Que en pleno 2004 se presentase un modelo como el Lotus Elise 111R resulta una excelente -e imprevisible- noticia. Al fin y al cabo, son muchas las razones que cualquier analista de hace unas cinco décadas hubiera esgrimido para ir convenciendo a los seguidores de la marca fundada por Colin Chapman sobre la inviabilidad de la misma. Para empezar, a pesar de que los Lotus nunca se han caracterizado por enormes consumos debido a sus mecánicas contenidas y pesos escuetos, lo cierto es que la primera Crisis del Petróleo en 1973 pegó bastante duro al sector de los automóviles deportivos y prestacionales. De esta forma, la ya asediada posición de los pequeños fabricantes especializados en modelos deportivos o de carreras se hizo aún más endeble.
Prueba de ello es lo que pasó con diversas escuderías y talleres en el Reino Unido, pero también la absorción definitiva de Alpine por parte de Renault. Y eso por no hablar de la mucho más poderosa Ferrari ya a finales de los sesenta. Primero a punto de caer en manos de Ford para posteriormente ponerse bajo el paraguas de FIAT gracias a una operación auspiciada por el gobierno italiano. El cual tenía verdadero pánico a que la joya industrial de la nación cayera en manos del gigante de Michigan en lo que hubiera sido una grotesca versión del Tu vuò fà l’americano.
Además, los Lotus tampoco encajan muy bien con el mercado de alta gama. Un segmento donde los compradores – a menos que sean verdaderos entendidos en la marca – no están dispuestos a gastar dinero en un coche carrozado en fibra de vidrio en vez de metal. Y eso por no hablar del valor representativo, ya que mientras todo el mundo reconoce a un 911 – y por tanto el nivel económico de su conductor – sólo los aficionados al automovilismo deportivo pueden reconocer y valorar las líneas de un Elan, un Europa o un Esprit. Así las cosas, la viabilidad económica de Lotus siempre fue un galimatías vertiginoso que, posiblemente, tenga cierta responsabilidad en el mortal ataque al corazón sufrido por Colin Chapman en 1982. Una historia con la que se entiende cómo, inevitablemente, modelos como el Lotus Elise 111R están dominados por el nervio.
Hoy en día Lotus vive uno de sus mejores momentos gracias a las ventas en expansión, pero la historia de sus finanzas ha sido tan serpenteando como las carreteras donde sus modelos se mueven como pez en el agua
Lotus Elise 111R, una variante aún más enfocada a los tramos deportivos
Cualquier seguidor de Lotus – ya sea por su historia en la F1 o por la seducción provocada por sus modelos de calle – valora lo que significa tener aún viva a la marca. En este sentido, hace tan sólo unos meses llegaban noticias tranquilizadoras gracias al respaldo financiero dado por la corporación china Geely. Sin embargo, este camino de solvencia se viene andando desde hace décadas. En primer lugar lo hizo el Elan de 1962. Un automóvil masivo dentro de los términos de la marca con el cual se pusieron las bases para la eclosión dada en los setenta. Y, especialmente, lo ha hecho el Elise.
Presentado en 1996, se ha convertido en el modelo más vendido de Lotus sin renunciar a un ápice del carácter de la marca. Dominado por un chasis en aluminio extremadamente ligero y rígido, en él se montaron motores de origen Rover y Toyota cubriendo el conjunto por una carrocería en fibra de vidrio. Todo ello cumpliendo las pautas dadas por Colin Chapman. A saber: innovación en el diseño, conducción muy dinámica, peso reducido y un carácter deportivo más similar al de un modelo de carreras que al de un GT destinado a cubrir largas distancias.
Todo ello presenta en el Lotus Elise 111R. Una de las variantes más espartanas en la segunda serie del modelo, lanzada en el año 2000 compartiendo línea de producción con el Opel Speedster. En el caso del Lotus Elise 111R, se incorpora el motor 2ZZ-GE de origen Toyota forjado en aluminio y con 1,8 litros para 192 CV a 7.800 revoluciones por minuto. Respecto al peso éste se sitúa en 860 kilos. 55 menos que los dados por la variante 111S que, sin embargo, rinde 34 CV menos. Gracias a estas cifras, la relación peso / potencia del Lotus 111R resulta excepcional, teniendo por ello unos generosos frenos de disco con 11,1 pulgadas. Capaces de parar el conjunto en seco durante la recurrente secuencia deportiva enlazando curvas en tramos o circuitos.
Más ligero aún que el modelo base, el 111R ofrece unas sensaciones muy apegadas a la carretera gracias a su ligereza, rigidez y carácter espartano
Y es que el uso de este coche es precisamente ése: el de un deportivo sin concesiones -el habitáculo no destaca por su habitabilidad ni los asientos por su comodidad, lo cual va agravado por detalles al volante como la carencia de ABS-. Por todo ello, el Lotus Elise 111R es un coche destinado a un público que valore la conducción “vieja escuela” sin ver en este modelo un vehículo también usable para el día a día. Justo una de las características que sí cumple el 911. Obviamente referencial en el segmento, pero mucho menos extremo que el Lotus. No obstante, ahora que ambas marcas emprenden con fuerza el camino y los cambios dados por la electrificación veremos qué pasa. Será un juego interesante.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS