Los Volvo siempre han tenido algo especial. No se sabe muy bien qué, ni siquiera el por qué. Pero, al igual que con Saab, bajo la sobria apariencia de sus modelos no pocas veces se esconden capacidades dinámicas imprevistas. Como ejemplo de todo esto está el 850 SW y su participación en el campeonato británico de turismos, pero también los antiguos PV 544 que con tantas garantías y fiabilidad se enfrentaban a pruebas tan duras como el Montecarlo – lleno de nieve al pasar el Turini – o el Safari – con todo tipo de obstáculos en medio de la más ardiente sabana -. Y eso por no hablar del 240, tan seguro como versátil a la hora de poder ir con él a la compra al tiempo que lo metes por un tramo de tierra sin demasiadas preparaciones para ello. No obstante, sí es cierto que en materia de diseño la marca sueca estuvo algo anquilosada durante décadas. Algo que intentaron cambiar con el Volvo Tundra.
Y sí, nada más verlo parece más bien un prototipo de Citroën que uno de Volvo. Pero todo en la vida tiene sus tiempos así que llegaremos a ello dentro de unas líneas. Por ahora vamos a centrarnos más o menos a mediados de los años setenta. Para ese momento DAF había entrado en el accionariado de Volvo con la misiva de hacer dinero, por lo que el modelo al cual se prestaba más atención comercial era el 343. Exponente de la popular serie 300 enfocada a cubrir el segmento C, era un coche sobrio en todos los sentidos. Mecánicamente, bien. En seguridad, bien. En consumos, bien. Sin embargo, la verdad es que no destacaba absolutamente en nada. Se podría decir que era un coche tan moderado y racional que quien lo adquiría lo hacía simplemente por el hecho de, sí, tener un coche para el día a día.
Así las cosas, la directiva de Volvo pensó que sería interesante renovar la estética de la marca de cara a los ochenta. Para ello iban a empezar con el sucesor del 343, haciéndole responsable de unas hipotéticas nuevas líneas que deberían caracterizar la imagen de todos los modelos de la marca. Una operación interesante a nivel de estrategia comercial, pero también compleja. De esas a la misma altura con la que Walter da Silva abordó la creación de la “ línea dinámica “ en SEAT y, anteriormente, la renovación estética de Alfa Romeo con el 156. Bajo esta responsabilidad, los directivos de Volvo llamaron a todo un experto en diseños con miras al futuro. Marcello Gandini. Quien en aquel momento rendía sus lápices a la casa Bertone, responsable del Volvo Tundra en 1979.
Volvo quería dar un vuelco a la línea de su gama más compacta con un diseño atrevido, sin embargo Gandini se atrevió tanto a ir más allá que los sobrios directivos suecos consideraron demasiado arriesgado al Tundra
Volvo Tundra, de Suecia a Francia con una inspiración que iba a ser británica
Gandini no sólo era uno de los grandes exponentes del diseño automovilístico en aquel momento, sino también uno de los principales responsables – no podemos olvidarnos de Giugiaro o Paolo Martin – del llamado diseño en cuña. Aquel que en la transición de los sesenta a los setenta cambió las formas curvas y musculosas por las líneas rectas y geométricas empezando por la cúspide de los deportivos para acabar irradiando esta lógica hasta modelos tan populares como el Golf o el Uno.
Obviamente no tanto por la aerodinámica – la baja altura quedaba reservada a experimentos como el Stratos Zero, el Carabo o el Tapiro – sino por los ángulos rectos que serían tan determinantes hasta bien entrados los ochenta. Además, en el caso de Bertone hay que reconocer un atrevimiento no visto en otros carroceros. Al menos entre los de mayor producción, ya que para estilos particulares siempre está el verso suelto interpretado por Zagato. De esta manera, Gandini ideó un diseño bastante futurista plagado de detalles interesantes.
Para empezar la gran luminosidad y amplitud del habitáculo, el cual está realizado sobre la base de un Volvo 343. El modelo al que el Volvo Tundra pretendía sustituir y con el cual cuesta creer un paralelismo tan evidente debido a las enormes diferencias entre él y este prototipo. Para continuar, podemos fijarnos en cuestiones tan elaboradas como la ocultación de los pilares A y B bajo unos cristales tintados que ayudan a no romper las líneas, creando una interesante ilusión de continuidad en el cierre del habitáculo. Respecto al interior, éste se presenta como un verdadero festival de lo que luego serían los años ochenta. Con un panel de mandos digital bastante innovador además de una gran cantidad de formas limpias y diáfanas sirviéndose de la geometría más regular.
Lejos de quedar en un cajón, el Tundra fue usado por Bertone para seducir a Citroën de cara a implementar el diseño rectilíneo en su gama al usar este prototipo como base para la carrocería del BX
No obstante, el resultado de Gandini con el Volvo Tundra fue tan bueno que se pasó de frenada. Le pidieron un modelo que pudiera ser práctico pero al tiempo futurista y capaz de encandilar al público más joven. Y bueno, a la vista está que el Volvo Tundra logra todos esos propósitos. De hecho, los logra de una manera tan llamativa que los directivos suecos rechazaron el proyecto por ser demasiado rupturista. De esta manera, el Volvo Tundra parecía condenado al olvido. Pero aquí entró en escena Citroën, la cual había entablado negociaciones con Bertone para el desarrollo de una nueva berlina con la que sustituir al GS. Dado el carácter atrevido e innovador de la marca gala por aquel entonces, el carrocero italiano se lanzó a ofrecerle las líneas de lo que había sido el Volvo Tundra. Y atención, porque salió bien. Los de Citroën quedaron sorprendidos por el futurismo de este prototipo y lo tomaron como base para el diseño de lo que en 1982 sería el BX. Además, rizando el rizo resulta que el Volvo Tundra basó buena parte de sus líneas – especialmente en el lateral – en el prototipo FW111 que Bertone propuso sin éxito a Reliant. Y, añadiendo más conexiones al asunto, si bien el Volvo Tundra fue descartado por la marca, ésta lanzó en 1986 el 480 con unos volúmenes que sin duda recuerdan a nuestro protagonista. ¡No está nada mal para un prototipo que siquiera llegó a serie!
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS