Una de las asociaciones más recurrentes en el mundo del automovilismo es la producida entre algunos fabricantes y sus diseñadores de cabecera. Algo muy bien ejemplificado por Ferrari y Pininfarina, pero también producido de formas más escuetas entre otros protagonistas. De esta manera, resulta bastante interesante analizar los trabajos conjuntos entre Aston Martin y Zagato. O, en un aspecto más generalista, la decisiva relación mantenida por Citroën y Bertone en los años ochenta con creaciones tan espectaculares como el Citroën Zabrus de 1986. No obstante, lo mejor para entender todo esto será empezar en coordenadas totalmente diferentes.
Por ello nos vamos a ir a Suecia durante los años setenta. Allí, los directivos de Volvo estaban decididos a renovar su gama gracias a algún tipo de diseño innovador y futurista, dejando atrás las poco llamativas líneas del 343. Así las cosas, contactaron con Bertone. Al fin y al cabo, este diseñador venía siendo desde finales de los sesenta el referente en diseños que parecían adelantarse a su tiempo, habiendo sido de los primeros en abrazar los volúmenes más rectilíneos y perfilados desde que en aquella época Paolo Martin, Giorgetto Giugiaro o Marcello Gandini encabezaran la llamada revolución del diseño en cuña.
El producto de aquel encargo llegado desde Suecia con el ánimo de obtener un compacto tan llamativo como capaz de relanzar a Volvo en el mercado europeo fue el Tundra. Y sí, no se puede dudar de su evidente atractivo estético. Además, no sólo plantea soluciones de carrocería muy interesantes, sino que también aporta una indudable personalidad sobre la cual poder seguir construyendo el resto de la gama. De hecho, la personalidad del Tundra era tan fuerte que no convenció a los mucho más sobrios y rectados ejecutivos de Volvo. Llegados a este punto, se desechó el prototipo de Bertone. Aunque muy oportunamente ésta lo rescató pocos meses más tarde para Citroën, cuando la marca gala le pidió algo muy parecido a lo pedido por Volvo pero para una berlina.
Citroën Zabrus, diseño futurista y motor de competición
Gracias a que Citroën era una marca en la que el atrevimiento por lo nuevo había sido una constante, el Tundra fue tomado como un excelente punto de partida para lo que sería el BX de 1982. De esta manera, no sólo se iniciaba la historia de uno de los modelos más exitosos para la casa del chevrón, sino que también se daba el pistoletazo de salida para todos los trabajos compartidos entre Citroën y Bertone durante los ochenta. No obstante, antes de llegar al Citroën Zabrus será mejor detenerse un poco más en el BX.
O mejor, en los Grupo B. Sí, la verdad es que volvemos a dar un bandazo inesperado, pero es que al fin y al cabo, con el Citroën Zabrus, estamos hablando de un proyecto experimental de los ochenta. Posiblemente la última década en la que el automovilismo parecía acelerar su marcha con innovaciones de todo tipo y una escalada prestacional que no parecía tener fin. Obviamente de esto se contagió el Campeonato Mundial de Rallyes, así que allí estuvo presente Citroën con un espectacular Visa convertido en una máquina de enlazar curvas. ¡Y eso por no hablar del Visa que fuera perfilado por la mismísima Lotus!
Bajo este contexto, en Citroën les pareció una buena idea lanzar directo al Grupo B un modelo basado en el familiar BX. Así nacía en 1986 el BX 4TC. Uno de los más extraños y malogrados modelos del Campeonato Mundial de Rallyes, definido por su chasis monocasco reforzado con barras soldadas y un motor delantero – demasiado delantero quizás – que en las versiones con los turbocompresores más afinados llegó a rendir 405 CV. Muy interesante, aunque realmente sólo pudo participar en tres rallyes del mundial antes de ser suspendido el Grupo B. Además, si algo caracterizó al BX 4TC fueron los constantes problemas de fiabilidad, especialmente en materia de suspensiones.
De todos modos, aquel jarro de agua fría vino al final. Porque para el comienzo de 1986 la verdad es que en Citroën no podían tener el pecho más hinchado. De hecho, tan alto era su ánimo que tuvieron la siguiente idea: tomar la base de un BX, la mecánica de un 4TC y envolver el conjunto con una carrocería de Bertone en su mejor línea futurista. ¡Vivan los ochenta! Así nacía el Citroën Zabrus, que lejos de ser un simple alarde estético estuvo durante un tiempo en posición de ser sopesado para llevarlo a serie – con algunos matices claro está – . Y lo cierto es que no hubiera estado nada mal, siendo no sólo una alternativa coupé en la gama del BX, sino un modelo bastante prestacional – aunque aquí el 4 cilindros de dos litros del 4TC se fijaba en los 200 CV de las unidades no de competición sino necesarias para la homologación – a la par que vistoso. Además, el interior contenía interesantes soluciones en materia de modulabilidad. Desgraciamente, el Citroën Zabrus nunca llegó a cadena de producción. Aunque sus ecos pueden notarse en el XM de 1989. Otro de los hitos en la colaboración producida entre Bertone y Citroën. Aquella que definió la que, posiblemente, sea la última gran época creativa en la casa francesa.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS