por el aniversario de la marca. Pero esto es algo que todo sabemos, ¿verdad? Como también se sabe que solo se fabricaron, oficialmente, 349 ejemplares, uno menos de los que se tenía previsto que podían vender. Es una forma de trabajar que ha tenido sus frutos, pues según la compañía, hay que fabricar todos los coches que se pueden vender, menos uno, para mantener la exclusividad. Fue un giro en la estrategia de marketing, como consecuencia de las condiciones del mercado tras la depresión de comienzos de los 90 y para evitar, además, lo que ocurrió con el F40, del que se fabricaron más unidades de las que se tenía programado.
El caso es que, a pesar de las críticas que recibió, el coche resultó todo un éxito, como cabría esperar, no en balde, la transferencia de tecnología entre la F1 y la producción una de las más acusadas de aquellos años: chasis monocasco fabricado con composite, subchasis delantero para dar soporte a las suspensiones, motor portante directamente anclado al monocasco y dando también soporte a las suspensiones traseras, no tenía dirección asistida, no tenía elevalunas eléctrico, no tenía cierre centralizado –todo ello, elementos prescindibles para una conducción deportiva y además, añaden peso– y para colmo, se podía retirar la plancha del techo que quedaba directamente encima de los ocupantes, casi como un targa –detalle, curiosamente, que también fue criticado–.
Lo más espectacular era, como siempre en Ferrari, su motor, un V12 de 4,7 litros atmosférico, derivado del usado en el Ferrari F1-89 con el que se compitió en 1989. Un motor de carrera corta –85 x 69 milímetros para diámetro y carrera–, con culatas de cinco válvulas por cilindro, distribución por cadena, cárter seco y nada menos que 520 CV a 8.000 revoluciones.
Una joya, sin lugar a dudas, que a muchos de nosotros, aficionados y amantes de los coches especiales y sobre todo, deportivos, nos gustaría probar al menos una vez en la vida. Y decimos probar, porque tener es casi imposible si no tienes un buen puñado de euros en el banco, tanto para comprar como para mantener el coche. No obstante, soñar es gratis y hay una unidad del Ferrari F50 actualmente a la venta, un ejemplar en un estado inmaculado y con solo 3.850 millas recorridas, 6.195 kilómetros. Este tipo de coches se usan muy poco y suelen pasar el mayor tiempo de su vida como un simple adorno en la colección de algún millonario.
Lo vende Merit Partners, una empresa especializada en vehículos de muy alta gama y no ha publicado el precio, que será, no obstante, estratosférico, sobre todo porque hablamos de una unidad que estuvo expuesta en 1995 en el salón de Frankfurt, tras lo cual, pasó a formar parte de destacado coleccionista alemán que lo tuvo hasta 2017, cuando cambió de manos y se fue a Estados Unidos, donde lo guardó el mismo propietario hasta 2020, cuando se sometió a una revisión detallada en Ferrari New England –cuyo costo ascendió a nada menos que 30.000 dólares– y donde se instaló un colector Tubi, se eliminó el silenciador y ciertos tramos de tuberías para aumentar la potencia y el sonido.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS