Le Mans, domingo 15 de junio de 1980. El final es en donde partimos. Veinticuatro horas atrás, el diluvio que precedía a la salida sometía, tanto como en estos minutos finales, la hora señalada; la hora final. El desenlace de una de las ediciones más “atrapantes” en la historia de la carrera. En la cuadragésima octava edición ha mandado el agua, que fue una constante, con algunas intermitencias, cierto, pero de principio a fin, de la parrilla a la bandera a cuadros que asoma con supuesto ganador a la vista, porque el suspense aparece como el actor menos pensado.
Las 24 Horas acuáticas
Para entender lo complejo de la 48° de Le Mans, les recomiendo el informe de Motorsport TV que aquí comparto, un registro de calidad en el que el parámetro con el que abre el narrador se pone de manifiesto con las imágenes que acompañan: “No es una sorpresa, dado que el clima había estado caprichoso desde el comienzo de la semana, pero, por supuesto, está complicado para todos los implicados. Incluso para Henry Pescarollo, tres veces ganador aquí (el triplete con los Matra-Simca de la primera mitad de los ‘70), que parece preocupado”. En efecto, unas primeras curvas con mucha humedad y rocío intenso.
El propio Pescarollo había salido primero en las parrillas, pero se confirmaba el presagio de aquel semblante de preocupación que no disimulaba bajo su paraguas mientras los coches tomaban posición, cuando, 10 horas después, su Jean Rondeau número 15 abandonaba la carrera. Amplia mayoría en cantidad para Porsche: de los 55 vehículos que habían arrancado, 24 eran de la alemana. Su protagonismo en diferentes tramos de la carrera era inevitable, ya sea al inicio, cuando el 935 número 70 relegaba al número 15 al segundo lugar en la primera curva Dunlop, o en los diversos momentos en que el 908 número 9 lideraría la carrera: por ingresar a la cuarta hora y cuando volvió a tomar la punta a eso de las cuatro de la mañana del domingo.
Le Mans 1980 se recuerda por el clima y por los dos coches que lidiaron contra el mal tiempo y entre sí. Cada cual con sus contratiempos, tanto el Porsche 908 como el Rondeau número 16 –clasificados cuarto y quinto respectivamente– pagaron la entrada y estuvieron a la altura de las expectativas que cada uno había generado en la antesala.
En el Porsche corría el belga Jacky Ickx, quien buscaba convertirse en el primer piloto en ganar la carrera por quinta vez y ser así el más ganador de la historia, lo que obtendría al año siguiente. Nacido en Le Mans, del otro lado estaba el local Jean Rondeau, por quien valía la pena apostar para hacer frente al poderío de los de Zuffenhausen. Junto a él, Jean-Pierre Jaussaud, grato recuerdo de constructores que festejaron sólo una vez, como Renault-Alpine… como Rondeau. El Porsche 908, decía, era líder en la madrugada del domingo, pero la cosa iba a volver a cambiar horas después. Son casi las 10 de la mañana en el circuito de la Sarthe…
La última hora: la lluvia no para, el suspense crece
Fatalidad de aquellas para Ickx y Joest, su compañero. El número 9 se ha resentido en su quinta marcha y debió parar por casi media hora –28 minutos para ser exacto–. El Rondeau número 16 no sólo toma la delantera, sino que aprovecha todo ese tiempo perdido por su rival para sacarle cinco vueltas de ventaja. El agua no cede. Jacky Ickx le imprime ritmo al Porsche y, sirviéndose de neumáticos para lluvia, acorta distancia. El Rondeau conserva los neumáticos para pista seca, patina y sufre un trompo. El motor Ford-Cosworth V8 3.0 para y recién en el tercer intento vuelve a la vida. Cuarenta minutos para el final.
Con Jean Rondeau fuera, asegurar el triunfo está en manos de Jaussaud, quien logra aguantar los últimos intentos de embestida del Porsche número 9, que acecha ahora en la misma vuelta que el número 16. Con algo de angustia por el episodio del motor, con la incertidumbre del final y tras 339 vueltas, el francés cruza la bandera. La multitud se amontona para celebrar con los locales… con el local: Jean Rondeau se hace mito, pues se convierte en el único piloto en ganar Le Mans con un coche de su propia construcción. No había ocurrido antes y no ocurrirá en el futuro.
Mauro Blanco
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