Quiero hablar aquí sobre resiliencia y perseverancia. Sobre pasiones, en definitiva. Podríamos hablar de velocidad, de aceleraciones, de alto par a bajas revoluciones, del desempeño de un deportivo según su tracción. Podríamos limitarnos a esos factores para argumentar cómo un coche es racer, pero entonces no estaríamos contando toda la verdad e, incluso, estaríamos imponiendo una generalización que no corresponde.
¿Acaso un SUV de cinco o de siete plazas, eléctrico con motores en ambos ejes, con potencia de superdeportivo y un 0 a 100 impropio de su tipo de vehículo es un coche racer? Claramente, no. ¿Acaso una berlina alemana que contempla tanto la alta gama como las altas prestaciones es necesariamente un coche racer? Que me perdone el Audi RS e-tron GT. Que hace méritos, no tengo dudas, pero un TT calificaba mejor, en todo caso. Vayamos más allá de las características. Esto es más profundo que el poder de fuego traducido en números. Aquí vale la pena hablar de un poder de fuego que moviliza a crear.
Partamos de una premisa que no pretendo que se considere absoluta, pero sí cabe para el punto de vista que hace a estas líneas: un coche racer no nace, se hace. ¿Bajo qué criterio podría considerarse un Chevrolet ’55 Serie 210 un automóvil racer? Su V8 no parece ser suficiente. Ahora bien, ¿qué tal si aquel clásico americano se convierte en un hot-rod? Un Chevy Gasser reuniría las condiciones para postularse. Pero no es cuestión de señalar cuál sí y cuál no. Un Gasser no es racer por su faceta final, sino por lo que uno entrega para convertirlo en tal. A menudo, hace falta una buena dosis de inspiración y es lo que le sucedió a Dale Golucke.
Este norteamericano se propuso un desafío y no claudicó hasta cumplir su sueño. El Chevy ’55 lo había atravesado desde muy pequeño, por influencia familiar y por Two-Lane Blacktop, una película de carretera en la que el protagonista es un Chevy ’55 Serie 150 que luce un gris despintado. De allí se explica el plateado del Chevy Gasser de Dale, así también como la postura: inspirado en el coche de ese film, su Chevy respetó el morro en línea en lugar de levantarlo al estilo drag-racer. Aunque a alguno le parezca contradictorio, esa decisión hizo que su coche fuera más racer que si hubiese optado por levantar la parte delantera.

El Kia EV6 es un coche extremadamente potente y sus prestaciones son más que buenas, pero eso no lo convierte en un “coche racer”
Casos de coches “racer”: Superar obstáculos
Este entusiasta tenía cierta experiencia en coches, pero para crear su Gasser necesitaba saber soldar y él no sabía. De manera tal que aprendió a hacerlo y comenzó cortando y optimizando los largueros del chasis del Chevy 210 que había conseguido. Tampoco estaba instruido en el diseño ni en cómo fabricar o modificar una suspensión, y eso no fue impedimento para aprender a reemplazar el sistema de ballestas por unos amortiguadores helicoidales para obtener un manejo más controlado.
Y así, superando obstáculo por obstáculo, hasta el producto final. En la parte trasera también tuvo trabajo y, sobre la marcha, fue aprendiendo cómo reubicar las ballestas y adoptar un eje Ford de nueve pulgadas. Lo mismo con el motor 427 big-block conseguido de un Chevrolet Corvette L88 modelo 1968. Para acceder con comodidad a él, remodeló la apertura del capó, atornillando éste a los guardabarros y fabricando sus propias bisagras. Así, podría abatir todo el conjunto hacia adelante y tener acceso total al motor.
De obstáculos se trata esto, precisamente. Un coche que busca convertirse en vehículo de desempeño, sea cual fuere su hábitat y su especie, se convierte en racer por el resultado final, pero también por los obstáculos que se van superando en el proceso, por el corazón que se vuelca al proyecto. Y el proyecto de Dale –doy crédito al hallazgo de la revista Hot-Rod– es un ejemplo entre tantos.
Sin ir más lejos, pocos días atrás les traje el caso de un Pontiac Trans Am GTA 1988 que, para obtener la conducción racer que su dueño buscaba, ambos, el coche y su humano, debieron pasar por toda una odisea mecánica. Como dije al principio, otro caso de resiliencia y perseverancia.

Conclusión: Esencia y aptitudes
Un coche se hace racer, en definitiva, cuando va apropiándose de esa identidad a medida que se va gestando con el corazón en una mano y las herramientas en la otra. No es solo cuestión de velocidades, de prestaciones. Todo eso representa la faceta superficial de un racer, las aptitudes, incluyendo las habilidades de manejo del conductor. Aquí hablamos de la esencia.
Podemos encontrarnos al Pontiac o al Chevy y contemplar lo tangible de esos dos coches racers, pero nadie mejor que sus creadores sabrán explicar la condición de racer de sus vehículos en su totalidad. Lo expuesto en estas líneas es apenas una expresión de lo que puede ser considerado como racer, una expresión genuina. De manera tal que les pregunto a ustedes: ¿qué hace que un coche lo sea según sus criterios?
Mauro Blanco
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