Hoy en día, el Ford Anglia Torino es uno clásico tan escaso como representativo de los esfuerzos realizados por el gigante americano a la hora de entrar en el mercado italiano. Unos esfuerzos que pueden rastrearse ya en el lejano 1923, cuando Henry Ford decide construir una planta de ensamblaje en las cercanías de Roma en sintonía con las planteadas para aquella misma época en Buenos Aires y Cádiz. Y es que, aupada en el éxito del Model T, Ford vio posible llegar a ser hegemónica incluso en los tradicionales mercados automovilísticos europeos.
No obstante, mientras el paso de las décadas dio la razón a la casa norteamericana en lo que se refiere a países como Alemania o Reino Unido, en el caso de Italia lo cierto es que ésta nunca llegó a los éxitos esperados. De hecho, no son pocos los cronistas del motor que apuntan a la frustración generada por aquello como principal acicate para las compras que Ford intentó en Italia durante los sesenta. Queriéndose llevar a golpe de talonario no sólo a Ferrari, sino también a Lancia. Una época turbulenta en la que apareció el Ford GT ganador en Le Mans 1966, queriendo reparar el orgullo herido tras las negociaciones con Enzo Ferrari y su negativa a entregar el control de la Scuderia a los de Michigan.
Pero vayamos a los coches para el día a día; justo el hueco donde Ford of Europe logró triunfar en el Reino Unido desde los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Un mercado muy disputado donde la economía de uso y venta debe darse la mano con un cierto encanto, asegurando opciones competitivas para las familias de clase media. Precisamente la fórmula con la que se gestó el Anglia. Uno de los clásicos más queridos en Inglaterra, donde se venía fabricando desde 1939. No obstante, para 1959 alcanzó su versión más recordada gracias a la aparición de la cuarta generación. Perfecta para el uso diario, pero también dotada de una interesante estética a lo “ Thunderbird en miniatura “ así como de un bloque Kent con cuatro cilindros y 997 centímetros cúbicos. Económico y fiable al tiempo que alegre a la hora de subir de vueltas. Todo un icono para las carreras británicas de turismos.
Ford Italia se había fundado ya en los lejanos años veinte, aunque hasta la llegada de este diseño de Michelotti nunca había contado con un modelo planteado por ella para el mercado transalpino en concreto
Ford Anglia Torino, apuntar y no acertar
Comenzados los años sesenta la verdad es que Ford Italia empezaba a tener poco sentido. De hecho, su producción era casi nula, limitándose a gestionar la importación de modelos Ford fabricados en las plantas de Alemania, Irlanda o Reino Unido. No obstante, lo cierto es que el Anglia 105E – la mencionada cuarta generación del popular utilitario – no se manejaba del todo mal en el país transalpino. Es más, hacia 1962 llegó a ser su automóvil importado más vendido. Así las cosas, los directivos de Ford Italia pensaron en la posibilidad de sacar pecho con su primer modelo propio.
Llegados a este punto, en 1964 nacía el Ford Anglia Torino. Ni más ni menos que un derivado a la transalpina del Anglia 105E británico, gozando de su excelente mecánica bajo una nueva apariencia firmada por Giovanni Michelotti. Uno de los diseñadores automovilísticos más importantes del siglo XX, con no pocos Ferrari, Maserati y Triumph en su haber. Distinguiéndose además por su particular habilidad para los automóviles más compactos, siendo el responsable del bicilíndrico BMW 700 de 1959. El éxito de ventas que alejó a la casa bávara de una más que probable absorción por parte de Mercedes-Benz.
No obstante, lo cierto es que el aspecto del Ford Anglia Torino no es recordado como una de las creaciones canónicas en la obra de Michelotti. Lejos de ello, la apariencia cincuentera con tonos pastel y cromados del modelo británico desaparecía aquí bajo un halo de sobriedad escasamente llamativo. Algo que fue confirmado por el mercado, el cual acogió al Ford Anglia Torino con un recibimiento escueto cifrado en unos 10.000 ejemplares aún teniendo en cuenta las unidades exportadas desde Italia a Bélgica o los Países Bajos.
Los problemas de acabado en la carrocería y el habitáculo dieron al traste con este modelo, el cual sin embargo gozaba de una de las mejores mecánicas con menos de un litro que se pudieran encontrar en el mercado de la época
Además, la fama de baja calidad en sus acabados persiguió al Ford Anglia Torino desde el comienzo. Siendo esto responsabilidad de la Officine Stampaggi Industriali, fundada en 1960 como una especie de marca blanca para las creaciones menos importantes del prestigioso carrocero Ghia. Por cierto, finalmente absorbido por Ford tras los múltiples vínculos mantenidos con fabricantes norteamericanos desde los años cincuenta. Llegados a este punto, la verdad es que la mala terminación del modelo así como su estética poco llamativa hicieron que éste desapareciera del mercado sin tan siquiera poder cumplir dos años en los concesionarios. Una pena porque, no nos olvidemos, bajo su capó residía el estupendo bloque Kent con cuatro cilindros. Uno de los mejores propulsores automovilísticos con menos de un litro que jamás hayan existido.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS