Junto con Alfa Romeo, Aston Martin es una de las marcas históricas que han vuelto hace no mucho a competir de forma oficial en la F1. No obstante, todo tiene un comienzo y el de la marca británica en la categoría reina del automovilismo deportivo se puede rastrear ya desde mediados de los cincuenta. Así las cosas, lo mejor será que vayamos por partes de cara a comprender cómo nació el Aston Martin DBR4. El primer monoplaza de David Brown en la F1, responsable de haber levantado tantas expectativas como decepciones.
Para empezar, hemos de situarnos a mediados de los años cincuenta. En aquel momento, Aston Martin parecía ir viento en popa, finalmente puesta en orden tanto a nivel de gama como de contabilidad después de ser rescatada por el industrial David Brown en 1947. Además, sus GT de calle sirvieron para alumbrar una potente saga con modelos creados por y para la competición bajo el apelativo DBR. De esta manera, Aston Martin empezó a hacerse muy popular en las mejores carreras de resistencia tanto en Europa como en Estados Unidos. Es decir, una de las más habituales en las parrillas de salida de Le Mans o Sebring.
No obstante, David Brown seguía cociendo la ambición de participar en la F1 junto a los monoplazas de Ferrari y Maserati. Ejemplo de ello fue el primer ensayo con un diseño experimental en 1955, inscrito de forma muy discreta en diversas pruebas australianas de cara a probarlo en situaciones reales de competición. Llegados a este punto, la entrada de Aston Martin en la F1 parecía inminente. Sin embargo, finalmente la contabilidad del departamento de carreras siempre acababa dando prioridad a todo lo relacionado con las pruebas de resistencia. De hecho, finalmente lograron su gran objetivo cuando en 1959 ganaron las 24 Horas de Le Mans con un DBR1 pilotado por Carroll Shelby y Roy Salvadori.
Al no tener suficientes recursos económicos como para compatibilizar la F1 y el Mundial de Marcas, Aston Martin se volcó de pleno en la categoría reina tras conquistar la victoria en Le Mans 1959
Aston Martin DBR4, de la esperanza a la decepción
En 1959 Aston Martin había tocado techo en lo referido al mundo de las carreras de resistencia. Es más, aunque en peso, aerodinámica o estabilidad aún debían mejorar bastante, lo cierto es que a nivel de potencia habían conseguido situar a sus motores en la misma liga que los de Ferrari. Así las cosas, todo parecía indicar que el momento de la F1 había llegado. No obstante, había un problema. Un problema enfocado en la contabilidad, ya que la casa británica no contaba con presupuesto suficiente como para estar simultáneamente en los mundiales de F1 y resistencia.
De esta manera, tras lograr la victoria en Le Mans David Brown tomó la arriesgada decisión de volcar todos los esfuerzos en la F1. Algo sin duda temerario. Ya que si salía bien sería excelente aunque, si salía mal, dejaba en la cuneta todo lo aprendido por la marca durante los años mejorando carrera a carrera en Le Mans. Sea como fuese, los primeros ensayos serios con el futuro Aston Martin DBR4 se hicieron a mediados de 1958. Tomando como base al DB3S presentado en 1953, este monoplaza era básicamente aquel ligero modelo de competición tanto en chasis como en motor. Eso sí, claro está, con una carrocería de ruedas descubiertas.
En lo referido al motor, éste rebajó su cilindrada de los 3 a los 2,5 litros a fin de cumplir con las homologaciones del momento en la F1. Todo ello para rendir unos 250 CV. Ahora, ¿dónde estaban los problemas? Bueno, para empezar en 1959 el Cooper T51 consiguió ser el primer modelo con motor central-trasero en ganar el Campeonato del Mundo de F1. Es decir, a pesar del escepticismo con el cual los fabricantes tradicionales recibieron a aquella disposición de la mecánica, lo cierto es que aquellos que fueran despectivamente bautizados como los “ garajistas “ británicos confirmaban sus teorías respecto al reparto de pesos con una victoria aplastante.
Basado en un esquema de diseño anticuado desde el momento en el que fue presentado, el DBR4 quedó muy a la zaga de los novedosos Cooper con motor central
En este sentido, el Aston Martin DBR4 ya nacía antiguo con su motor delantero. Asimismo, en materia aerodinámica no estaba especialmente depurado y, además, sus 575 kilos de peso rebasaban ampliamente lo dado en báscula por los más modernos Cooper o Lotus. En suma, Aston Martin se estaba estrenando en la F1 con un diseño que hundía sus raíces años atrás, justo en un momento en el que la categoría vivía una de sus mayores revoluciones tecnológicas. Una paradoja que, evidentemente, tuvo una muy mala resolución a pesar de que el DBR4 fue pilotado, al igual que el DBR1 de Le Mans, por Carrol Shelby y Roy Salvadori. Tras los malos resultados – imposibles de remontar por el continuador de este monoplaza en la temporada de 1960, el DBR5 – finalmente la marca británica salió de la F1 tras dos temporadas. Un hecho realmente duro, pues se había quedado sin la categoría reina al tiempo que había perdido todo el compás ganado en materia de resistencia durante los años cincuenta. Fruto de ello, su departamento de competición llegó a cerrar temporalmente y sólo los proyectos especiales DP pudieron sacar, brevemente, del aletargamiento a la división de carreras de Aston Martin ya a mediados de los años sesenta. En fin, más vale pájaro en mano que ciento volando.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS