A esta altura ya asumimos con absoluta naturaleza el concepto de diseño neoretro que adoptan los modelos actuales, independientemente del segmento al que pertenezcan. Hasta los pick-up parecen ir camino a la tendencia, pero son los microcoches, los urbanos y los SUV los principales exponentes. Carrocerías formadas por superficies interrumpidas con brusquedad hacia la siguiente sección, una norma aplicada por los fabricantes, que sobre ella imprimen su propia impronta.
La segunda generación del Hyundai Nexo no es la excepción y no es una novedad, porque la marca surcoreana ya la había adelantado con el concepto Initium. Y atención aquí, respecto de la última línea del párrafo anterior. ¿Les suenan los gestos estéticos de aquel prototipo? Algunos puntuales, en realidad, y en comparación con un experimental específico sobre el que ya nos hemos pronunciado. Si pensaron en el N Vision 74, se han ganado el premio del millón.
El Initium no solo había significado la continuidad del desarrollo fuel cell que Hyundai ya había llevado a cabo con el prototipo de circuito. También había aparecido en escena con rasgos en común de ese seductor revival del Pony Coupé Concept, desde la tonalidad del acabado exterior hasta el tratamiento de secciones como el capó y rasgos que responden a lo tecnológico que hacen a estos coches hijos de lo phygital. Todo esto se reinterpreta en el nuevo Hyundai Nexo de producción, el sucesor de aquel presentado en el CES 2018. Una actualización desde todo punto de vista, como corresponde.
En la era eléctrica, no hay lugar, salvo excepciones como el IONIQ 6, para los modelos que no respondan al sentido de pertenencia visual que pregona la gama EV de la marca asiática. De manera tal que atrás queda aquel Nexo de suaves líneas e intenciones de SUV cupé. Y queda atrás en todo aspecto, en lo dicho sobre las superficies de carrocería y en detalles que no se deben pasar por alto, como la grosera manifestación del pilar C, donde el nuevo Hyundai Nexo parece haberse inspirado en los todoterreno militares o, quién sabe, en el Pontiac Aztek de Walter White… y no en tono de halago.
Dicho lo anterior en relación con el sentido de pertenencia, si me preguntan, estamos más ante una suerte de hermano del Santa Fe PHEV que de diseños como el del IONIQ 9. Incluso otros eléctricos del Grupo con los que se podría establecer un paralelismo –a saber, los eléctricos de KIA– conservan clase y una marcada idiosincrasia. Pero, sin irme por las ramas, insisto: una actualización desde todo punto de vista y ello incluye a las medidas. En lugar de 4,67, una longitud de 4,75 metros, mientras que la altura creció apenas un centímetro y el ancho y la batalla se mantienen inalterables. Es otro Nexo, levemente redimensionado en líneas generales, pero es otro Nexo.
En el esquema de hidrógeno, de propulsión y de eficiencia reside la otra gran evolución. Al respecto, a no confundirse, pues entre los aumentos de potencia del conjunto de alimentación –batería y pila de combustible–, el nuevo Nexo alcanza una máxima de 190 kW, pero es el incremento a 150 kW del motor eléctrico el que se inscribe en el dato concreto de su ficha técnica a la hora de responder cuánto se envía a sus ruedas delanteras. Lo más prometedor son sus 826 km de autonomía que obtiene de un depósito de hidrógeno al que le basta apenas cinco minutos para completarse, una de las virtudes de este tipo de combustible que busca consolidarse desde la infraestructura de una vez por todas.


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Mauro Blanco
Veo arte en los coches y en sus diseños una potencia que va más allá de las cifras. Ex conductor de Renault 12 rojo modelo 1995 de épicos e imprevisibles episodios, al que recuerdo por la hostilidad de su volante, pero, sobre todo, por nunca haberme dejado en el camino.COMENTARIOS