“¿Dónde está Hamilton?”: La icónica escena de un Jaguar D-Type accidentado

“¿Dónde está Hamilton?”: La icónica escena de un Jaguar D-Type accidentado

En esta entrega de "Mitos de Le Mans", una postal histórica de la edición de 1958


Tiempo de lectura: 4 min.

En la historia de las 24 Horas de Le Mans hay coches y pilotos que pasan a la posteridad por ganar, y otros que se convierten en símbolos de su edición por circunstancias que trascienden al resultado final. Entendiendo por resultado final, claro, a las posiciones de quienes logran atravesar la bandera a cuadros. Al podio, para ser más exacto. Porque, a decir verdad, en la carrera de resistencia más importante y convocante de todos los tiempos, aquellos que quedan fuera sin completar el día pasan a ser igual de vitales a la hora de dejar registro en los libros.

Entre el sábado 21 y el domingo 22 de junio de 1958 se corrió la 26° edición, marcada por variados accidentes. Entre ellos, el que le costó la vida al francés Jean-Marie Brussin cuando de su Jaguar D-Type, el número 11, salió despedido apenas pasada la curva Dunlup, en su 47° vuelta y durante la séptima hora. No, no es esa la escena que traigo al presente en este artículo. No es esa la postal histórica.

Más cerca del desenlace que del pleno desarrollo, otro Jaguar D-Type dejaba otra imagen para el recuerdo, precisamente alrededor de la 20° hora de carrera. Hay un archivo interesante por el que vale la pena sentarse y darle la atención que se merece. En uno de los pasajes finales, una secuencia reúne los elementos necesarios como para considerar que ha estado bien hecha. El reconocimiento es para un vídeo de época narrado por Nevil Lloyd, británico con pasado en pistas y con antecedentes en Le Mans, ya que había sido uno de los pilotos participantes de la edición de 1935.

Si bien el coche protagonista de esta entrega claramente no integró el podio, su destino tendría injerencia directa en dicho desenlace, pues de no haber ocurrido su accidente, quizás ese Jaguar, el número ocho, habría sido el ganador, y hoy no estaríamos rememorando que aquel Le Mans 1958 significó la primera victoria para un norteamericano y la tercera para Ferrari. Cerca del mediodía de aquel domingo de junio, en la Sarthe se corría bajo una intensa lluvia y el único que se mantenía con chances de arrebatarle el primer lugar al Ferrari 250 TR de Phil Hill era ese número ocho manejado por alguien que ya sabía lo que era ganar en Le Mans: el británico Duncan Hamilton, laureado en 1953, a quien el número 14 rojo de Maranello había estado aventajando por apenas una vuelta.

En búsqueda del Jaguar D-Type perdido

“Todas las miradas se centran en el recorrido, pero Hill pasa solo. ¡Falta el Jaguar! ¿Dónde está Hamilton? ¿Qué ha pasado con el Jaguar?”, se pregunta Lloyd mientras las imágenes acompañan con el Ferrari número 14 avanzando a gran velocidad ante la mirada de los espectadores. Lo siguiente es una breve enumeración de coches desafortunados, cada uno con su respectivo accidente. “No, ese es el Lotus de Masson y Héchard, y ese es el D-Type de Charles”, descarta haciendo referencia al número 56 retirado varias horas atrás y al número 57, otro Jaguar con misma suerte, aunque definitivamente destrozado y casi irreconocible. “No, ese es el Stanguellini número 52 de Guyot y Pierre Ros, y pueden ver lo que le hicieron”, continúa. La toma es contundente: el frontal de ese Stanguellini da pena.

“Y ese es el Ferrari de von Trips y Seidel”, agrega sobre uno de los 250 TR, que en este caso ha terminado pastando con considerable inclinación y a varios metros del asfalto. Entonces repite: “¿Dónde está Hamilton?”. El Jaguar número ocho por fin aparece. Una fuerte y extensa huella anticipa el desastroso escenario. Toda esa marca lleva al Jaguar de Hamilton, cuya “valiente carrera” –así la define el locutor– ha finalizado a un costado de la pista, con daños que están a la vista.

La razón de su decepcionante abandono había sido una maniobra evasiva para no impactar con un Panhard pasando por la chicana de Arnage, luego de la cual, con el factor del agua acumulada sobre el circuito influyendo, el D-Type perdería el control y dejaría inconsciente a Hamilton, quien recibió el inmediato y afortunado auxilio de un par de espectadores que se encontraban cerca. El Ferrari 250 TR de Phil Hill había sido testigo de ese accidente y verlo avanzar hacia una victoria segura por donde el maltratado y resignado Jaguar D-Type observaba ahora desde afuera, es sin dudas una de las postales más icónicas de aquella carrera de 1958.

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Mauro Blanco

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