Seguro que muchos recordaréis el Mazda 6 MPS, una versión del sedán japonés que destacaba por ofrecer unas prestaciones importantes: 260 CV. 380 Nm de par y un 0 a 100 km/h en 6,6 segundos gracias a su tracción total. Era un coche rápido, que sorprendió a muchos que no esperaban algo así de Mazda. Sin embargo, poco antes de su presentación, la firma japonesa ya estuvo tanteando el terreno con un prototipo que hizo soñar a muchos, pero que no llegó nunca a producción: el Mazda 626 MPS (Mazda Performance Series).
Allá por inicios del Siglo XXI, los SUV todavía no habían empezado a dominar el mercado, había hueco para otras alternativas y eso se dejaba ver en el nivel de ventas y en competición, donde encontrar sedanes compitiendo en rallyes era de lo más normal, al igual que ver carrocerías de tres volúmenes corriendo el algún campeonato de turismos (el BTCC, durante los 90, fue casi todo sedanes…). Y en la calle, además, la gente podía disfrutar de coches realmente interesantes: Opel Vectra OPC, SAAB 9-3 Turbo X, Renault Laguna GT, BMW 330i, Audi A4 3.2 FSI… y por supuesto, dos de los coches más deseados del mundo de los rallies: el Subaru Impreza WRX STI y el Mitsubishi Lance Evolution, aunque estos no se podían comparar con el resto por su extrema configuración.
El Mazda 6 MPS, que se puso a la venta en 2002, estaba más cerca de los primeros coches mencionados, más similar al Opel Vectra OPC por ejemplo, pero el prototipo, el Mazda 626 MPS, claramente, está en el mismo nivel que los últimos, es decir, era un rival directo para los Impreza y Lancer más radiales. De entrada, su diseño estaba en línea con los otros dos, ya que lucía un enorme alerón trasero, carrocería ensanchada, aberturas de refrigeración en el capó, entradas de aire más grandes en el frontal y un paragolpes trasero muy racing, con una enorme abertura en el centro, por donde salían los terminales de escape. Era un espectáculo, sin lugar a dudas, que se completaba con unas llantas de cinco radios que ocupaban todo el huevo de la rueda debido a sus 18 pulgadas.
Pero no era atrezzo, todos esos cambios eran necesarios, pues, en lo referente a las prestaciones, se ponía a la altura de los más potentes. Bajo el capó se escondía un bloque V6 turbo de 2,5 litros, que rendía 280 CV a 6.500 revoluciones y 392 Nm de par a 4.000 revoluciones. Estaba unido a un cambio manual de cinco relaciones y a un sistema de tracción total. Los amortiguadores eran ajustables (12 posiciones predefinidas) y los frenos corrían a cargo de un disco delantero de 345 milímetros con pinza de seis pistones y el peso llegaba a los 1.380 kilos (un motor de 2,5 litros y la tracción total se dejan notar…).
Este aparato se dejó ver durante el salón del automóvil de Ginebra del año 2000, cuando todavía estaba a la venta el Mazda 626, siendo reemplazo en 2002 por la primera generación del Mazda 6, que fue finalmente el modelo que sí puso en circulación una variante Mazda Performance Series. Curiosamente, los Performance Series de Mazda no tuvieron mucha proyección, una generación en el Mazda 6 y dos generaciones en el Mazda 3. La firma japonesa no ha vuelto a recuperar este tipo de coches, ni tiene pinta que los vaya a recuperar nunca. Al menos, de momento.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS