Honda ha decidido volver a hacer coches pequeños y con alma. Nada de utilitarios con pantallas ni cápsulas de movilidad con aplicaciones, sino coches. Para demostrarlo, se ha sacado de la manga el Honda Super-N, un eléctrico urbano con aspecto de kei car y una idea que roza la locura: una caja de cambios manual simulada. Sí, has leído bien. Un cambio “manual” en un eléctrico. Si esto no te alegra el día, probablemente ya estés demasiado acostumbrado a los crossovers grises y debas plantearte una carrera como inspector de Hacienda.
El Super-N nace como el sucesor espiritual del Honda e, es urbano retro que no compraba ni el Tato porque costaba lo mismo que un Golf GTI. Honda ha aprendido la lección y ahora trae un coche más pequeño, más ligero, más barato y con más chispa. Es decir, lo contrario de lo que suelen hacer los fabricantes cuando electrifican algo, que te venden lavadoras de plástico. Además, con el encanto que solo los japoneses saben meter en un coche de tres metros y pico.
Lo mejor es que no va de ser rápido, porque con apenas 60 caballos eléctricos y una batería de unos 29 kWh, el Super-N es más bien un kart con matrícula. Pero su baza no es la potencia, sino las sensaciones al volante, porque donde los eléctricos se han vuelto máquinas de aceleración en línea recta, Honda quiere recuperar esa conexión mecánica entre el coche y el conductor, aunque sea por medios digitales. Ahí brilla su invento estrella.
La genialidad de Honda: un cambio que no cambia nada, pero lo cambia todo
La gran noticia (y el motivo por el que he vuelto a creer en la Navidad) es su sistema de cambio manual virtual, que funciona con levas en el volante y simula los saltos de régimen de un motor térmico, acompañados de un sonido sintetizado que recuerda a los VTEC antiguos. Como el simulador del Gran Turismo. No hay embrague, claro, pero hay sensaciones. Según Honda, la idea no es hacerte creer que llevas un motor de combustión, sino devolverle al conductor un papel activo en la conducción de un eléctrico.
Esto, que suena a parodia puede ser un golpe de genio, porque al final, los eléctricos han matado el ritual de conducir: ya no hay zonas de cambio, ni error, ni aprendizaje. Honda lo sabe, y se ha propuesto recuperar ese “nosequé” que hacía divertido llevar un coche pequeño. Si lo piensas, es un concepto casi filosófico: devolver humanidad a la conducción digital.
El modo BOOST añade más picante todavía, porque al activarlo, sube la potencia, cambia el sonido y te mete en una experiencia casi de videojuego (no te voy a engañar diciendo que es la más real). No persigue tiempos por vuelta, sino emociones por kilómetro. Si esto funciona tan bien como prometen, el Super-N puede convertirse en el Mazda MX-5 de los eléctricos urbanos.
No se queda ahí. El sonido y la simulación no son un simple truco y están sincronizados con la entrega real del par, así que cada “cambio” altera de verdad la sensación de aceleración. En definitiva, no es un Tesla con altavoces: es un juguete diseñado para disfrutar de ir despacio, algo que Honda lleva en el ADN desde los tiempos del Beat.
Kei car: pekeiño pero matón
El Super-N parte de la plataforma de los kei cars japoneses, en concreto del Honda N-One e, pero con una carrocería ensanchada y un aire de deportivo miniaturizado. Mide unos 3,4 metros de largo y 1,4 de ancho, lo justo para colarse por cualquier calle sin tocar los espejos. Los pasos de rueda musculosos, el frontal con faros redondos y la trasera recortada le dan un aspecto de hot hatch de bolsillo, algo así como si un Mini y un Honda e hubiesen tenido un hijo hiperactivo.
El interior es un homenaje a los tiempos en que los coches eran prácticos pero bonitos. Tiene botones físicos, asientos deportivos en Alcantara sintética, instrumentación digital con la información justa y un toque azul que recuerda a los Honda de carreras de los 60. Nada de menús interminables ni pantallas táctiles que te hacen odiar nuestro siglo. Aquí, el encanto está en lo tangible y lo auténtico.
La calidad general es más sencilla que en el Honda e, pero está bien hecha. No hay maderas falsas ni cuero ecológico, sino sentido común, que en un coche eléctrico de 20.000 euros, es casi un milagro. Además, aprovecha la batería plana para dejar un interior sorprendentemente habitable, con espacio real para cuatro adultos y un maletero digno de un utilitario.
Por debajo de los 1.000 kg, el Super-N podría ser uno de los eléctricos más ligeros del mercado, y eso se nota en todo: en el tacto de dirección, en las inercias y en la sensación de control. Honda lo llama “fun to drive”, y aunque la frase está trillada, en este cas, diría que es verdad. No todos los eléctricos tienen que ser silenciosos y anodinos; algunos pueden ser alegres, incluso juguetones.
El mercado japonés y el salto a Reino Unido
De momento, el Super-N sólo está confirmado para Japón y Reino Unido. En su tierra natal lo venderán como Super-ONE, mientras que en UK mantendrá el nombre Super-N y el volante a la derecha. Honda sabe que el público británico tiene debilidad por los coches pequeños con carácter (basta ver cómo veneran a los Suzuki Jimny o los Mazda MX-5), así que el movimiento tiene su lógica.
El precio en Japón ronda los 17.000 euros, y en Reino Unido se moverá entre 23.000 y 29.000, lo que lo coloca por debajo de la mayoría de eléctricos urbanos. Si llegara a Europa continental, habría que sumar homologación, transporte y los impuestos habituales, así que probablemente se iría por encima de los 25.000.
La mala noticia es que no hay planes de versión con volante a la izquierda porque Honda quiere ver primero cómo responde el mercado británico antes de decidir si vale la pena adaptar la plataforma. Desde luego, sería un error no hacerlo, porque este coche tiene todo lo que Europa dice querer: eléctrico, compacto, sostenible… y divertido. Pero claro, la diversión no suele entrar en los planes de Bruselas.
Aun así, algunos importadores particulares ya están tanteando la idea de traerlo desde UK, aunque con el cambio de volante y los costes de homologación, la gracia se diluye un poco. Si Honda tuviese valor, lo lanzaría también aquí, aunque fuera como edición limitada, porque si hay algo que necesitamos en el mercado eléctrico europeo, es precisamente coches que te feliz sin vaciarte la cuenta bancaria.
Un soplo de aire fresco en el mundo eléctrico
La lista de eléctricos urbanos se parece demasiado cuando todos quieren ser racionales, ecológicos y conectados, pero ninguno se atreve a ser emocional. El Super-N rompe con la monotonía. No va de ser el más eficiente ni el más rápido porque prefiere ser el más divertido. Su caja “manual” no es una ocurrencia tonta, es un gesto de rebeldía contra la homogeneidad eléctrica.
Además, Honda ha logrado mantener un precio relativamente bajo sin sacrificar su filosofía. Los materiales reciclados en el interior, la carga rápida de 50 kW y la posibilidad de alimentar aparatos externos con el sistema vehicle-to-load completan un conjunto muy equilibrado. Aún así, lo importante no está en los datos técnicos: está en cómo te hace sentir. Eso, en un eléctrico de menos de 1.000 kg, puede marcar la diferencia entre un simple medio de transporte y un coche que recordarás.
Imagina un coche que puedas usar a diario, que te saque una sonrisa cada vez que cambias “de marcha” y que no necesite 400 caballos para hacerlo. Ese es el Honda Super-N, que no pretende salvar el planeta ni sustituir al Civic Type R, pero sí recordarte por qué te gustaba conducir.
Si la marca tiene un mínimo de coherencia, debería traerlo a Europa en cuanto pueda, porque este coche puede ser, sin exagerar, la chispa que faltaba en el mundo eléctrico. Si no lo hacen, más de uno acabará importando uno.
Mola y punto
El Honda Super-N no es solo un kei car eléctrico con una caja de cambios de mentira, es una respuesta irónica y brillante a un mercado que ha confundido eficiencia con aburrimiento. Puede que nunca llegue a España, pero su mera existencia ya es motivo para celebrar que alguien en Honda todavía piensa como un ingeniero con gasolina en las venas.


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Jose Manuel Miana
Ando loco con los coches desde que era pequeño, y desde entonces acumulo datos en la cabeza. ¿Sabías que el naufragio del Andrea Doria guarda dentro el único prototipo del Chrysler Norseman? Ese tipo de cosas me pasan por la cabeza. Aparte de eso, lo típico: Estudié mecánica y trabajé unos años en talleres especializados en deportivos prémium.COMENTARIOS